_
_
_
_
Reportaje:REPORTAJE

Rusia afronta el drama de los niños de la calle

Mi papá y mi mamá bebían y se peleaban todo el tiempo. Borrachos, me golpeaban con frecuencia. Todo el dinero se lo gastaban en vodka y casi no había comida en casa. Nunca me preguntaban dónde andaba ni lo que hacía. Un día decidí no volver', cuenta Slava, un chico de 12 años, que en el otoño de 2001 pasó a engrosar las filas de los niños vagabundos.

Puede que el relato de Slava no corresponda a la realidad: los chicos a menudo mienten al explicar por qué abandonaron sus hogares, pero las estadísticas testimonian que la mayoría de los menores de 18 años que huyen de sus casas son hijos de padres alcohólicos o drogadictos. Las cifras sobre la cantidad de estos huérfanos sociales -es decir, que tienen a uno o ambos padres vivos, pero que prefieren la calle al hogar- difieren según las fuentes de las diversas instituciones.

Hay en marcha un proyecto que prevé una multa -de entre uno y cinco salarios mínimos- para penalizar la mala educación a los hijos
El problema se agrava porque son numerosos los policías que no sólo no hacen nada por salvar a los menores, sino que participan en su explotación
La mayoría de los niños vagabundos cae en las redes de alguno de los grupos criminales que se han repartido el 'negocio infantil'

El Ministerio del Trabajo y Desarrollo Social sostiene que hay un millón de niños vagabundos en toda Rusia; que han huido de sus casas y viven en sótanos, buhardillas, casas abandonadas y estaciones de ferrocarril; la fiscalía general calcula que son dos millones; el Ministerio del Interior, dos millones y medio; el Consejo de la Federación o Senado ruso pone esta cifra en tres millones, y los expertos independientes la elevan a cuatro.

Las mafias

Algunos de estos niños vagabundos son recogidos al poco tiempo por las autoridades y destinados a orfanatos. Unos pocos se quedan, pero muchos huyen y vuelven a la calle. Y allí son poquísimos los que logran evitar caer en la droga, la prostitución o el crimen.

El problema se agrava porque son numerosos los casos en los que los policías no sólo no hacen nada por salvar a los menores, sino que incluso participan directamente en su explotación.

Masha, de 13 años, era vendida a adultos por menos de 50 euros (8.319 pesetas) en la moscovita plaza de las tres estaciones. Miles de espectadores pudieron ver por televisión cómo funcionaba ese sistema: el adulto iba al hotelito que funciona en la estación para los padres con niños (en Rusia se llama 'Habitación para la madre y el niño'), decía que era su tío y si le ponían pegas pagaba un poco más. Después de tener relaciones sexuales con la chica, se le acercaba un policía y le hacía pagar otra suma si no quería ir a la cárcel como corruptor de menores. Negocio redondo.

Los niños que huyen de sus hogares, las más de las veces lo hacen a grandes ciudades, como Moscú o San Petersburgo. Se calcula que en la capital rusa hay unos 50.000 menores vagabundos, y en San Petersburgo, 40.000. Pero hay algunos chicos que no alcanzan a huir de la crueldad de sus padres. Alexéi, de cuatro años de edad, fue llevado al hospital después de que los vecinos, cansados de oír gemidos infantiles durante casi un mes, llamaron a la ambulancia. Lo que vieron los médicos al abrir la sucia manta en la que llegó Alexéi los dejó consternados: lleno de piojos, su cuerpo estaba cubierto de excrementos, y la cabeza, de llagas. Pero lo peor eran sus pies: por lo visto se le habían congelado durante los grandes fríos del pasado diciembre y prácticamente ya no tenían carne: se podían ver los huesos y los tendones. La amputación fue casi natural.

La mayoría de los niños de la calle cae en las redes de alguno de los grupos criminales que se han repartido el 'negocio infantil'.

Mendigos

La mendicidad de los menores la controlan tres grupos, que actúan de la misma manera: a cada uno le determinan la suma mínima diaria que debe entregar y le asignan un sueldo. A veces, éste incluye la cola de pegar Moment, que los chicos acostumbran inhalar para 'darse un viaje'.

El presidente Vladímir Putin se refirió públicamente al problema del vagabundeo infantil y de los huérfanos a fines del año pasado, después de lo cual el Gobierno y otras instituciones se han visto obligadas a tomar medidas para tratar de encontrar soluciones. Se han creado líneas directas a las que cualquier ciudadano puede llamar para avisar que hay algún menor mendigando o durmiendo en un sótano. Además, ya funcionan tres centros operativos para ocuparse de los niños vagabundos: uno en el Ministerio del Trabajo y Desarrollo Social; otro, en el Ministerio de Salud Pública, y el último, en el Ministerio de Educación.

Pero el principal problema es que el número de orfanatos y otras instituciones donde se puede internar a los niños es insuficiente para la gran cantidad de menores vagabundos existentes.

Esta situación ha provocado el surgimiento de proyectos cuando menos polémicos. Así, la Duma (Asamblea) Urbana de Moscú ha comenzado a discutir un proyecto de ley que pretende establecer una especie de toque de queda para los menores. Según el documento propuesto por Yevgueni Balashov, los niños menores de 16 años no podrán estar fuera de casa sin los padres después de las once de la noche, y los que tienen entre 16 y 18 años, después de la una.

Para hacer que esta medida tenga fuerza, el concejal propone aplicar la norma del Código Administrativo que prevé una multa -entre uno y cinco salarios mínimos- para penalizar la mala educación de los hijos. 'Si un adolescente está en la calle en la noche, significa que no lo educan bien', dice Balashov, que considera que hay que proteger no sólo a los propios menores, sino también a los moscovitas adultos que pueden ser atacados por los adolescentes.

Orfanatos e internados

El Ministerio del Trabajo se está ocupando de encontrar urgentemente en Moscú y sus alrededores edificaciones que puedan ser habilitadas como orfanatos con capacidad para recibir a los miles de niños que hasta hace unos días vagabundeaban por la capital rusa.

Tomando en cuenta el interés personal de Putin en el problema, las autoridades de todo nivel han lanzado redadas para recoger a los niños y destinarlos a orfanatos e internados.

Como resultado, ya prácticamente no se ven menores vagabundos en las calles de Moscú. Pero los expertos coinciden en opinar que se trata de algo temporal y no de la solución del problema: la mayoría de ellos están escondidos por propia voluntad o por la de sus amos que los explotan.

Los grupos criminales no están dispuestos a perder el jugoso negocio que significa la mendicidad y prostitución infantiles, y sus representantes llegan a menudo a los orfanatos y pagan un rescate de 550 euros (91.512 pesetas) para llevarse de nuevo a su niño y continuar explotándolo.

Un grupo de menores fugados de sus casas esnifan pegamento y comen en su refugio, un contenedor abandonado en una estación de Moscú.
Un grupo de menores fugados de sus casas esnifan pegamento y comen en su refugio, un contenedor abandonado en una estación de Moscú.V.P.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_