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ANTE LAS ELECCIONES A RECTOR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Quién habla a favor de la Universidad?

En vísperas de elecciones a rector de la Universidad, es frecuente la aparición de colectivos que, mediante la publicación de manifiestos, artículos de opinión, etcétera, pretenden influir sea en los candidatos, sea en los electores, en una u otra dirección. El propósito de tales artículos es dar las claves que deben guiar al/los candidato/s si pretenden ser seguidos por la comunidad universitaria. La lectura de dichos escritos suele ser un divertido ejercicio a mitad camino entre la política, la semiótica y la criptografía.

Este artículo no pretende ser una excepción, así que desempolve el amable lector sus herramientas de descifrado y comience la tarea.

La Universidad de Valencia va a elegir rector. Dos circunstancias externas actuales resultan cruciales para el futuro de la Universidad y el nuevo equipo rectoral deberá guiar la nave precisamente ahora. A nuestro juicio, los elementos clave que deben tenerse en cuenta para definir un programa de futuro son, en primer lugar, la adaptación a la nueva Ley Orgánica de Universidades (LOU). Es cierto que la LOU no nos gusta a los universitarios en general. También es cierto que ha sido elaborada desde el desprecio hacia nuestra opinión corporativa y, en gran medida, hacia nuestro trabajo y lo que éste representa. Pero la ley es un hecho, ha sido legítimamente aprobada y, mientras el parlamento no la derogue, la tendremos que aplicar y nos la tendremos que aplicar nosotros mismos. Será necesaria una buena dosis de sensatez y de imaginación para aceptar nuestra propia idiosincrasia al nuevo marco legal. Pero esto no es nuevo. Lo llevamos haciendo quinientos años. Sin embargo, no será fácil encajar nuestro talante tolerante, democrático, participativo, comprometido con nuestro pueblo y nuestra cultura y, al mismo tiempo, con el conocimiento profundo, la crítica y el rigor intelectual, con una ley que restringe drásticamente la participación de los sectores más numerosos e inquietos de la Universidad.

En segundo lugar, está el desarrollo científico, cultural y docente que la Universidad de Valencia ha experimentado en las dos últimas décadas, gracias al trabajo de muchos universitarios y al impulso y sensibilidad demostrados por algunos miembros de los equipos de gobierno, y que ha situado a la Universidad de Valencia entre las primeras cinco universidades españolas. Por decirlo gráficamente, estamos a punto de despegar para integrarnos en la élite de las universidades europeas. Y ésta es una oportunidad que no nos podemos permitir el lujo de perder. Que la sociedad a la que servimos y nos sustenta no se merece que perdamos. Para ello es preciso desterrar recelos entre la Universidad y la sociedad y abandonar el desencanto, ejerciendo la pedagogía necesaria para convencerla de nuestra valía y convencernos todos de que viajamos en el mismo tren y que hay que ir hacia delante.

Estos son los retos. El nuevo equipo de gobierno ha de recogerlos. Así que podemos definir su perfil. Necesitamos un equipo formado por personas de reconocido prestigio científico e intelectual, que reúna además cualidades como: Imaginación en la búsqueda de soluciones; sensibilidad hacia los problemas de los investigadores, profesores, personal de administración y servicios y estudiantes; capacidad de diálogo y pragmatismo, escaso dogmatismo y mucho menos sectarismo ideológico; ambición para reforzar el prestigio social, cultural y científico de la Universidad de Valencia.

