Dispositivo policial
Mientras que el viernes 2 de febrero un dispositivo policial desmesuradamente abultado mantenía un estricto control de acceso a la plaza pública del Dos de Mayo, a mí, un joven de 20 años, le atracaban cuatro personas a la puerta de mi casa, en la calle de Orense, a unos 200 metros de la comisaría situada en los accesos al garaje de Azca. Dicha comisaría se creó con el fin de evitar ese tipo de agresiones que venían siendo comunes los fines de semana en esta zona de bares. Ése era su objetivo. El resultado, desde mi experiencia, nulo.
A mí, cuatro tipos me tiran al suelo, me gritan, me golpean, me roban y se van. Y nadie hace nada, porque nadie se entera de nada, y menos la policía, que está demasiado ocupada haciéndoles la pelota a los vecinos del Dos de Mayo, que son los más listos de esta historia. Y es que, ya que lo menciono, a mí me gustaría saber el sentido de esa ley seca provisional, obra del señor Ansuátegui: si es ilegal beber en la calle lo será en todas las calles, no sólo en aquellas donde se quejan los vecinos, y lo será los 365 días del año, no sólo el fin de semana necesario para apaciguar un poco la ira vecinal.
Si los vecinos de Malasaña consiguieron su propósito llenando de basura los aledaños del Ayuntamiento como señal de repulsa hacia los botellones, ¿debería atracar yo a nuestro querido alcalde para que se dé cuenta de lo poco efectivos que resultan sus efectivos policiales? Y ¿hacen falta tantos agentes para controlar las seis o siete calles que van a dar a la plaza? Si la mitad de los policías que estaban en el Dos de Mayo hubieran estado practicando su servicio habitual, quién sabe si a mí no me hubiera pasado nada.
Señores del Ayuntamiento: si van a tomar más medidas absurdas, avísenme, que no saldré de casa, porque yo me siento más desamparado que nunca.
