Cofrades

Como sevillana nacionalizada en EE UU pero que, a través de mi madre, tengo siempre presente a Sevilla, de la que marché muy pequeña y ahora he venido a conocerla detenidamente, he leído -con gran asombro- que aquí, en la que siempre será mi querida Sevilla, hay aún hermandades que prohiben salir en sus procesiones a las mujeres, algo increíble en un país que, gracias al Rey y al pueblo, es democrático. Prohibición que, incluso, va contra el principio universal de absoluta igualdad, acordado por la ONU y por el Tribunal de Bruselas e, igualmente, la Carta de las Naciones Unidas promulgada por la UNESCO.

También me entero, con mayor asombro si cabe, que hay hermandades que con motivo de eludir tan inexcusable norma de obligado cumplimiento en el ámbito mundial e ignorando los principios de la confraternidad cristiana, sin distinción de raza ni sexo contemplados en la propia doctrina de Cristo, desacatan cuanto en tal sentido, con ejemplar amor y acaso con excesiva prudencia, para evitar el rigor del obligado cumplimiento, les aconseja su pastor.

Creí que era una exageración la frase de 'cisma cofrade en Sevilla' que había leído a finales del año pasado en un diario de California. Yo creí que formaba parte de la permanente campaña de desprestigio de la que allí hacen objeto siempre a los católicos otras religiones, pero al llegar a Sevilla y leer en su diario que aún hay hermandades que no permiten a las mujeres hacer uso de un derecho natural, civil y obviamente religioso, repito, señor director, que me produce asombro, dolor y plena y total repulsa, dado el daño que dichas hermandades en general, y no digamos las que capitanean este enfrentamiento a la autoridad eclesiástica, están haciendo a la Iglesia y a su propia historia como hermandad.