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...yo las dejé

'A veces vuelves con 15 kilos de menos después de cuatro días sin dormir'

Bajo el nombre de Bárbara se oculta la identidad de una chica de 20 años que se enganchó al éxtasis con 13. Lo dejó a los 17. Los efectos secundarios de los últimos tres años han sido sus frecuentes ingresos en un centro psiquiátrico por anorexia y trastornos de la personalidad. 'Las pastillas', dice, 'a veces están mezcladas con heroína y con cocaína, por eso nunca te cansas de la marcha. Y por eso a veces vuelves con 15 kilos de menos después de cuatro días sin dormir'.

Bárbara empezó a ir a discotecas con 13 años acompañada de chicos de 22. Allí conoció las pastillas. 'Te cobraban por un botellín de agua unas 500 pesetas', dice. 'Y lo peor es que cortaban hasta el agua de los servicios, porque el agua es el negocio de esas discotecas', agrega.

'Yo, por lo que veo, creo que el consumo está absolutamente extendido entre la gente de mi edad', añade Bárbara. 'La gente sale y en un fin de semana puede llegar a comerse 20 pastillas. Pero para empastillarte, sólo necesitas seis'. Cada una oscila entre las 800 y las 1.500 pesetas. 'Por eso, lo que hacíamos eran mochos. Poníamos entre todos el dinero, las comprábamos más baratas, y luego las repartíamos'. Bárbara recuerda que los niños se encargaban de comprarlas, porque corrían menos riesgo, y nadie sospechaba de ellos.

'¿El efecto? Pues que te dan muy buen rollo, te quedas muy tranquila y quieres a todo el mundo. No es como la cocaína, que alguien la compra, y se la guarda para sí. No, a mí me pasaban las pastillas de boca en boca'.

Bárbara dice que el éxtasis es una droga 'intergeneracional', que no se restringe sólo a jóvenes. Los sitios de consumo: fiestas dance y macrodiscotecas. Cualquier sitio. 'Una vez empecé de marcha en fin de semana y terminamos en Valencia. Ni nos enteramos del viaje'. Bárbara continúa en tratamiento psiquiátrico: 'Es por la anorexia. Asocias el que te sentías tan bien con las pastillas y tan delgada, que luego tienes problemas psicológicos'.

También Alfredo G.M., de 24 años, lo dejó. Hace dos, en cuanto terminó sus estudios y comenzó a trabajar. 'Un fin de semana a tope me dejaba luego rendido hasta el miércoles, con lo que sólo me sentía entero el jueves y el viernes hasta que llegaba la noche y comenzaba otra vez la juerga', recuerda.

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