Sólo así será posible establecer y mantener el necesario clima de diálogo con otras instituciones, especialmente con la Generalitat Valenciana, con el fin de reivindicar el tratamiento diferenciado que merece la Universidad de Valencia, alma mater de las universidades valencianas, en el futuro plan de financiación, como universidad pública, que debe atender a las enseñanzas y a la cultura aunque no representen un negocio y que ha hecho una apuesta decidida por un profesorado estable y de calidad contrastada. Sólo así será posible dar un impulso decidido hacia la modernización en los métodos docentes, incorporando las nuevas tecnologías de la información (TIC), favoreciendo la personalización del proceso de aprendizaje y la progresiva responsabilización del estudiante en su propia formación, ampliando las enseñanzas prácticas, especialmente en la empresa, con el fin de integrar más eficazmente al futuro licenciado en el mundo laboral. Sólo así será posible desarrollar los programas de reciclaje que permitan a los titulados volver periódicamente a las aulas. Sólo así será posible, por fin, confeccionar unos planes de estudio flexibles, altamente tranversales, adaptables, lejos de corsés uniformizadores, pero, al mismo tiempo, sometidos a evaluación externa continua para asegurar su eficacia y homologación internacional.

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Por todos estos desafíos a enfrentar, las próximas elecciones son, pues, a nuestro parecer, un reto apasionante e ilusionante, por lo que este artículo de opinión tiene como objetivo pedir el voto a todos los universitarios. Especialmente a los que han llegado a la conclusión de que no vale la pena hacer nada, porque piensan que la política universitaria no tiene remedio. Todos debemos participar en este proceso. Es muy importante que el nuevo equipo de gobierno se sienta respaldado por el máximo número de votos para llevar adelante su tarea. Ahora tenemos la posibilidad de introducir, en el nivel más alto de la política universitaria, la sensibilidad hacia los problemas reales y una capacidad de gestión eficaz para poder ponerles solución.

Pero este escrito no puede quedarse en un mero nivel de abstracción. Es necesario abandonar la política concebida como un lujo cultural y bajar a tierra hasta mancharse. Las elecciones no son entre meras ideas, sino entre dos candidatos y sus equipos. Y los candidatos y sus equipos no son personas desconocidas. Especialmente los candidatos. Ambos han detentado cargos de responsabilidad en la Universidad. La huella dejada por cada uno tras su paso por la gestión universitaria habla de ellos y de su compromiso con la institución. Ahora nos toca a nosotros hablar con nuestro voto en favor de la Universidad.En vísperas de elecciones a rector de la Universidad, es frecuente la aparición de colectivos que, mediante la publicación de manifiestos, artículos de opinión, etcétera, pretenden influir sea en los candidatos, sea en los electores, en una u otra dirección. El propósito de tales artículos es dar las claves que deben guiar al/los candidato/s si pretenden ser seguidos por la comunidad universitaria. La lectura de dichos escritos suele ser un divertido ejercicio a mitad camino entre la política, la semiótica y la criptografía.

Este artículo no pretende ser una excepción, así que desempolve el amable lector sus herramientas de descifrado y comience la tarea.

La Universidad de Valencia va a elegir rector. Dos circunstancias externas actuales resultan cruciales para el futuro de la Universidad y el nuevo equipo rectoral deberá guiar la nave precisamente ahora. A nuestro juicio, los elementos clave que deben tenerse en cuenta para definir un programa de futuro son, en primer lugar, la adaptación a la nueva Ley Orgánica de Universidades (LOU). Es cierto que la LOU no nos gusta a los universitarios en general. También es cierto que ha sido elaborada desde el desprecio hacia nuestra opinión corporativa y, en gran medida, hacia nuestro trabajo y lo que éste representa. Pero la ley es un hecho, ha sido legítimamente aprobada y, mientras el parlamento no la derogue, la tendremos que aplicar y nos la tendremos que aplicar nosotros mismos. Será necesaria una buena dosis de sensatez y de imaginación para aceptar nuestra propia idiosincrasia al nuevo marco legal. Pero esto no es nuevo. Lo llevamos haciendo quinientos años. Sin embargo, no será fácil encajar nuestro talante tolerante, democrático, participativo, comprometido con nuestro pueblo y nuestra cultura y, al mismo tiempo, con el conocimiento profundo, la crítica y el rigor intelectual, con una ley que restringe drásticamente la participación de los sectores más numerosos e inquietos de la Universidad.

