La mirada de un pintor
Poco antes de morir, en julio de 1998, Antonio Saura reunió sus ensayos sobre pintura bajo el título Fijeza. Posteriormente, su hija y su viuda se han encargado de editar otros escritos del pintor agrupándolos en diversas publicaciones, como Crónicas (también en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) o este Visor: sobre artistas 1958-1998 que ahora ve la luz. Como tantos compendios de textos ya publicados, es éste un libro desigual en el que las breves notas necrológicas y algunos ensayos de gran calado sobre la obra de artistas fundamentales del siglo XX (Miró, Duchamp, Pollock, Baelitz) conviven con los textos escritos para catálogos de pintores menos relevantes (Cabrera Moreno, Cristina Rubalcaba). Se podría decir que en estas páginas la curiosidad convive con la amistad y el análisis con la metáfora. Curiosamente, los textos de Saura se hacen eco de las desigualdades de la obra analizada y, así, los comentarios de trabajos de menor enjundia quedan más difuminados y resultan más descriptivos que analíticos o, en ocasiones, más metafóricos que precisos.
VISOR: SOBRE ARTISTAS 1958-1998
Antonio Saura Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores Barcelona, 2001 383 páginas. 17,43 euros
Entre los artículos más sobresalientes, Klee, punto final repasa la obra terminal del pintor suizo que, frente a la adversidad de su enfermedad, se aventuró por nuevos territorios abandonando la sutileza y el misterio iniciales para afirmarse en un estilo rotundo. Francis Bacon, por su parte, fue uno de los pintores que, desde sus múltiples paradojas (presencias francas en situaciones ambiguas, afirmación del presente y fascinación por la historia, ausencia de mensaje en imágenes inolvidables), más fascinó a Saura por su capacidad para mostrar 'el punto en el que la belleza de la obscenidad se hace pintura'. También Picasso aprueba con nota el examen de Saura muchas veces a pesar del propio Saura. Tras reconocer que el malagueño alumbró en diversos instantes la imagen de la modernidad (con Las señoritas de Aviñón, el primer cubismo analítico y sobre todo con las damas monstruosas, los retratos de Dora Maar que Saura considera 'la mejor representación del odio amoroso jamás pintada') critica la 'beatería sentida por el público y la crítica frente a toda la obra sin distingos'. Esta incapacidad para distinguir entre las épocas más débiles o las peores obras del pintor polimorfo que fue Picasso termina, en su opinión, dañando su reputación. La otra cara de la moneda, igualmente analítica y razonada, la constituyen los escritos sobre la bestia negra de Saura: Salvador Dalí, a quien acusa de vivir 'encerrado en el engranaje de su propio sistema, condenado a repetir su discurso de estupideces mitificadas' sufriendo 'una patética degradación que le empuja a falsear la imagen de lo que debe ser un artista'. Saura, que dedica a Dalí tres de los escritos aquí recogidos, llega a decir que la mayor parte de sus obras constituyen un verdadero insulto y son indignas de figurar en un Museo de Arte Moderno. 'Lo más grave es la convicción generalizada de la permanencia revolucionaria de toda su obra', asegura. Saura describe la mejor obra del ampurdanés como 'la memoria de una playa' para terminar diciendo que 'en las playas de Dalí hace ya mucho tiempo que ningún verdadero acontecimiento se produce'.
La vehemencia y el rigor de los análisis de Saura quedan sin embargo difuminados por la falta de poda editorial. La desigual hondura de los textos seleccionados, la repetición de varias de las ideas en diversos artículos y la ausencia de imágenes para ilustrar las obras comentadas hacen de esta publicación un volumen dispar en el que, sin embargo, se recuerda, a través de la pintura de otros, al agudo y erudito observador que fue el pintor Antonio Saura.
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