'ETA vive una crisis estratégica'
Florencio Domínguez (Caparroso -Navarra-, 1956), redactor jefe de la agencia de noticias Vasco Press, es uno de los periodistas e investigadores que más en profundidad conoce a ETA. Acaba de publicar Dentro de ETA. La vida diaria de los terroristas (Aguilar), una obra en la que, empleando abundante documentación inédita, analiza la vida personal y las actuaciones de los terroristas.
Pregunta. Su libro presenta una imagen diferente de la que normalmente se ha ofrecido del activista de ETA, tanto desde las filas de quienes le apoyan como desde los medios informativos. ¿A qué obedece esa distorsión?
Respuesta. Se ha dado porque no lo conocemos, porque lo que vemos es normalmente el rastro de su actividad, sus atentados. Viven en un mundo clandestino donde no es fácil tener acceso a información que nos dé un perfil real. A menudo los periodistas nos hemos dejado llevar por un ambiente y hemos contribuido a crear mitos. Por parte del mundo de ETA ha habido un interés de presentar al etarra como un idealista, confundiendo fanatismo con idealismo.
'Existen más cosas, pero si la policía no debilita a ETA, nunca será derrotada'
'No vimos que se estaba adoctrinando a una generación nueva en el uso de la violencia'
P. ¿Qué papel creen los propios etarras que tienen?
R. Se creen sujetos de un movimiento superior en el que no se sienten responsables de nada. Participan en una estrategia, realizan unas actividades, pero no se sienten responsables de sus propias acciones, de los asesinatos. Piensan que obedece a una fuerza superior o que es responsabilidad de un gobierno que no les reconoce no sé qué o que era inevitable.
P. Ha utilizado múltiples documentos elaborados por los propios etarras que muestran de forma directa sus ideas. ¿Qué impresión ha sacado?
R. El etarra es un sujeto normal la mayor parte de las veces. No es un caso de patología como a menudo se presenta. La mayoría son sujetos normales con sentimientos parecidos al resto de los ciudadanos, sólo que eso lo hacen compatible con una carga ideológica que les hace soportable quitar la vida a otras personas. Son capaces de albergar al tiempo sentimientos de pena cuando muere un conocido suyo o lo encarcelan y la indiferencia absoluta con respecto a la vida de los que no son de su secta.
P. ¿De todas las historias que ha reconstruido, cuál le ha sorprendido más?
R. Una de las que más me ha llamado la atención es el desenganche de Carmen Guisasola. Tras un periodo de su vida muy intenso integrada en ETA, del nivel más bajo a la dirección, por una reflexión personal se va desenganchando y llega a un punto en que es expulsada de ETA porque ya no coincide con la ortodoxia de la organización. Hay casos más sorprendentes, como el de Txelis, pero la evolución de Guisasola me llama la atención, quizá porque parece verse un abandono de la vida en grupo hacia un subjetivismo personal. El mundo de ETA es colectivista, el individualismo no está bien visto y la evolución de esta mujer es justo lo contrario.
P. ¿Cuál es el nivel de información real sobre la ETA actual?
R. Lo que tenemos siempre presente es lo que hace públicamente. Y vemos su voluntad de continuar en esta línea. Luego hay otras cosas que podemos intuir. En estos últimos años ETA ha tenido una especie de renovación generacional con personas muy radicalizadas, muy dispuestas a la violencia, sin alto nivel de reflexión política. Eso nos hace intuir que esa gente no está dispuesta a dar marcha atrás. Eso coincide con que hayan desaparecido ciertos límites, como poner un coche bomba en el centro de Bilbao en hora punta.
P. ¿Se ha producido un corte en ETA en virtud de esas nuevas incorporaciones?
R. El corte se produce en los años 1995-96 cuando, como respuesta a la crisis de Bidart, ETA y la izquierda abertzale ponen en marcha la estrategia de enfrentamiento civil y consiguen cambiar una tendencia. Hasta ese momento, ETA estaba perdiendo capacidad de reclutar jóvenes. La edad media al ingresar en ETA estaba elevándose y en 1994 se alcanza el pico más alto: más de treinta y algunos años. A partir del 94, empieza a bajar. En ese momento perdemos esta guerra, porque no hay una respuesta institucional adecuada a ese reto. Se piensa: 'Bueno es gente que quema autobuses, no tiene más importancia'. Y lo que no estábamos viendo, sobre todo no estaban viendo las instituciones, es que se estaba adoctrinando a una generación nueva en el uso de la violencia como método político.
P. ¿Qué opina cuando escucha que es imposible una victoria policial sobre la banda, porque siempre hay gente dispuesta a entrar en ella?
R. No se puede vencer sólo policialmente, lo que no significa que haya que darle concesiones políticas a ETA, pero sin la acción policial tampoco se le puede vencer. Luego hay muchas más cosas que se pueden hacer, eso es evidente, tanto en lo político como acciones sociales. La unidad de los partidos democráticos es también una forma de combatir a ETA. Existen muchas cosas además de la actuación policial, pero si la policía no debilita a ETA, nunca será derrotada.
P. ¿Las fuerzas de seguridad van por delante o por detrás de la banda?
R. Tras la ruptura de la tregua hubo un momento en que ETA tomó la iniciativa. En el verano de 2000 inicia una ofensiva muy potente, que se va debilitando por la reacción policial. A lo largo de 2001, ETA está mucho más débil que cuando rompe la tregua. A los servicios de información les habían ido llegando datos y esperaban una ofensiva muy dura para finales del año pasado, que no se produjo por una serie de operaciones policiales que desmantelan buena parte de los comandos. También se esperaba que, coincidiendo con el inicio de la presidencia española [de la UE], volviera a hacer un intento de ofensiva y hasta ahora ha sido relativamente moderado. Lo que estamos viendo en Francia en los últimos meses está poniendo a ETA en una situación complicada. Creo que en este momento está a la defensiva y las fuerzas de seguridad llevan la ofensiva.
P. ¿Operativamente, en este momento a qué organización se enfrenta la sociedad?
R. A una organización que tiene una crisis estratégica importante. ETA se pasó casi veinte años defendiendo la negociación con el Estado; desde el 95 abandona esa estrategia y busca otra alternativa, que se materializa en el 98, de un frente nacionalista para avanzar al soberanismo por la vía de hecho. La impaciencia de ETA rompe ese frente. ETA esperaba quizá que esa ruptura fuera temporal y se volviera a reconstruir el entendimiento con el PNV y EA; intenta aislarlos con los atentados para que no tengan puentes de entendimiento con el PP y el PSE. A medida que fracasa esa estrategia, se ve obligada a atacar cada vez más de cerca al PNV y ahora hemos visto que ya los cargos peneuvistas figuran en su lista de objetivos porque intenta que el PNV cambie por la fuerza. Su última esperanza era poder condicionarlo con los escaños de Batasuna en el Parlamento. Eso se le viene abajo el 13-M y ETA entra en una situación de crisis estratégica. Ya no tenía el norte de la negociación con el Estado, ya el frente soberanista se le ha venido abajo porque no puede condicionar al PNV y entra en una fase de desorientación, reconocida. Y sigue haciendo atentados porque la actividad terrorista impide que aparezcan contradicciones.
P. ¿Cree que hay un terreno posible para recobrar la unidad de los partidos democráticos?
R. A corto plazo es difícil, porque cuando no hay coincidencias ni siquiera sobre el marco político del País Vasco es muy difícil conseguir otras coincidencias sobre la lucha antiterrorista. Se han roto los acuerdos que hubo en una época y no se han encontrado puntos de entendimiento alternativos.
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