Salt Lake City, una fortaleza
La seguridad, una obsesión tras el 11-S: cazabombarderos, helicópteros, aviones-radar, detectores de armas químicas, 10.000 policías...
Una decena de cazabombarderos F-16, 21 helicópteros de asalto Black Hawk y una patrulla de aviones-radar AWACS asegurarán el espacio aéreo; una red de detectores de armas químicas y biológicas, un ultramoderno sistema informático de reconocimiento facial y más de 10.000 policías y agentes secretos estarán atentos a cualquier anomalía; la posición de cada uno de los 2.500 deportistas podrá ser conocida al instante mediante localizadores por satélite GPS, y toda la comida será analizada antes de servirse. Salt Lake City (Utah) será una fortaleza durante los Juegos de Invierno, que empezarán el día 8. Pese al enorme despliegue de seguridad, el Departamento de Justicia de Estados Unidos y el FBI aún exigen retoques de última hora. La amenaza terrorista está muy presente.
La mayor preocupación no se refiere a las instalaciones olímpicas, sino a los espacios abiertos, las tiendas y los restaurantes, susceptibles de congregar a multitud de visitantes y espectadores antes y después de los eventos deportivos. La bomba que estalló en el Centennial Park de Atlanta durante los Juegos de Verano de 1996, matando a una persona e hiriendo a más de cien, está fresca en el recuerdo y el fiscal general, John Ashcroft, no quiere dejar nada al azar.
Aunque la reunión del Foro Económico Mundial en Nueva York y la Superbowl, la gran final de la Liga de fútbol americano, anoche, en Nueva Orleans, han sido las grandes preocupaciones de estos días para los responsables de la seguridad de Estados Unidos, los Juegos de Salt Lake siguen siendo lo más importante. El Gobierno federal ha destinado a ella un presupuesto cercano a los 240 millones de dólares (unos 276 millones de euros), una cifra que dobla con creces los 96 millones (110) dedicados a este apartado en Atlanta. Para proteger a los 2.500 deportistas, 175.000 espectadores diarios y cerca de dos millones de habitantes de Salt Lake se destinarán más de 10.000 agentes, incluyendo fuerzas locales, estatales y federales.
El plan de seguridad diseñado intentará convertir a Salt Lake en una fortaleza invulnerable. Los tradicionales puestos de seguridad en los accesos al perímetro de las instalaciones deportivas y a la llamada plaza Olímpica, un espacio peatonal en el centro de la ciudad, serán la piedra angular de la organización.
Además de los ya tradicionales registros individualizados, modernos sistemas de escáner que incluyen técnicas de reconocimiento facial controlarán a toda persona que llegue a las áreas de seguridad. Kilómetros de barreras serán desplegados por la ciudad y los edificios públicos verán ampliado su perímetro de seguridad en 30 metros. También se utilizarán avanzados sistemas de sensores para analizar el aire y los suministros de comida y agua en búsqueda de agentes químicos y biológicos. Sistemas de localización por satélite GPS controlarán la situación de los atletas. La fortaleza se completa con la creación de un perímetro aéreo de seguridad. Durante los Juegos, las compañías regulares podrán realizar vuelos a Utah en unas condiciones casi normales, pero los vuelos charter o privados deberán respetar un área de seguridad de 145 kilómetros y realizar escala en un aeropuerto vecino para ser inspeccionados antes de recibir autorización para aterrizar en el de Salt Lake.
La intención de los organizadores es que, una vez superados los exhaustivos controles de acceso a las áreas de seguridad, los visitantes disfruten de los Juegos con normalidad. 'La gente pide que haya una presencia de las fuerzas policiales que resulte tranquilizadora para todo el mundo, pero sin agobiar', comenta Ricky Anderson, el liberal alcalde de Salt Lake.
El debate sobre la seguridad de los Juegos también ha servido para reavivar la discusión sobre la posesión de armas de fuego en uno de los Estados más permisivos, en ese sentido, de Estados Unidos. Aunque los organizadores se muestran reacios, el lobby a favor de ellas ha llegado a reclamar, con el respaldo del parlamentario republicano John Swallow, el derecho a llevarlas a los acontecimientos deportivos, aunque sólo sea para depositarlas en consignas de seguridad. Además de denegar esa petición, los organizadores exigirán que los atletas del biatlón (esquiadores con rifles) lleven una licencia especial y un sistema de identificación que se mantiene en secreto y que, según la policía, permitiría distinguir a un terrorista si se infiltrara entre ellos.
Ante las últimas recomendaciones de Ashcroft, el responsable de coordinar la seguridad, Robert Flowers, declaró que la organización se encontraba muy cerca de satisfacer el 100% de los requerimientos. Tan sólo será necesario añadir entre 40 y 90 agentes a los más de 10.000 que ya forman las fuerzas de seguridad de Salt Lake para mejorar la seguridad de algunos espacios abiertos que no se ha querido especificar.
Las preocupaciones de última de hora son una muestra más de la obsesión por la seguridad tras los atentados del pasado 11 de septiembre. El presupuesto destinado a ese capítulo es el más abultado de la historia olímpica; los sistemas de seguridad, los más modernos; los aviones-radar AWACS; los cazabombarderos F-16... Todo se antoja escaso a la hora de garantizar la tranquilidad de una ciudad en la que durante las últimas semanas se ha disparado el número de llamadas alertando a la policía sobre la presencia del mismísimo Osama Bin Laden.
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