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ANIVERSARIO DEL 'PAPA NEGRO'
Columna
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Centro Arrupe

En la iglesia de Gesú, en Roma, de característica arquitectura jesuítica y hermosos frescos en la cúpula, junto a las capillas de Ignacio de Loyola, Francisco Xavier, y el valenciano Francesc de Borja, se encuentra una pequeña lápida que recuerda la dimensión humana de Pedro Arrupe. Hace ya más de diez años de la muerte por estas fechas de Pedro Arrupe, prepósito General de los jesuitas, Papa negro cuya vida transcurrió entre dos distintas concepciones vaticanas, la de Juan XXIII y la de Juan Pablo II, a las cuales añade la Orden su cuarto voto de obediencia específica.

Con este motivo retomo aquí algunos comentarios que en su momento me sugirió su enorme figura, ponderada por muchos que van desde Juan Negrín, responsable del Gobierno de la 2ª República trasladado a Valencia, al premio Nobel Severo Ochoa, pues observo hoy resulta algo disminuida. Lo hago desde posición en absoluto institucional, si bien enormemente deudora ante su visión renovadora de la acción social.

Recientemente Miquel Batllori habló magistralmente en el Colegio de San José de Valencia, conmemorando el quinto centenario de la vinculación de los jesuitas con esta ciudad, sobre San Francisco de Borja: jesuita y político, describiendo su actuación social en aquel siglo en el que fue su tercer Superior y predecesor de quien también lo sería más tarde, Pedro Arrupe, principal impulsor de la renovación que todavía hoy plantean sus discípulos sobre el papel de Compañía en la sociedad. En algún momento llegó a decirse maliciosamente que un vasco fue quien la fundó, y otro sería el que la desharía. El tiempo demostró que por el contrario supo adelantarse al devenir de los acontecimientos.

Pasaron los años que Rafael Alberti describe en su arboleda perdida, hablando del colegio de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María, tan semejante en muchos aspectos al de Valencia, con rígida educación, promulgación de dignidades, organización escolar ignaciana, en gran parte en desuso, pero que dejaron su impronta en el recuerdo. Así más tarde, José Luis López Aranguren, volvía a la carga sobre los jesuitas, afirmando que éstos, en tiempo de secularización, ya no interesan por sí mismos sino por lo que representan, si bien han sabido cambiar con los años, adaptándose a las nuevas circunstancias, y situándose en la dirección de la historia. Y añade, los jesuitas, y sus discípulos, se dividían en dos clases, los aleccionados en la militancia y los educados en la sensibilidad.

Efectivamente en la disyuntiva entre la ortodoxia y la disidencia, no todos los jesuitas, y desde luego, no todos sus discípulos, se pusieron del lado de la primera. Javier Sádaba decía, recogiendo el punto de vista del ortodoxo, que el disidente no es malo, es peor, es alguien que no ha entendido. Pues bien, algunos de nosotros, como López Aranguren, y con Pedro Arrupe a la cabeza, decidimos no entender, o mejor dicho entender de otra manera, reteniendo las virtudes que encarnaban, y no las enseñanzas que no practicaban. Y en ello estamos.

Por ahí pienso iban las líneas maestras que Pedro Arrupe quiso impulsar, y que los jesuitas hoy con la institución del Centro Arrupe, sucesor de lo que en su momento fue el Centro Escolar y Mercantil, desean potenciar. La presentación hace unos días de la asociación Abogados del Mundo, con la presencia de Jon Sobrino, para tratar de la justicia y verdad de los pueblos oprimidos, resulta coincidente con su defensa de los derechos humanos, con sus palabras sobre la responsabilidad de los poderosos y con su análisis de la participación activa en la cultura de los desfavorecidos. La presentación ahora del libro Tender puentes, PSOE y mundo cristiano, organizada por la Fundació Societat i Progrés, con la participación entre otros del editor Ramón Jáuregui, del obispo Rafael Sanus y del Presidente de la Fundació y Secretario General del PSPV-PSOE Joan Ignasi Pla, es un dato más que avala la renovación social planteada desde ambas orillas.

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