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Columna
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Vicepresident Zaplana

Toda la agónica operación del PP para colocar a Zaplana en la presidencia del Comité de Regiones de la UE ha sido un canto-chapuza a la raza: ser español es muy serio y está por encima de cualquier ideología. Con argumentos así, la UE no pasará de banco central ni de mercado más o menos común. Una UE en cuyas instituciones se engrescan fascistas italianos, socialdemócratas alemanes, laboristas británicos, conservadores españoles y neoliberales ecuménicos, podrá constituirse en catálogo de antigüedades y rarezas, pero difícilmente en instrumento de peso político que inspire confianza en foros y conflictos internacionales. Cuando Javier Arenas descalificaba al PSOE, por deslealtad a los intereses de España, si osaba dar su voto al laborista Albert Bore, lo que hacía era mostrar tibieza hacia una Europa presidida por Aznar, y confundir, como dicta la consigna, los intereses de España con los del PP. Paradójicamente, el PP fue más desleal que los socialistas: también aupó, al podio del CdR, al alcalde de Birminghan. El turnismo tiene sus servidumbres. Y el chivo expiatorio fue el aspirante Eduardo Zaplana.

A Eduardo Zaplana lo traicionaron su ostentosa vanidad y la miope estrategia del PPE. Si en lugar de vender la piel del oso, antes de haberlo cazado, como dijo Enrique Barón, se hubiera puesto la venda en la herida previendo la pedrada, mejor le hubiera ido. Pero si los políticos no pueden andar a golpe de refranero, tampoco pueden anticipar proclamaciones que dan en inocentadas. Y menos, una vez consumado el fracaso, tratar de facturarlo como éxito sin precedentes, porque resulta penoso. Zaplana debió asumir discretamente su desconsuelo: es vicepresidente, con la presidencia asegurada en el segundo periodo. El 'revés de Bruselas', esa soledad encerrada en un despacho de naderías, mientras sus mayores encendían el fuego de campamento en Estrasburgo, tuvo que servirle para algo más que para una retórica de malabar. Pero ni Zaplana ni sus segundos han sabido estar. Uno y otros se han desplomado, en medio de lo que mejor saben hacer, es decir, en un estruendo de insultos y despropósitos, contra una oposición que, por fin, cumple: subraya el patinazo, argumenta sus causas y consecuencias, en un tiempo de pronósticos agrios para la derecha.

A nadie se le escapa que el CdR es hoy una vaciedad consultiva, pero destinada a adquirir la consistencia y el papel propios de las regiones y ciudades en la construcción europea. A nadie se le escapa tampoco la huida de Font de Mora frente al debate político que sobre el tema le propuso el socialista Joaquim Puig. Y si es posible que el PSPV sólo pretenda 'salvar la cara ante la opinión', no es menos posible que el PPCV sólo pretenda salvar sus intereses y demorar el descalabro. Mientras, Zaplana, para restaurar imagen y ego, anuncia que quiere seguir presidiendo su organización regional. Esta criatura le tiene alergia a las vicepresidencias. Y apesta a rancio: los socialistas detenidos en la transición, según Zaplana, y los populares en el franquismo, según los diputados provinciales del PP en Alicante, que se van de montería, a liarse a escopetazos con el jabalí, en una finca que pagamos todos. Cosa de señoritos, en este álbum de esperpentos, daguerrotipos y calcomanías.

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