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Tribuna:LAS ARTES ESCÉNICAS A DEBATE
Tribuna
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Cultura circunscrita

El término lo sugiere Gustavo Bueno en El mito de la cultura: 'Denominamos de este modo al conjunto de aquellos contenidos culturales (teatro, música, pintura, danza, literatura, cine, folclore...) que pueden considerarse como circunscritos (a efectos de tutela, promoción...) por instituciones tales como puedan serlo un Ministerio de Cultura o análogos, públicos o privados' (Consejerías, casas, fundaciones, concejalías...).

Después de tan acertada definición, analicemos el principio y las bases de la cultura circunscrita a las artes escénicas valencianas, es decir, de aquellos contenidos que, a efectos de tutela y promoción, se relacionan específicamente con el teatro y la danza y las instituciones que lo circunscriben. El documento electoral Un renovado impulso para la cultura en la Comunidad Valenciana, presentado por el PP en la última campaña, dice en uno de sus párrafos: '(...) aunque ya es mucho lo realizado en la presente legislatura, donde se han sentado las bases para una auténtica revolución cultural, quedan todavía bastantes iniciativas a desarrollar.'

Creo, efectivamente, que desde la óptica de los gestores políticos, en los últimos treinta años se han sentado las bases para una revolución cultural. Éste se considera uno de los logros más aparentes de la transición y del posterior asentamiento democrático. Pero es evidente que los artistas no se han identificado con la manera de entender esa revolución a la que alude la cultura circunscrita, y que, por poner el claro ejemplo de Scheneider, nace del siguiente principio: 'Creemos condiciones tales que cada uno pueda participar y disfrutar de la obra de Picasso.' (O de la de Shakespeare, o de la de Pina Bausch). Este ha sido el principio que inspiró y sigue inspirando la construcción de museos, casas de cultura, etc. en el deseo de hacer participar y disfrutar a la sociedad de las creaciones de los artistas. Dicho en palabras del presidente Zaplana en su programa de gobierno: 'Emprendimos un programa muy ambicioso para dotar a nuestros pueblos y ciudades de aquellos espacios culturales necesarios como una premisa sin la cual no era posible aspirar a que la cultura fuera un hecho normal y cotidiano en la vida de todos'.

Pocos ciudadanos/as tendrán inconveniente en dar su aquiescencia a este principio. Para ellos puede calificarse de 'revolución cultural' esa casa de cultura cercana, ese museo, ese teatro. ¿Pero qué ocurrirá el día en que su hija, su hijo, manifiesten el deseo de convertirse en artistas.? Ese día comenzaran a sentir que esa revolución cultural no puede calificarse de auténtica. La premisa artística para validar una auténtica revolución cultural, la manera como la entendemos los artistas, se basa, para seguir con el ejemplo de Scheneider, en un principio más ambicioso: 'Creemos condiciones tales que cada uno pueda llegar a ser Picasso y Picasso pueda llegar a ser cada uno.' (O Shakespeare, o Pina Bausch.) Es, pues, un debate de principios, previo a cualquier línea de actuación, el que se plantea entre los profesionales de las artes escénicas valencianas y los responsables de la cultura circunscrita. Ojalá creemos condiciones tales que cada uno pueda llegar a ser Horacio, Sartre y Joaquín Rodrigo. Una utopía si se quiere, pero de formulación auténticamente revolucionaria.

Por muy preferenciales, polinómicas y armonizadas que sean las bases sobre las que se asienten las actuaciones de los responsables de la cultura circunscrita, mientras se mantengan en el principio que les rige, no desembocarán más allá del objetivo que evidencian: 'Ayudar al que nos hace grandes y nos da a conocer en el exterior'. Es decir: ayer a Irene Papas, hoy a Luca Ronconi, mañana a Vicente Molina Foix. (Por cierto, se informaba del ofrecimiento a Irene Papas para encabezar la candidatura del Pasok a la alcaldía de Atenas. Pues bien, no logré encontrar ninguna mención a la labor realizada por la diva en sus últimas comparecencias en Valencia ni en la Ciudad de las Artes de Sagunto).

Pero íbamos por 'ayudar al que nos hace grandes y nos da a conocer en el exterior'. He aquí la fórmula sobre la que se va construyendo nuestra miseria. Pero no nuestra resignación. Las propuestas que los profesionales de las Artes Escénicas hemos planteado, más allá del pobre ofrecimiento economicista con el que la Administración pretende acallarlas, no son más que el reflejo de una realidad paradójica: una hermosa, vital y prestigiosa conjunción de profesionales de las artes escénicas ignorados por su propio teatro, por su propia televisión y por sus propios políticos.

Aquello que los representantes de las asociaciones valencianas acordamos con los responsables de la cultura circunscrita, está en correspondencia con el bonum honestum, con el bien honesto y también con el bien delectable: el crecimiento artístico del teatro y la danza valencianos para situarlos en el más alto nivel de implantación social. Con propuestas de mejora, ampliación y modificación a la Ley de las Artes Escénicas. Construyendo las bases del futuro Teatre Nacional sobre una producción pública con criterios. Con un mayor apoyo al Centre Coreogràfic y al Circuit Teatral. Con la necesaria ayuda a las iniciativas de producción de empresas y salas privadas. Para la regularización del mercado laboral que, aún hoy, funciona sin convenio colectivo ni para los actores y actrices, ni para los bailarines y bailarinas. Para la promoción de las artes escénicas. Para la participación en una Ciudad de las Artes Escénicas acorde a la realidad de los profesionales y de la sociedad que la ha de disfrutar.

Las actuaciones del Gobierno valenciano se corresponden, por contra, con el bonum utile, con los bienes útiles: el asentamiento de una cultura instrumental. Con el objetivo de hacerse la foto junto al galán que convoca a los medios. Con rebajas a las propuestas sobre la ley. Manteniendo una nebulosa definición del Teatre Nacional. Para una producción pública bostezante y sin más criterio que el dirigista. Sin un mayor apoyo al Circuit Teatral Valencià. Sin la ayuda necesaria a las iniciativas de producción de empresas y salas privadas. Sin promoción real de las artes escénicas. Sin la participación de los profesionales en la Ciudad de las Artes Escénicas.

La cultura circunscrita no puede continuar basando sus actuaciones en principios ya empobrecidos. Alguien dijo que una cultura es 'rica' cuando puede afrontar el descubrimiento de otras culturas. Si verdaderamente desean que la nuestra lo sea, no deberían obviar la oportunidad de afrontar el futuro a partir de la ambición que los artistas expresamos. Porque, además de proponerles nuevas formas de entenderla y practicarla, todos y cada uno de nosotros, día a día, nos afanamos en la aventura de acercarnos y acercarles a otros... con la esperanza de poder llegar a ser ellos. Y ellos cada uno de ustedes.

Pep Ricart es actor y secretario de teatro de la Associació d'Actors i Actrius Professionals Valencians.

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