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VISTO / OÍDO
Columna
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Culturas

Coincido con Vargas Llosa -ayer, aquí- en que la cultura, o lo asimilado, debe circular libremente por el mundo; y entiendo que el mundo somos nosotros, los que leemos a Vargas Llosa, que debe importarles un comino a los paquistaníes, y quizá dos a los tunecinos. Se queja de que Francia hable de la 'excepción cultural'; una especie de proteccionismo a su cultura frente a las otras. Las otras, no: la americana. La cultura, no: el cine y la televisión. Mi acuerdo no llega hasta creer que las series de negros venidos a más y las de mozalbetes en sus primeros amores en el college puedan afectarnos a los europeos hasta el punto de aumentar notablemente nuestros conocimientos.

Apenas cambian las camisetas de los chicos y sus maneras de bailar en las fiestas salvajes, y eso está bien. En los tiempos anteriores las chicas eran rubias platino y se depilaban las cejas; y los chicos bailaban claqué.Aparte de eso, López Ballesteros traducía las obras de Freud en Biblioteca Nueva y Ortega publicaba la Revista de Occidente en su editorial, y la generación del 27 estaba en todo su esplendor. Ahora, no. Como Francia, dice Mario, ha perdido el suyo de la posguerra. Aquí se perdió por Franco, que prohibió y mató. Estoy seguro de que el daño más grave que produjo a España como ente en formación o en plena liberación cultural fue esa forma de cercenar el pensamiento, que es algo más que la cultura. Supongamos que la cultura se adquiere, y que el pensamiento se adiestra, se hace libre para aceptar o rechazar, más allá de los aranceles y de las cuotas de pantalla. Matar a alguien porque leía El Socialista o La Libertad era quitar de en medio a alguien que estaba adiestrando su pensamiento para ser libre: como, muchos años antes, matar a Ferrer Guardia era matar la Escuela Libre. Afortunadamente los medios actuales son, en nuestro mundo, menos crueles; pero más eficaces. El arrastre del cine americano y sobre todo de las series en televisión está matando una manera de pensar.

También América tuvo por entonces, cuando Francia tenía su estallido cultural y nosotros nuestro 27, una escuela maravillosa de pensamiento, creación, libertad. Lo enriqueció con los que Europa expulsó de su seno o mató; aquel enorme exilio fue atesorado por América, y se ha perdido. Ahora no está. Está un fantástico espectáculo, unos efectos especiales, una manera deslumbrante de filmar todo. Siempre que no contenga nada, o muy poco (y hay películas extraordinarias): y que los programadores de televisión no compren lo más barato.

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