En segundo lugar, está el desarrollo científico, cultural y docente que la Universidad de Valencia ha experimentado en las dos últimas décadas, gracias al trabajo de muchos universitarios y al impulso y sensibilidad demostrados por algunos miembros de los equipos de gobierno, y que ha situado a la Universidad de Valencia entre las primeras cinco universidades españolas. Por decirlo gráficamente, estamos a punto de despegar para integrarnos en la élite de las universidades europeas. Y ésta es una oportunidad que no nos podemos permitir el lujo de perder. Que la sociedad a la que servimos y nos sustenta no se merece que perdamos. Para ello es preciso desterrar recelos entre la Universidad y la sociedad y abandonar el desencanto, ejerciendo la pedagogía necesaria para convencerla de nuestra valía y convencernos todos de que viajamos en el mismo tren y que hay que ir hacia delante.

Estos son los retos. El nuevo equipo de gobierno ha de recogerlos. Así que podemos definir su perfil. Necesitamos un equipo formado por personas de reconocido prestigio científico e intelectual, que reúna además cualidades como: Imaginación en la búsqueda de soluciones; sensibilidad hacia los problemas de los investigadores, profesores, personal de administración y servicios y estudiantes; capacidad de diálogo y pragmatismo, escaso dogmatismo y mucho menos sectarismo ideológico; ambición para reforzar el prestigio social, cultural y científico de la Universidad de Valencia.

Sólo así será posible establecer y mantener el necesario clima de diálogo con otras instituciones, especialmente con la Generalitat Valenciana, con el fin de reivindicar el tratamiento diferenciado que merece la Universidad de Valencia, alma mater de las universidades valencianas, en el futuro plan de financiación, como universidad pública, que debe atender a las enseñanzas y a la cultura aunque no representen un negocio y que ha hecho una apuesta decidida por un profesorado estable y de calidad contrastada. Sólo así será posible dar un impulso decidido hacia la modernización en los métodos docentes, incorporando las nuevas tecnologías de la información (TIC), favoreciendo la personalización del proceso de aprendizaje y la progresiva responsabilización del estudiante en su propia formación, ampliando las enseñanzas prácticas, especialmente en la empresa, con el fin de integrar más eficazmente al futuro licenciado en el mundo laboral. Sólo así será posible desarrollar los programas de reciclaje que permitan a los titulados volver periódicamente a las aulas. Sólo así será posible, por fin, confeccionar unos planes de estudio flexibles, altamente tranversales, adaptables, lejos de corsés uniformizadores, pero, al mismo tiempo, sometidos a evaluación externa continua para asegurar su eficacia y homologación internacional.

Por todos estos desafíos a enfrentar, las próximas elecciones son, pues, a nuestro parecer, un reto apasionante e ilusionante, por lo que este artículo de opinión tiene como objetivo pedir el voto a todos los universitarios. Especialmente a los que han llegado a la conclusión de que no vale la pena hacer nada, porque piensan que la política universitaria no tiene remedio. Todos debemos participar en este proceso. Es muy importante que el nuevo equipo de gobierno se sienta respaldado por el máximo número de votos para llevar adelante su tarea. Ahora tenemos la posibilidad de introducir, en el nivel más alto de la política universitaria, la sensibilidad hacia los problemas reales y una capacidad de gestión eficaz para poder ponerles solución.

Pero este escrito no puede quedarse en un mero nivel de abstracción. Es necesario abandonar la política concebida como un lujo cultural y bajar a tierra hasta mancharse. Las elecciones no son entre meras ideas, sino entre dos candidatos y sus equipos. Y los candidatos y sus equipos no son personas desconocidas. Especialmente los candidatos. Ambos han detentado cargos de responsabilidad en la Universidad. La huella dejada por cada uno tras su paso por la gestión universitaria habla de ellos y de su compromiso con la institución. Ahora nos toca a nosotros hablar con nuestro voto en favor de la Universidad.

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