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Reportaje:CUMBRE DE BARCELONA

De buenas carteras y enemigos comunes

Rato envidia la facilidad del consenso en política exterior. Las críticas de Chevènement unen a Chirac y Jospin

'Esto de la cartera de Exteriores es cojonudo'. En pleno Consejo Europeo, el vicepresidente económico del Gobierno español, Rodrigo Rato, susurró la frase a Josep Piqué, titular de una cartera que, a tenor del comentario de Rato, fue ayer la maría de las asignaturas pendientes de la cumbre de Barcelona. Mientras las 15 delegaciones reunidas en la capital catalana se encallaban ayer en cada uno de los puntos correspondientes al negociado del vicepresidente, como la liberalización de la energía o las reformas del mercado laboral, los relacionados con la situación internacional llegaron a la mesa del Consejo Europeo ya masticados, una vez discutida la noche del día anterior la explosiva situación en Oriente Próximo.

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En esta última ronda de intervenciones con la que culminó la cumbre de Barcelona y donde se produjo la anécdota, con las conclusiones sobre la mesa, el primer ministro sueco, Goran Persson, ya no pudo escaparse unos minutos de la sala para hacer estiramientos en traje y corbata. Es una de esas escenas escondidas de las cumbres que las cámaras de televisión difícilmente conseguirán captar, en contraste con la que sí se prodigó, y ampliamente, porque de alguna manera mandaba una mensaje político: Aznar y el presidente francés, Jacques Chirac, rezagados, entretenidos, releyendo juntos unos papeles; se presupone que los que contenían el acuerdo atado sobre la apertura del mercado de la electricidad y el gas en Europa.

Quienes miraban ayer, con una buena dosis de asombro, la televisión eran los polacos. Cuentan los periodistas de Polonia desplazados a Barcelona que la televisión polaca que retransmite información 24 horas al día pilló in fraganti a un alto funcionario del Gobierno de Varsovia 'acariciando' a una intérprete, una imagen que se repitió hora tras hora por la tele. No es una estrategia para buscarse amigos y de eso sabe mucho el tercer candidato en liza que opta al Eliseo, Jean-Pierre Chevènement, quien cargó contra Chirac y contra el primer ministro de Francia, Lionel Jospin, ambos aspirantes en la carrera electoral y ambos atrapados en los debates de Barcelona, atacando la cumbre. Chevènement la bautizó como 'un festival de mentiras', y acusó a sus rivales de buscar en la reunión una 'prórroga electoral'. Ayer, este enemigo común forzó una reunión de cerca de 20 minutos entre Chirac y Jospin para defender juntos los resultados de la cumbre para Francia, cuando ambos habían aterrizado en Barcelona sin apenas mirarse. Quien más sonreía ayer era Silvio Berlusconi, quien, la vigilia, había sufrido una 'leve gastroenteritis'. El primer ministro italiano incluso dio un par de saltos ante la prensa para demostrar que ya estaba curado. No se sabe si fueron saltos de alegría, porque, como dijo el británico Tony Blair, 'alegría' es una palabra muy 'fuerte' para hablar de un Consejo Europeo. Tampoco debía estar muy alegre la presidencia española de la UE, después de haberse provisto (y pagado) un amplio plantel de intérpretes, dada la presencia en la cumbre, el viernes, de los líderes de los 13 países candidatos a ingresar en la Unión Europea. Sin pataletas y de forma voluntaria, prácticamente todos recurrieron con normalidad al inglés.

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