Las tres damas de David Mamet
Ni la época (finales del siglo XIX), ni el tema, ni los personajes parecen de David Mamet, pero en cada réplica está su huella. El matrimonio de Boston respira por los cuatro costados el placer que produjo al autor imaginar, mientras preparaba la comedia, cómo la harían tres de sus actrices favoritas (Rebecca Pidgeon, Felicity Huffman y Mary McCann: escribir sabiendo quiénes van a ser los intérpretes tiene esa ventaja). Sus protagonistas son Anna y Claire, dos mujeres que mantienen desde antiguo una intensa relación de amor.
El primer acto arranca cuando Claire llega de visita a la casa de Anna y casi no reconoce lo que ve: su amiga ha cambiado toda la decoración a cuenta de un amante casado que se ha echado por puritito interés. Con el dinero que le pasa, ambas van a vivir a todo tren. Pero Claire no está celosa. Muy al contrario: viene a comunicarle que su relación se ha acabado, porque está locamente enamorada. ¿De quién? De una colegiala de clase adinerada. Y no contenta con soltarle esto, le pide a Anna que le preste su magnífica casa para llevar a cabo su primer encuentro amoroso. Con este punto de partida, un texto que a veces roza la parodia (de Wilde, de los monólogos de Shakespeare) y la facilidad que tiene Mamet para la ironía y el diálogo picado, la comedia, que aquí es puro verbo, se dispara directa a lo más alto. Sin perder la sonrisa, las dos amantes se fajan dialécticamente: Anna, la mayor, ocupa el centro del ring, porque conoce la dureza de su pegada; Claire, la estilista, bailotea a su alrededor, intentando que alguno de los golpes que coloca por sorpresa dé en un punto crítico. Para que no falte nadie, el combate se produce en presencia de un árbitro con nariz de payaso: a Catherine, la criada escocesa, le toca llevarse las bofetadas que se le escapan a las señoras.
No es común que una obra norteamericana se estrene en España antes que en Broadway. Éste es el caso. José Pascual, que hace unos años dirigió en el María Guerrero Oleanna, la más sutil de las comedias de Mamet, estaba sobre la pista de ésta, tenía a mano un productor lanzado (hay pocos) y una actriz idónea (Blanca Portillo, la chica de Oleanna). Todo ha sido completar el puzle con Kiti Manver (en el papel de Anna), Nuria Mencía (en el de Catherine) y un buen equipo técnico y artístico. Como ahora es habitual, El matrimonio de Boston se está representando por decenas de ciudades españolas, y no tiene fecha de entrada en Madrid. Hay dos buenas ocasiones para verla, hoy y mañana, en el teatro Juan Bravo de Segovia.
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