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Columna
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Filiaciones

En un artículo anterior, hablaba de la decadencia del principio de autoridad en el sistema educativo y de sus nefastas consecuencias. Al releerlo, se me ocurre que esta prevención contra el mandar, esa necesidad timorata de maquillar el hecho de que en esta sociedad y en este mundo, en muchas situaciones -en casi todas- alguien manda y alguien obedece, como si eso fuera por definición un abuso, quizás tenga entre nosotros más alcance y afecte a más campos que el de la educación y sus problemas.

El descrédito de la autoridad, en su aspecto escolar es, por otra parte, un problema general en España y probablemente también en el resto de Europa. Es posible que en el País Vasco tenga más implicaciones que en otras partes, porque estos desvaríos escolares tienen aquí una relación evidente con otros problemas sociales muy nuestros, como la violencia política, cuyos protagonistas son jóvenes educados, tanto en casa como en la escuela, en la deslegitimación del poder. Pero esto tampoco me parece cualitativamente distinto de lo que pasa en el resto de España, aunque allá las manifestaciones no sean exactamente las mismas ni tan graves.

A veces cuesta esfuerzo hacer la necesaria distinción entre instituciones vascas y PNV

Lo que me parece mucho más significativamente diferencial, y no suele mencionarse, es el hecho de que entre nosotros el esquema de negación y deslegitimación del poder, de la autoridad sea cual sea, ha ido mucho más lejos que en ninguna parte y ha alcanzado a campos como, por ejemplo, el ejercicio del poder por parte del Estado. Lo irónico (en realidad dramático), y en todo punto análogo a lo que sucede en el campo de la educación, es que esta deslegitimación del poder del estado procede del propio Estado, es decir, entre nosotros, del Gobierno vasco, o sea, en resumen, del PNV (discúlpenme sus socios si los considero más bien anecdóticos). El PNV lleva en el poder casi 25 años, hasta el punto de que a muchos nos cuesta a veces mucho esfuerzo hacer la necesaria distinción entre instituciones vascas y PNV, de puro hipostasiadas que se encuentran en la mente de todos las dos realidades.

El PNV es, en este país, El Poder. Pues bien, es irónico, como decía antes, que al tiempo que esto es así, el Partido Nacionalista Vasco no pierda ocasión de predicar a quien quiera oírlo que toda la autoridad que ejerce es ilegítima, pues ilegítimo es el marco político de la que deriva. Los que más quieren oírlo y más a gusto lo oyen son, naturalmente los no pocos energúmenos que entre nosotros están deseando dinamitar, real o figuradamente, las instituciones.

Estos se sienten muy agradecidos por este sorprendente e inesperado plus de legitimidad que les llueve, procedente precisamente del objeto a destruir. Es como si la víctima de una violación insistiera una y otra vez en que, claro, con esa minifalda que llevaba puesta, no puede quejarse. Un poder que autodeclara su falta de legitimidad ¿qué puede decirle al que toma sus palabras al pie de la letra?

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El PNV, ante el papel que le toca, como Estado que es, de reprimir el crimen, sobre todo el político, se comporta de una forma tan pusilánime, siente tal necesidad de pedir perdón constantemente a los criminales que debería combatir, muestra tal empeño por convencerles de que su poder es ilegítimo, que recuerda a un medroso pedagogo asustado por su autoridad (lo cual, incidentalmente, encaja bien en una intuición que tengo desde hace tiempo de que la verdadera gran creación del nacionalismo, la institución en la que ha plasmado su más honda esencia y que le sirve como modelo y referente para todas sus demás actuaciones, es la ikastola). A diferencia de Luis XIV, hombre sin complejos, que declaraba satisfecho que el Estado era él, él solo, el PNV no se atreve, desde hace casi veinticinco años, a hacer del todo precisamente eso: mandar. Mandar, sobre todo a la hora de perseguir a ciertos criminales, parece parecerle al PNV algo horrible, una cosa como de franquistas. Mala, muy mala relación con el padre, diría un psicoanalista. Y es que por ahí va la cosa, en mi opinión: la siniestra figura paterna de Franco, compendio de todo autoritarismo, ha dejado a esta gente incapaz de la más mínima autoridad ante sus propios hijos.

Me vienen a la mente, a este respecto, unas curiosas declaraciones, ya viejas, de Xabier Arzalluz, monstruo de sinceridad como siempre -en este caso, quizás un poco involuntaria-. Decía, pues, el presidente del PNV, para defender la negociación con ETA, que en la vida, al cabo, todo el mundo negocia: '¿No negociamos todos con nuestros hijos, por ejemplo?' -preguntaba. Para seguir en la línea psicoanalítica, qué duda cabe de que aquí al presidente del PNV le bailó el subconsciente, un subconsciente por otro lado tan a flor de piel que poco le faltaba para sobrenadar del todo.

Y es que, ¿qué otra cosa ha estado haciendo, y quizás todavía anhela hacer, el PNV en estas cuestiones que negociar con sus hijos? Hijos, precisemos, por filiación no solo ideológica, que desde luego, sino en incontables ocasiones pura y sencillamente carnal, biológica. Este, el factor familiar, es un aspecto fundamental para entender las posturas del PNV ante ETA y Batasuna, factor, que no se suele tomar en cuenta, quizás por vergüenza de caer en el culebrón, pero que sin duda explica muchas cosas.

Una última observación: todas estas parcialidades y medrosidades paternas no suelen durar indefinidamente. Ni en el mundo de las relaciones familiares ni en el de las políticas. Mientras las víctimas del hijo descarriado son los vecinos de escalera, la cosa, mal que bien, se aguanta, con gran despliegue de excusas, pésames y caras compungidas (el lehendakari es un verdadero especialista en esto). Cuando el chaval, qué cruz, empieza a hostiar a sus propios progenitores, normalmente se acabó: no hay amor, ni ceguera paterna, ni pedagogía acomplejada, que resista a eso.

O eso es lo que queremos todos pensar, para poder desmentir las durísimas opiniones de José María Vizcaíno, vertidas hace unas semanas en este periódico, para quien el PNV ni siquiera para proteger a los suyos va a ser capaz de enfrentarse de verdad a ETA y Batasuna.

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