_
_
_
_
Reportaje:

Los soldados entregan las llaves de Belén

Los palestinos recuperan con gran escepticismo el control de sus calles y casas tras el tercer repliegue de las tropas israelíes

'Se están yendo, se están yendo', musitaban en voz baja los insomnes del campo de refugiados de Aida, mientras desde una esquina de su cautiverio observaban furtivamente los preparativos de marcha de los soldados israelíes. Las tropas y los tanques israelíes abandonaron la ciudad pasada la medianoche del lunes, entre el estruendo de los blindados y el silencio de una población atemorizada. No hubo gritos de alegría. El repliegue de las tropas de la ciudad del Nacimiento ha dejado expedito el camino de una tregua en la Intifada, cuando está a punto de cumplir 18 meses y casi 2.000 muertos. La esperanza de paz ha vuelto a nacer en Belén.

La gran cocina del hotel Jacir Palace Intercontinental, el mascarón de proa y orgullo de la red turística palestina, sirvió el lunes por la noche de escenario para el traspaso de poderes entre el Ejército israelí y las fuerzas palestinas. Dos militares de bandos opuestos, pero con el mismo grado de coronel, sentados frente a frente, al pie de los fogones y rodeados de sus tropas, ultimaron los detalles de la operación: repliegue de las tropas de Israel en el área de Belén a cambio de un correlativo despliegue en la zona de los hombres de Yasir Arafat. Era la última exigencia previa de los palestinos para negociar un alto el fuego en la Intifada.

Más información
Cartas:: La opinión de lo slectores
Entrevista Digital:: M.Á. Bastenier charló con los lectores

Las transacciones de los dos militares duraron más de una hora. En el exterior del palacete ronroneaban impacientes los monstruos de acero: los tanques Merkava. En el interior, los soldados abandonaban sus aposentos de cinco estrellas, recogían sus pertenencias y se preparaban para una salida definitiva. Estaba poniéndose fin a 11 días de ocupación y asedio. Atrás dejaban una estela de suciedad, muebles destrozados y vidrios rotos.

'Nos vamos a casa, nos vamos a casa', comentaban entre idas y venidas, excitados, los soldados, enfundados en traje de combate. La cámara de una televisión local palestina, Belén 2000, trataba de enfocar a un joven recluta que explicaba, con el petate al hombro y acariciando su M-16 de asalto, que lo único que soñaba era con 'volver con su familia a Nahariya', al norte de Israel, porque había pasado ya 'demasiado tiempo alejado los míos'.

El relente de la noche acabó bañando la coraza de los tanques, justo en el momento en que los insomnes del campo de Aida decidieron enviar a un comando de mujeres en tarea de reconocimiento.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El grupo lo capitaneó Fátima, de 24 años, casada, madre de dos hijos, sin empleo aparente, que estuvo a punto de rozar con la punta de los dedos el blindado. Pero antes de que lo consiguiera, el Merkava, el orgullo de la industria bélica israelí, dio un bufido y echó a andar. El estruendo de los motores se mezcló con una nube de suciedad y polvo. La retaguardia fue custodiada por un grupo de fuerzas especiales de comandos. Salieron los últimos en tres vehículos todo terreno.

Las milicias Tanzim y los hombres de las Brigadas de Al Aqsa, que durante las noches del asedio han compartido el refugio de la plaza del Pesebre, en el centro de Belén, convertida en tierra de asilo, respiraron con tranquilidad. El temor a caer en manos del Ejército israelí se desvanecía poco a poco a medida que se alejaba el estruendo de los tanques. Era ya la una de la madrugada. A esa misma hora, las 20 hermanas franciscanas del convento de Beit Jala, al este de la ciudad, se santiguaban. 'Cuando vimos salir el último blindado, nos fuimos a rezar a la capilla', relata una de ellas.

Los 32 miembros de la familia de los Majahia, que durante los 11 días habían vivido concentrados en el interior de un solo piso de tres habitaciones, recuperaron de pronto la libertad. Antes de partir, los soldados les devolvieron la llave de la casa que habían estado ocupando. Les restituían un edificio saqueado y repleto de muebles destrozados. Para ellos ha acabado el toque de queda permanente. Los otros ciudadanos de Belén, Beit Yalá y Beit Sahur recuperaron también ayer su ciudad. Como si nada hubiera pasado. Escépticos advertían: 'Ésta ha sido la tercera vez que nos han invadido, pero volverán'.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_