El cura de Valverde

Estoy orgulloso, como ser humano, del cura José Mantero. La entrevista que publica la revista ZERO (¿alguien la ha leído?). Es antológica, como esas conversaciones que todos hemos tenido con algún cura alguna vez: espontánea, realista, inteligente, desenfadada, sincera... Pero no estábamos acostumbrados a ver tanta franqueza por escrito. Por una vez alguien dice en público las mismas cosas que diría en privado.

¿Le supone algún reparo moral ser gay? Por supuesto que no. ¿Y practicar sexo? Tampoco, como a esos otros curas que todos (incluidos sus compañeros) sabemos que lo hacen sin que se les caigan los anillos ni los sacramentos. ¿Y decir mentiras? Eso sí, el cura Mantero tiene muy claro que no le gusta decir mentiras, ni ocultar las cosas. ¡Vaya lección de honestidad, señores! Más de uno deberíamos aprenderla, empezando por esos medios de comunicación que lo acusan, por ejemplo, de tener pornografía en su página web (inserciones publicitarias inevitables cuando utilizas un servicio de alojamiento gratuito), cuando ellos sí que cobran dinero por insertar en sus páginas la misma publicidad de servicios pornográficos. Una cosa es la franqueza del cura y otra muy distinta el escándalo, la mierda y las mentiras que montamos y decimos a su alrededor.

Las excusas y circunloquios oficiales ya las sabemos. Pero también sabemos lo que nunca van a decir en público: Al cura Mantero no lo van a suspender por maricón (se quedarían vacías las iglesias), ni por no ser continente (lo mismo), sino por ser honesto y no callárselo. En este país y en la Iglesia católica, decir la verdad se paga caro.