El gran relevo en las orquestas
Parece que el futuro de la música clásica en Europa depende en gran parte ahora de un relevo radical. No es teoría. Mientras en Estados Unidos se recurre últimamente a la experiencia para la sucesión en las orquestas, varias formaciones europeas han empezado a ingerir elixires de juventud en forma humana y han ofrecido grandes retos a profesionales de poco más de veinte años.
En el Reino Unido han empezado ya en Glyndebourne, al elegir a Vladimir Jurowski, con 29 años, para un puesto de responsabilidad. Las cosas se animaron y la BBC, responsable de la Orquesta Sinfónica Escocesa, recurrió a Illan Volkov, un israelí de 25 años, para que fuera titular. Su serenidad y su aplomo convencieron a los músicos para admitirle en el podio. Son nombres que siguen la estela de Daniel Harding, quizá el director veinteañero más famoso, que con 26 es responsable de la Deutsche Kammerphilarmonie de Bremen, aunque ya se le empieza a tratar en algunos círculos como una 'estrella fugaz'. Pero la cosa se ha puesto seria cuando la Orquesta Nacional Belga ha recurrido a un finlandés novato llamado Mikko Franck para hacerse cargo de la titularidad. La edad de éste ha hecho saltar las alarmas: 22 años, según relata el crítico británico Norman Lebrecht, autor del libro El mito del maestro, en el último número de la revista Scherzo.
¿Dónde queda la madurez, la sabiduría, dos de los requisitos hasta ahora incuestionables para ser considerado maestro? Josep Pons, de 44 años, director de la Orquesta de Granada, va más allá: '¿Se han acabado los grandes maestros? ¿No volverán a repetirse los Solti, los Celebidache, los Karajan, los Bernstein?'. Teme Pons, valor en alza dentro del panorama musical español, que esta desesperada búsqueda de la juventud sea puro marketing. Y continúa preguntándose: '¿Qué se espera hoy de los directores de orquesta?', a lo que se contesta: 'Tengo la impresión de que deberíamos, como artistas, ser portadores de algo más, de valores de humanismo, y para eso es necesario plantearse cosas, perseguir objetivos artísticos que con 20 años no estás preparado para perseguir', afirma. 'A no ser que uno sea un superdotado, pero eso es raro en tantos sitios a la vez'.
Cree este director que la clave, la gran ambición, la aspiración máxima de un director debe ser la creación de un sonido propio. 'A esa edad no se tiene la capacidad ni la autoridad, ni la experiencia, ni la sabiduría suficiente como para llegar a las entrañas de una orquesta para lograr eso', cuenta Pons. Como muestra de que ese reto es difícil, argumenta que en la generación anterior sólo dos directores lo han conseguido rotundamente: Mariss Jansons y Simon Rattle.
Lo que está claro es que esa euforia de algunos europeos por los jóvenes inexpertos no ha llegado a España. Y muchos reclaman su oportunidad en un país en el que ya proliferan las orquestas. Pons es uno de los titulares más jóvenes, pero para ser responsable artístico de una formación musical en España, por lo menos hay que haber pasado los treinta.
Pedro Halffter Caro, de 30 años, y experiencia acumulada tras su debú con 20, es un ejemplo. En España, dirige, pero cuenta con más actividad en Alemania, donde es principal director invitado en dos orquestas: la Filarmónica de Núremberg y la Deutsche Kammer Akademie. Este artista alterna la batuta con la composición y el próximo 19 de marzo estrena una obra dedicada a Nueva York en el Auditorio Nacional. 'La juventud es un problema con los músicos mayores de las orquestas, pero una ventaja con los componentes más jóvenes', dice Halffter Caro. 'En España hay miedo a la hora de nombrar gente joven. Es algo que nunca se ha probado a hacer porque la música se contempla con mucho respeto y sin riesgos para que las cosas no salgan mal'.
Terror al fracaso, demasiada reverencia, poca naturalidad, como quiera llamarse. 'Se exige mucho nivel, yo he visto conciertos y óperas en Europa con músicos y cantantes aceptables a los que los nuevos valores españoles, a los que se incluye de rondón en segundos repartos y gracias, superan con creces', dice el músico. En resumen, que éste anima a que los programadores, los responsables culturales, los gestores se tiren más a la piscina: 'Nos falta un poco de apoyo, sin experiencia no podemos crecer y para eso necesitamos practicar ante el público', cuenta.
Es lo mismo que sostiene
José de Eusebio, de 34 años, otro de los directores españoles jóvenes con más proyección. 'Los puestos de dirección de orquesta se ven como una posición de poder', afirma De Euse-bio. 'Nuestra generación tiene otras cosas que aportar. Por ejemplo, otro talante', dice. 'Antes, los directores se solían comportar con cierta superioridad, a nosotros nos han educado de otra forma, sabemos que no debemos mostrarnos superiores, sino más responsables. Tenemos más los pies en la tierra y eso nos proporciona cercanía para relacionarnos con los músicos', dice este director que se ha empeñado especialmente en recuperar las óperas de Isaac Albéniz. Su grabación de Merlín fue un éxito y esta ópera se verá escenificada en el Teatro Real de Madrid en mayo de 2003. Ahora va a registrar otra, Henry Clifford.
De Eusebio se queja de que en España, los directores españoles no compiten con las mismas ventajas que otros: 'Se nos prejuzga demasiado, hay que demostrar más que en Europa, donde primero te ven trabajar y luego se forman una opinión'. Y añade: 'A igualdad de condiciones, un ruso o un alemán tienen más posibilidades de trabajar que nosotros aquí'.
La estela de los jóvenes prodigios
AUNQUE MUCHOS guarden la imagen de directores de orquesta ancianos o maduros con canas encima de los podios, es un oficio en el que muchos han comenzado de manera precoz. La apuesta por la juventud no es algo nuevo. Si hay que remontarse a la generación anterior, los buques insignia de ese periodo musical que floreció en los noventa llegaron jóvenes al poder. Simon Rattle, hoy flamante responsable de la Filarmónica de Berlín, obtuvo su primera gran oportunidad a los 25 años, cuando empezó como titular en la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, donde ha permanecido 18 años. Riccardo Chailly fundó un festival, el de Montepulciano, con 23, y accedió a la Sinfónica de la Radio de Berlín Oeste con 29. A los 35 era el jefe en la Concertgebouw de Amsterdam. Valeri Gergiev fue responsable de la Sinfónica de Armenia con 28 años y llegó al Kirov de San Petersburgo también con 35. Esa-Pekka Salonen, la perla escandinava, se encontró como director de la Orquesta de la Radio de Suecia con 28 años.Daniele Gati pasó los 30 para conseguir su puesto. Pero fue en una gran orquesta, la Santa Cecilia, de Roma, que apostó por él cuando tenía sólo 31 años. Si nos remontamos a generaciones anteriores vemos que la juventud es un revulsivo al que siempre se ha recurrido en la música. Carlos Kleiber llegó a Düsseldorf con 26 años. Mayores, como Kurt Sanderling, llegó a la Orquesta de la Radio de Moscú con 25 años y, más atrás, Herbert von Karajan accedió a la orquesta de Ulm, en Alemania, con 20 años, y a su primer gran puesto, en la Ópera Estatal de Berlín, con 30, o Leonard Bernstein, que llegó a la del City Center de Nueva York con 28. Wilhelm Furtwängler estuvo en Zúrich con 20 años y en Múnich con 22.
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