Exceso de triunfalismo
El triunfalismo del que ayer hizo gala el presidente del Gobierno por los resultados del Consejo Europeo de Barcelona resultó excesivo, por mucho que éste sea el tono habitual de las presidencias de turno. El balance de la primera cumbre del semestre español es decoroso en las actuales circunstancias electorales de varios Estados miembros, pero es más que dudoso que constituya, pese a la pretensión de Aznar, una 'agenda muy completa' para el futuro. 'Ni éxito, ni fracaso' fue la valoración de Zapatero por los socialistas, recogiendo un juicio muy general en la prensa europea sobre Barcelona.
El debate parlamentario entre el Gobierno y el principal partido de la oposición versó ayer sobre si se ha dado un solo paso o varios en la integración europea, que casi nadie cuestiona como objetivo. Por contra, casi a la misma hora, el premier británico, Tony Blair, tenía que hacer frente en Westminster a una oposición conservadora férreamente antieuropeísta, alentada por el espectro de una Margaret Thatcher que acaba de calificar a la UE como 'irreformable' para defender una paulatina salida del Reino Unido.
Frente a la petición de Zapatero de impulsar la Europa social, Aznar le recordó que durante estos años pasados el Consejo Europeo ha estado dominado por la socialdemocracia y ésta, en general, ha puesto el reformismo por delante de las preocupaciones sociales. Pero las reformas planteadas dos años atrás al lanzar el proceso de Lisboa van retrasadas, y requieren resultados mucho más concretos que los alcanzados en Barcelona, cuyas conclusiones pecan de un exceso de calendarios de intenciones. Cuando esa palanca europea no es lo suficientemente sólida, el Gobierno parece incapaz de tomar medidas efectivas para colmar la brecha de España con los países centrales de la zona euro en materia de productividad, de inversión en investigación y desarrollo, de implantación de la sociedad de la información y de liberalización efectiva del sector energético o de la telefonía. La política europea no atiende suficientemente a las preocupaciones de los ciudadanos de a pie, que cada vez entienden menos la jerga europea.
Aznar no hizo inicialmente referencia alguna a las masivas y pacíficas manifestaciones en Barcelona por otra globalización y otra Europa, la que en parte esbozó ayer Llamazares en nombre de IU. Exigir a Aznar que se excusara por haber criminalizado esos actos y por haber mezclado irresponsablemente a los socialistas catalanes con los de Batasuna, era pedir peras al olmo. Pero en su última frase, y después de amplias dosis de autocomplacencia, incluyó esta vez un reconocimiento a quienes expresaron pacíficamente sus discrepancias.
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