Cuarteto trágico
Sentados ante el público, las dos actrices y los dos actores cuentan sensaciones, experiencias, vidas trágicas: forman un cuarteto de cámara. Pero, al mismo tiempo, todo parece un monólogo, de la misma forma que el cuarteto de cuerda es un solo instrumento: una confesión de la autora. Un año después de su estreno, Sarah Kane, que tenía 28 años, se suicidó dos veces: la salvaron de la primera, y en el mismo hospital donde la atendían se ahorcó.
Toda su obra es la de una larga depresión: tan larga como su vida. Hija de periodistas profundamente religiosos, escapó como pudo de su ambiente. Mucha gente escapa de la represión y de la neurosis por el teatro: así lo hizo, fue actriz, dirigió obras, escribió tres monólogos y su primer estreno como autora fue en 1995 (Blasted), cuando aún no tenía 24 años. A los críticos les horrorizó algo que les parecía sucio, repugnante, vil y maleducado. Aunque la relacionaron con Pinter o con Beckett, siempre fue como un ejemplar de la categoría más baja (a mí me recuerda Huis clos, de Sartre, pero con la desesperación multiplicada).
Ansia (Crave)
De Sarah Kane (seudónimo, Marie Keveldon). Intérpretes: Ángeles Espinosa de los Monteros, Cristina Falcón, Ángel Font y Gonzalo Jiménez. Traducción y dirección de Emmanuel Cini. Ciclo de teatro de autor, dedicado a Sarah Kane. Teatro Pradillo. Madrid.
Poco a poco fue despertando un interés muy especial; pero esta obra que iba a ser la última que viera representada la estrenó con seudónimo (María Keveldon) para intentar escapar a la terrible fama. Incluso se inventó la biografía de esa falsa escritora: 25 años, nacida en Alemania con padre de las fuerzas de ocupación, expulsada de Oxford, conductora de taxi, dueña de un gato llamado Grotowski... No consiguió la ficción: su texto la identificaba.
Cuatro voces
Es un texto evidentemente terrible. Su calidad, su exactitud de texto, sus frases como dardos, le apartan de la comicidad que podría inspirar el exceso de tragedia: al contrario, llegan directamente al público. Se describe a sí misma en estas cuatro voces.
Describe a una persona que, dice la traducción, plagia el dolor de los otros: le duele lo que a ellos les pasa. Un dolor, una ansiedad vital: no ya un deseo de muerte, que parece demasiado optimista, sino un odio asesino al día en que nació. 'Soy la bestia al final de la cuerda'; 'Lo que me une a ti es la culpa'.
Se trata al principio de amor y de sexo, de sentir y no; se habla de violaciones, de culpabilidades, de dolores. En toda esta especie de confesión hay algo tan terriblemente sincero, un poema tan trágico, que impresionó a Londres y luego al mundo, aunque tengo la idea de que en España no se ha representado nunca.
Este ciclo cubre el vacío, y gente muy joven llena la sala del teatro Pradillo donde la interpretación por los cuatro actores es justa, es exacta: el metrónomo, sin embargo, no la convierte en mecánica.
Conviene advertir que se estrenarán otras dos obras en el ciclo, que dura hasta el 17 de este mes, y que hay conferencias y mesas en torno a la autora: el jueves dieron una lectura de su obra póstuma Pychosis 4,48 (¡ah!, 4h 48m es la hora del mayor número de suicidios).
No hay que preocuparse: no contagia, aunque se sienta toda la solidaridad con ella.
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