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Columna
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Día Internacional de la Maruja

Si es cierto que detrás de todo gran hombre hay siempre una mujer excepcional, no es de extrañar que detrás de Zaplana se ruborice discretamente Maruja Sánchez. Maruja Sánchez viene a ser como una musa, si no de la ganadería del Parnaso, sí de la de Serra Gelada. Como la Comunidad Valenciana es la locomotora que tira de todas las nacionalidades y regiones de las Españas, y de las del resto del planeta, según los fastos presidenciales, no es nada raro que en un futuro próximo el 8 de marzo sea solemnizado en su honor. Porque a la ex concejala se debe toda nuestra prosperidad. Sin su sacrificio, Zaplana no hubiera alcanzado la alcaldía de Benidorm; y sin la alcaldía de Benidorm, Zaplana no hubiera alcanzado la presidencia de la Generalitat; y si Zaplana no hubiera alcanzado la presidencia de la Generalitat, todos los valencianos andaríamos aún en taparrabos y adorando al solitario del Palau. Para que algo así no nos sucediera, una mujer morena resuelta en millones, tuvo que sufrir más que un calvario, un transfuguismo muy doloroso. Y lo hizo, por todos nosotros, que somos unos desagradecidos, además de desleales, que aquí, de un tiempo a esta parte, la deslealtad es un vicio de diseño.

Desde esa deslealtad, Ximo Puig, que no sólo es portavoz del PSPV en las Cortes, sino todo un caballero, se interesó, en tan señalada efemérides, por la situación de la ex concejala de Benidorm, entonces también socialista, y que colocó en órbita a Zaplana. ¿Ciertamente Maruja y su entorno familiar sólo han percibido, desde su inmolación en 1991, algo más de 260 millones de pelas, algunas propiedades inscritas a nombre de testaferros y unos créditos bancarios en condiciones ventajosas?. Ximo Puig ha dicho: 'No nos resignamos a que esa parte tan visible de la historia de Zaplana, quede escondida y reducida a un episodio puntual'. Por supuesto que no, porque, modestia aparte, se trata de todo un episodio regional, y preocupa que tales hazañas y sus protagonistas queden finalmente en el anonimato y con un pasar económico poco boyante. Los populares no recompensan con la debida generosidad a sus damas. Aznar, por ejemplo, las convoca en su día grande, se pone a españolear, y les cuenta cotilleos e historietas a cargo de Zapatero, en ese foro de retórica insípida y chuleta, que le rinde, sin embargo, tantas plazas. Y Zaplana, que tiene más porte y más labia que su jefe, sólo reparte placas de alpaca, en lugar de préstamos a bajo interés. Se ve que no quiere correr riesgos y no se la juega, con quienes acreditan responsabilidad y coherencia. Lo que pretende Ximo Puig es que no se enturbien los servicios que prestan a la causa las damas populares. Tiene un cuadro de heroínas ilustres: la protomártir de Benidorm; la aguerrida Delegada del Gobierno, Carmen Mas, que abrió el armario de las reservas ultraespirituales del PP y las soltó por Russafa; o la artillera Rita Barbera, aspirante agazapada a la presidencia, en tanto encañona a los barrios insurgentes. Cuando miles de mujeres trabajadoras reivindican sus derechos, los populares, que no están por esos derechos, ni por esas mujeres trabajadoras, a espuela de Ximo Puig, terminarán feriando en el calendario el Día de la Maruja Tránsfuga, que señoras así sí que dan la vara.

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