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EL 'CASO ISLA CHICA'
Columna
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La foto de Perico

Ya tienen la foto del Alcalde de Huelva entrando en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. ¿Es eso lo que querían? Pues ya la tienen. Pero, ¿y ahora qué? ¿Qué va a pasar (qué debe pasar) a partir de ahora?

Con respecto a la persecución del alcalde de Huelva por el asunto de los terrenos del antiguo Estadio Colombino se ha dicho y escrito mucho, y me temo que aún tendremos que oír y leer muchas otras cosas, no siempre acomodadas a la verdad, porque sigue siendo evidente el interés político por parte de algunos en continuar aventando el humo para que nadie se fije en la esencia del tema: aquí no hay más enjundia que la cacería política de que está siendo objeto Pedro Rodríguez por parte de un partido político (el PSOE de Huelva), con la imprescindible ayuda de un tránsfuga movido por el revanchismo. Y punto.

Supongo que si entrara a analizar los aspectos jurídicos del asunto podríamos llegar fácilmente a conclusiones jurídicas que serían más o menos convincentes, en función de la opinión o inclinación de cada uno, pero que al fin serían tan defendibles como las sostenidas por otros. Y podríamos hacerlo sin caer en la irresponsabilidad de quienes lo han hecho sentando conclusiones sobre bases cuya credibilidad resulta más que discutible.

Aunque no es sobre opiniones jurídicas sobre lo que quiero tratar en estas líneas, no puedo dejar de decir aquí que, a poco que abordemos el asunto con rigor profesional y con honradez intelectual (la honestidad, dice el clásico, es de cintura para abajo; la honradez, de cintura para arriba), no hay que ser muy espabilado para ver que no hay un problema de responsabilidad penal por más que se quieran forzar los argumentos. Todo lo más, puede haber distintas interpretaciones sobre la correspondencia de lo actuado con la legalidad administrativa, materia cuyo conocimiento correspondería a la jurisdicción contencioso-administrativa. En cualquier caso, es cuestión que está en los Tribunales, y ellos dirán lo que en Justicia corresponda.

Del mismo modo, como andaluz tengo que lamentar ciertas opiniones vertidas sobre este tema, con tan poca consideración como rigor, por algunos (entre los que se encuentra incluso algún catedrático), que se han prevalido de su aparente situación de independencia (bajo la piel de cordero se les ve el pelaje negro de lobo) para sumarse sin rubor intelectual a la campaña dirigida desde el PSOE-A contra Pedro Rodríguez, que ha cometido el imperdonable pecado de ser honrado y de ganar limpiamente (y con qué amplia mayoría) las elecciones municipales en el feudo socialista de Huelva.

Además, llama tremendamente la atención una curiosa circunstancia, que se repite en las estrategias socialistas desde hace años, y es que siempre acusan a los demás de aquello de lo que tienen repleto su registro de antecedentes: de corrupción. Parece como si no comprendieran el ejercicio de la política (noble ocupación, si no fuera por tan pobres servidores públicos) sin hacer de ella un lugar común de tropelías, corrupciones y mangoletas, una 'casa común' de desahogados, fanfarrones y farsantes. Pero, qué le vamos a hacer: ¡siempre habla el cojo del pie de que cojea! ¡Qué fácil es dar lecciones de ética desde el travestismo político! ¡Pero qué triste, qué patético resulta!

Perdón por la digresión, pero es que uno siente algo de pena e incluso rabia, al ver lo innobles que pueden ser algunos políticos.

La pregunta era ¿qué va a ocurrir (o, mejor, qué debería ocurrir) a partir de ahora? Porque lo único cierto es que se ha articulado una feroz campaña, sin fundamento, contra Pedro Rodríguez, con la intención de apearlo del lugar en el que le han situado por segunda vez, con su voto cada vez más mayoritario, los onubenses.

A mi juicio, la conclusión es clara: con independencia de lo que debiera ser desde el punto de vista de las responsabilidades jurídicas (puede incurrir en responsabilidad penal quien acuse falsamente a otro), está claro que desde la perspectiva política debería haber una reacción ciudadana contra los instigadores y los ejecutores de la campaña contra Pedro Rodríguez, negándoles lo que tan arteramente han tratado de conseguir: su voto.

Y eso es lo que está ocurriendo en Huelva, según la encuesta publicada el pasado fin de semana: existe un apoyo cada vez mayor y más convencido de los onubenses hacia su alcalde y su gestión, en clara demostración de que en este caso los ciudadanos no se creen las mentiras que sobre Pedro Rodríguez están tratando de inculcarles desde el PSOE-A. Los mejores asesores del PP no hubieran conseguido tan buenos resultados.

Sin embargo, queda un regusto amargo, muy amargo. ¡Qué triste papel el de los tránsfugas, renegados y resentidos, elegidos precisamente por ir en la lista de un partido junto a un candidato, revolviéndose con las peores artes, con el peor de los estilos, con las peores intenciones, contra quien les consintió devaneos y perdonó traiciones! Que no se equivoquen: Roma no paga traidores.

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