Calidez y refinamiento en el Palacio de la Merced

De noche resplandece como un helado de nata con pistachos. Espolvoreado por decenas de focos, frente a la lámina inquieta del río Arlanzón y contiguo a la iglesia jesuítica de la Merced, el edificio de referencia alberga desde hace pocas semanas el primer hotel de la cadena NH en Burgos. Una golosina apetecible para los amigos de la historia -encierra en su interior un claustro gótico flamígero del siglo XVI- y, más aún, para los incondicionales de estas siglas turísticas, que podrán ahora disfrutar del clasicismo de su Serie Oro con los alicientes del diseño y la modernidad. Arquetipo de los nuevos gustos y usos hoteleros, el aggiornamento del susodicho claustro lo ha vuelto casi irreconocible bajo una cúpula piramidal de acero y cristal que sirve de soporte de focos y proyectores para toda clase de convenciones. Al entrar se percibe, como una brisa fresca, el confort ambiental del inmueble; la agradable temperatura del vestíbulo; el prudente reclamo luminoso del bar, un espacio para estar, pensar o esperar... Esa atmósfera refinada que sólo destilan los buenos hoteles, recreada a partir de materiales de calidad. El palacio burgalés practica un minimalismo sobrio y discreto, sin estridencias ni veleidades japonesas. Lo cual es doblemente de agradecer.

En las habitaciones prima la seriedad de la madera sobre los detalles ornamentales o funcionales. El lino y la lana complementan en edredones, cabeceros y cortinajes la calidez pretendida con el entelamiento de las paredes, el alfombrado de los pasillos, la pasamanería de cuero de los armarios. Y unas vistas únicas sobre la catedral. Por lo que respecta a los extras del alojamiento, la lista se presume larga, como viene siendo habitual en la cadena NH. A saber: almohadas a la carta, prensa diaria, línea de módem... Los cuartos de baño son un santuario de la limpieza y el buen gusto, a lo que contribuye la selección cosmética de Jesús del Pozo. Junto a la cocina de Ferran Adrià y el uniformado de Adolfo Domínguez, las fragancias del modista español cierran la tríada en que se basa la nueva personalidad de los establecimientos NH.

Decepcionantes, en cambio, resultan los desayunos, exageradamente convencionales, huérfanos de productos más elaborados -sobre todo calientes- y de zumos de verdad. Aunque lo peor, en estas primeras semanas de rodaje, es ver estacionados frente al hotel toda clase de vehículos industriales, poco acostumbrados aún a utilizar la pertinente zona de servicios.