Escrito con un solo ojo
ROBERTO ARLT quería tocar el piano, pero la única música que deja oír su nombre es el ruido de la máquina de escribir. Escribió Los siete locos en 1929, y con apuro. Necesitaba que el libro fuera publicado antes de octubre de ese año, para poder aspirar al Premio Municipal, que finalmente ganó.
Redactó la novela con un solo ojo, porque el exceso de trabajo había lesionado el otro. Para ver las cosas como son, hay que ver mal. Los siete locos comienza con un vidrio esmerilado, y todo el tiempo aparecen cristales sucios (ventanillas de trenes, ventanas de los bares) que desdibujan lo que hay dentro. Los materiales de su errabunda vida le dictaron sus metáforas químicas o industriales, arrancadas de sus aspiraciones de inventor.
Los siete locos transcurre en tres días que parecen un siglo, y a la vez una sola noche sin fin. Erdosain, un empleado administrativo, se pone en contacto con el Astrólogo, líder de una misteriosa revolución de signo equívoco, cuyo modelo es el Ku-Kux-Klan. 'Seremos bolcheviques, católicos, fascistas, ateos, militaristas, en diversos grados de iniciación', proclama el Astrólogo. La confusión no es un defecto, sino un programa. La sociedad secreta necesita un crimen que funde la hermandad: la víctima será Barsut, el odiado cuñado de Erdosain. La segunda parte, Los lanzallamas (1931), es aún más triste y despiadada.
Las fabulaciones de los personajes golpean en cada página contra el realismo y por momentos acercan la novela a la ciencia-ficción. Erdosain se repite escenas en las que un millonario lo llama para salvarlo de su vida gris, o en la que lo someten a minuciosas humillaciones. Cada uno de los otros conjurados tiene sus propios proyectos de redención a través de la religión, el dinero o el mal. El Astrólogo es el que se propone organizar todos esos sueños, para amasar con esas alucinaciones parciales su propia alucinación total. Por eso es o bien el más loco de todos, o bien el que no está loco en absoluto.
Arlt vio lo que estaba escondido. Estamos acostumbrados a ver la energía en el optimismo y la buena voluntad; Arlt supo descubrirla en el fracaso, en la desesperanza sin remedio, en las aspiraciones inconfesables, en la locura. La revolución del Astrólogo no está dirigida a los obreros, sino a los que hablan solos en los bares de las estaciones, los que ensayan un diálogo donde enfrentan a su jefe, y que jamás pronunciarán, los que se muerden los labios para no revelar un secreto inconfesable, que a nadie importa, los humillados de toda clase.
Este año se cumplen sesenta años de su muerte.
Arlt murió muy joven, a los 42, en una de las tantas pensiones que habitó y de donde constantemente lo echaban por las peleas con su mujer, el explosivo resultado de sus experimentos y sus intentos de tocar el piano. Su nombre suena como una máquina de escribir en medio de la noche, que no sabemos de donde viene, y cuyo ruido se infiltra en nuestras pesadillas o nuestro insomnio.
Pablo de Santis (Buenos Aires, 1963) es autor de la novela El calígrafo de Voltaire (Destino).
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