'En cine no hay libertad de mercado, las pantallas están secuestradas'
Sus colegas de oficio le llaman cariñosamente, 'Tamarit el breve'. Y es que Vicente Tamarit ha sido el director más efímero de la historia de la Televisión Valenciana. Apenas estuvo seis meses en el cargo, al que accedió tras la llegada del PP al Gobierno de la Generalitat. Como director ha rodado el largometraje El hombre de la nevera y como productor fue el responsable de la teleserie Russafa 56. La última película que ha dirigido es un documental, El siglo de Joaquín Rodrigo.
P. ¿Lo suyo en Canal 9 fue el sueño de una noche de verano, o aterriza como puedas?
R. Sin duda el sueño de una noche de verano porque me lo propusieron en aquel verano del 95 en que yo estaba muy eufórico con mis contactos europeos y creí que podía hacer algo interesante. El 'aterriza como puedas' vino después, al salir.
P. ¿Por qué aquí, con tantos nacionalismos, no hay excepción cultural como en Francia?R. Esa es una de las tremendas paradojas de la política audiovisual española.
P. Hace un año, en esta misma página, la actriz Rosana Pastor decía que usted había tenido la valentía de intentar hacer cine en Valencia. Sin embargo, al final se ha tenido que ir a trabajar a Barcelona.
R. He tratado de resistir en Valencia y he trabajado por la industria audiovisual desde la antigua asociación de productores y desde la de directores, de la que fui presidente, pero es desalentador.
P. ¿Por qué?
R. Porque la respuesta es muy sorda. La respuesta de la clase política valenciana ante esta industria, que es una de las más pujantes del mundo, ha sido muy negativa. En EE UU es el segundo sector industrial.
P. El cine francés logró el pasado año una cuota de pantalla de más del 40%.
R. Hace tiempo que Francia sabe lo que tiene que hacer en la era de la comunicación para que su cultura pueda sobrevivir: por un lado la salvaguarda de la francofonía y por otro, el desarrollo de las industrias de la comunicación.
P. Las distribuidoras americanas controlan el 84% del cine español y los productores denuncian la marginación de nuestro cine por parte de esas mismas distribuidoras.
R. Con esas cifras no puedo entender cómo los políticos y los economistas no aceptan que el mercado no es libre, está secuestrado. Lo que ocurre en las pantallas españolas es un secuestro.
P. En cine la libertad de creación y la de mercado no van de la mano.
R. La situación en Europa es precaria y en el tercer mundo no tienen capacidad para poder ser creativos. La libertad de mercado anula la creatividad de las sociedades menos poderosas y de los grupos lingüísticos más débiles.
P. Y en España, que es un Estado de muchos nacionalismos empezando por el español y siguiendo por los periféricos, no se plantea la excepción cultural al libre mercado como han hecho los franceses.
R. Esa es una de las tremendas paradojas de la política audiovisual en España, tanto nacionalismo y nadie es capaz de reaccionar ante la avalancha cultural norteamericana a través del cine y de la televisión. Este es un país muy contradictorio. Me parece muy positivo lo que está pasando con las teleseries españolas, que están recuperando la popularidad de los actores. Quizá por ahí podamos empezar a respirar y a desarrollar un audiovisual un poco más competente, porque las medidas políticas no están incentivando la producción.
P. ¿Al final son los cómicos los que van a salvar el asunto?
R. Sí, hay que quitarse el sombrero ante los actores por el gran trabajos que están haciendo.
P. En Valencia los actores se sienten maltratados por la política cultural del PP.
R. Entiendo la respuesta de los actores y de la gente del teatro al ver la desproporción de ciertas inversiones respecto al desarrollo de la política teatral. Porque además aquí tenemos una gente muy competente que está estrenando en Madrid y en Barcelona con grandes éxitos. No es normal que se les ningunee. Yo admiro a Carles Alberola y admiro el trabajo que están haciendo Carles Alfaro y tantos otros.
P. Casi hemos conseguido no criticar a la televisión.
R. La cruda realidad es que el público masivo consume una tele muy mala. El público minoritario debería estar abastecido por las televisiones públicas y sin embargo éstas compiten por la telebasura. Todos los políticos que tienen una televisión pública en el momento que asumen el poder, la tienen como suya y se vuelven locos por conseguir la mayor clientela posible y por tanto quieren audiencia a cualquier costo. Mi experiencia como director de Televisión Valenciana fue muy interesante, pero muy desalentadora, porque yo creo que el objetivo de una televisión pública no puede ser la máxima audiencia.
P. ¿Y cuál debe ser?
R. Cubrir el espacio que no ocupan las privadas, el del público más interesado en los productos culturales, divulgativos e informativos. Creo que no deberían tener publicidad y que tampoco tienen que emitir las 24 horas.
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