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Reportaje:

El vía crucis de las discográficas

Los CD del concurso de TVE se han 'comido' el resto de lanzamientos

Diego A. Manrique

El mundo discográfico español también sufre la resaca de Operación Triunfo. Existe una compleja sensación de asombro y envidia: hasta el disquero más exquisito sueña con el gran pelotazo que llene de oro las arcas y que, por muy infame que sea la música vendida, permita financiar otros proyectos más respetables. No parece que ésta sea la intención de los principales beneficiarios del fenómeno, la compañía catalana Vale Music.

Junto a la admiración por la habilidad con que Vale Music y la productora televisiva Gestmusic han hallado nuevas maneras de vender canciones mil veces despachadas, se siente desolación. No es cierto, como machacan algunas informaciones, que Operación Triunfo haya salvado los resultados de la industria discográfica española; puede que eso tenga sentido en términos macroeconómicos, pero los hiperpublicitados lanzamientos del concurso de TVE han arrinconado el resto de las ofertas musicales. Aquí duele, y duele profundamente: unos discos que contienen esencialmente karaoke han enterrado obras más creativas y trabajadas. El modo habitual de crear música y artistas, afianzado a lo largo del siglo XX, se ha revelado ingenuo y arcaico.

El negocio musical no es ciertamente inocente en semejante desastre estético: desde hace años, su principal argumento publicitario para atraer el interés hacia un disco son las ventas. Vale Music y sus asociados han desarrollado ese argumento hasta su lógica conclusión: mil millones de moscas no pueden estar equivocadas.

Aun así, muchos disqueros experimentados se han ruborizado ante lo que denominan 'el obsceno reparto de adelantos y contratos discográficos' con que se ha coronado la presente etapa de Operación Triunfo. El célebre consejo de Mónica Naranjo -'buscaos un abogado'- era el único razonable y el único que los concursantes, atados por un acuerdo férreo, no podían atender. Moralmente, ese reparto de destinos y fortunas retrotrae a la industria a tiempos prehistóricos, cuando el ansia de los aspirantes era la principal baza para atarlos a contratos leoninos.

Desbordada Vale Music por las dimensiones del impacto de Operación Triunfo y con 16 carreras por desarrollar, ha acudido a las compañías establecidas. Ofrece acuerdos irresistibles: por una tajada considerable de los beneficios, traspasa artistas que ya son inmensamente populares, pero a los que hay que rellenar de contenido musical (aquí sí que sirven la experiencia y los dineros de las multinacionales). Tendremos disco de Rosa en BMG Ariola, curiosamente la disquera que presumía de tener el mejor catálogo nacional. Por el contrario, la todopoderosa Warner ha renunciado a los servicios de Chenoa y acaba de fichar a un grupo, Mártires del Compás, que hubiera sido detenido de aparecer por los alrededores de la famosa Academia, pero que, sin embargo, tiene obra, experiencia internacional y estilo inconfundible. Justo lo que ahora ya no está de moda.

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