'Bach habría compuesto hoy hasta para guitarras eléctricas'
Contempla su carrera de pianista como una pequeña cruzada. 'Lo que tengo que hacer lo hago; quizá puede sonar muy pomposo, pero es una especie de servicio divino', asegura Olli Mustonen, joven intérprete finlandés de 34 años que hoy actúa en Madrid, dentro del ciclo Grandes intérpretes, organizado por la Fundación Scherzo y patrocinado por EL PAÍS. Es su parada dentro de una gira que le ha llevado a Oviedo, Santiago de Compostela y, mañana, a Zaragoza.
Mustonen no realiza un programa al uso. Dedica su actuación a Bach y Sostakóvich, intercambiando preludios y fugas de ambos en las dos partes del recital, una experiencia que a algunos les puede parecer polémica, y a otros, increíblemente excitante. 'No me dedico a esto para satisfacer al público. Hago las cosas como creo que debo', cuenta este intérprete rubio, sonriente, de manos finas, a quien le baila el cuello dentro de su camisa gris. 'El proyecto se me ocurrió porque las dos obras están muy relacionadas pese a que les separa el espacio y el tiempo', dice. De hecho, Sostakóvich compuso sus preludios y fugas en homenaje a Bach. 'Yo, mientras toco no noto diferencias entre los dos, para mí es sencillamente música maravillosa, una fascinante mezcla'. Y aclara que no quiere sentar precedentes: 'No me extrañaría que algunos pianistas ya hayan hecho esto, es algo muy natural, y si no ha sido así, no es mi intención revolucionar nada'.
Cree que las dos obras funcionan juntas por ser dos cumbres. 'Cuando algo está a nivel del mar varía su aspecto. A 7.000 metros de altura, todo es blanco. Lo realmente grande se parece', dice. Mustonen forma parte de una generación de pianistas escandinavos relevante. Si le mencionan el nombre de su colega noruego Leif Ove Andsnes, acepta que le comparen con él. Ambos llegaron al piano por la afición a la música barroca de sus padres, los dos se aficionaron a las teclas con unos clavicordios que había en sus casas, pero no se conocen personalmente. 'Respeto y admiro a Ove Andsnes, pero yo me considero muy cercano a la escuela rusa', aclara. Y eso le viene por la proximidad de su país a Rusia: 'Cuando era niño vi actuar diez veces a Emil Gilels, y eso influyó en mi vida'.
Si le preguntan qué ha aprendido de la escuela rusa, contesta: 'La ley de la gravedad'. ¿Cómo? 'Mover las manos. Muchas veces la manera de llegar a una tecla no es por el camino más recto. Sino sabiendo que si la levantas caerá por su propio peso y de manera natural para producir el sonido correcto'.
De su iniciación barroca le queda el amor a Bach. 'Si tengo que llevarme un compositor a una isla es a él', dice quien ya de por sí vive aislado, con su mujer, la también pianista Raija Kerppo, junto a un lago y con dos perros. Pero no tiende a santificar al compositor, ni a seguir los principios de la Corriente Auténtica, que reniegan de Bach en un piano. Y eso que Mustonen ha trabajado con el inspirador de ese movimiento, Nikolaus Harnoncourt: 'Bach no compuso para piano porque no tenía ninguno a mano. Pero su música es versátil y vale para todo, para claves, órganos y pianos. Si hubiese tenido guitarras eléctricas habría escrito hasta para ellas'.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.