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Columna
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Unilateralismo

Hay una cierta similitud entre la forma en que el PP se relaciona con el PSOE en la aplicación e interpretación del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo y la forma en que se relacionó ETA con el PNV y EA en la aplicación e interpretación del Pacto de Lizarra. En ambos casos ETA y el PP consideran que hay que tomar en consideración la opinión de la otra parte en la fase de la negociación del acuerdo, pero una vez que el acuerdo se ha alcanzado y se han fijado las cláusulas del pacto, únicamente pueden ser interpretadas en el sentido en que ETA, en un caso, y el PP, en el otro, decidan. De la misma manera que ETA reanudó la actividad terrorista, porque entendió que PNV y EA no estaban cumpliendo el Pacto de Lizarra, el presidente del Gobierno considera que el PSOE no está cumpliendo su parte del pacto y que no tiene por qué reunirse con el secretario general de los socialistas para hablar del cumplimiento del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, porque basta con que el PSOE cumpla lo que firmó. El ministro portavoz reiteró ayer en El Primer café, de Antena 3, la acusación de incumplimiento en términos particularmente rotundos y, como en él es habitual, zafios.

Soy consciente de que la similitud acaba aquí y que no son las mismas las consecuencias de la pretensión de interpretar el Pacto de Lizarra de manera exclusiva y excluyente por parte de ETA que la pretensión de hacer lo propio por parte del PP con el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Pero también lo soy de que de ETA no cabe esperar una actitud distinta de la que adoptó en relación con el PNV y EA, mientras que del Gobierno de España cabía esperar algo distinto en su relación con el PSOE, al menos en este terreno.

Un pacto como el de las Libertades y contra el Terrorismo es un pacto de naturaleza exclusivamente política, carente de valor jurídico, lo que quiere decir que únicamente puede ser interpretado por los firmantes del mismo, sin que las discrepancias en la interpretación puedan ser sometidas a una instancia ajena, que se pronuncie de manera vinculante sobre las mismas. No es un negocio jurídico en el que quepa el arbitraje o la decisión judicial. Sólo es posible su interpretación política y, en consecuencia, el mismo consenso que presidió la redacción del pacto tiene que presidir su interpretación. Arrogarse la facultad de interpretación de manera exclusiva y excluyente supone lisa y llanamente la ruptura del pacto.

En materia antiterrorista nadie tiene la razón en solitario. Quedarse solo es perder la razón, independientemente de lo que se diga o se haga. El nacionalismo democrático vasco perdió la razón cuando pensó que él solo, al margen de los demás partidos democráticos, podía resolver el problema del terrorismo mediante el Pacto de Lizarra. El PP pierde la razón, de manera distinta pero la pierde, si cree que puede resolver el problema del terrorismo prescindiendo de los demás partidos democráticos, bien de manera expresa bien de forma subrepticia. La unilateralidad tanto en la definición como en la interpretación de la estrategia antiterrorista es la antesala del fracaso, aunque pueda tener un cierto rendimiento electoral.

Me temo que no es que estemos entrando en la unilateralidad, sino que estamos empezando a instalarnos en ella. ¿Es posible recuperar el clima mínimo de confianza, indispensable para salir del unilateralismo, después de acusaciones tan directas como las lanzadas por el presidente del Gobierno desde Budapest y el ministro portavoz desde Madrid contra el secretario general del PSOE? ¿Es posible confiar en un Gobierno cuyo ministro del Interior se niega a participar en una reunión en la que se va a estudiar el problema de la seguridad de los concejales vascos? ¿Puede creer alguien de verdad los argumentos que se han dado para justificar la no presencia en la misma?

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