_
_
_
_
LA CRÓNICA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo que pesa una gorda en la Luna

Lo de la discriminación es extraño. Tener caspa está muy mal visto, porque es como si fuese culpa tuya, de ahí que el adjetivo casposo tenga tanta fortuna entre los que escriben sobre televisión. Sorprendentemente, en cambio, tener piojos queda mucho mejor (nadie te echa la culpa de tener piojos), por lo que el insulto piojoso está prácticamente erradicado. Ser bajo y calvo está mal visto (creen que es una opción personal elegida por ti), o sea que los articulistas siempre que describen a algún ser moralmente reprobable ponen que es 'un señor calvo y bajito'. Ser muy delgado está bien visto en privado y mal visto en público, o sea que en público todo el mundo tiene perfecto derecho a llamarte 'anoréxico'. Por el contrario, ser gordo está mal visto en privado e hipócritamente bien visto en público. Eso significa que te pueden llamar 'vaca' a tus espaldas, pero delante de ti dirán que (al ser gorda o gordo) tienes un corazón 'así de grande', lo que es bastante odioso. Hace nueve años que en el hotel Ritz de Barcelona se celebra el certamen Reina Gran Talla, un concurso de belleza en el que pueden participar mujeres de más de 18 años que usen por lo menos una talla 48. Si el concurso fuese unisex, la mitad de la población catalana podría participar (me dicen que el 60% de los catalanes usan una talla igual o superior a la 48). Entonces lo de talla grande no tiene sentido, porque grande significa que algo o alguien es de dimensiones que exceden la medida normal, pero no puede ser que la mitad de la población exceda la medida normal, por lo que hay que revisar la idea de normal o catalogar de anormal a la mitad de la población.

Hace años que en el Ritz se celebra un desfile de señoras de talla grande. En la Luna las señoras pesarían menos...

La ganadora del concurso, Silvia Company (propietaria de una tienda de motos Harley Davidson), con Inés Fernández, la organizadora, y las presentadoras me cuentan cosas. Que a veces reciben invitaciones, en cuanto obesas, para ir a esos programas de televisión que tienen poéticos enunciados, como 'razones de peso'. Ya saben: esos programas donde los homosexuales tienen que estar atormentados y las gordas deben sufrir y no tener pareja. El otro día las llamaron porque necesitaban (sic) 'una gorda pero muy gorda que dejase ver la tele a su hijo después de las doce de la noche'. Todavía no entienden por qué tenía que ser gorda. Creo que se refieren a ese programa donde ayer pedían la participación de adventistas del séptimo día daltónicos para debatir si las motos son un peligro. Lo que no les gusta a estas reinas de la talla es que en las tiendas de ropa especial haya maniquíes y vendedoras delgadas. Imaginen lo que es no poder oír nunca esta mentira: 'Te queda muy mono, precisamente yo me he quedado uno igual'. A las tallas grandes les pasa lo mismo que a los teatros: que como los arquitectos no son actores, siempre los diseñan mal. 'Un conjunto de ropa interior un poco coquetón no existe', me dice la coquetona Mari Àngels Montaña. 'Lo de abajo siempre te va pequeño'. Para ayudar les digo que en Armaggedon Liv Tyler hacía la escena de amor en ropa interior no conjuntada, que se ve que es moda en Estados Unidos.

'Montserrat Caballé ha llevado con orgullo la gordura por el mundo', dicen también las reinas, 'ha demostrado que no nos pasamos las tardes desparramadas en un sofá viendo telenovelas'. Y entonces me acuerdo de que un gran experto en ópera me contó que una vez en un restaurante la vio pedir 'lo que más calorías tenga', que es un sistema tan eficaz para no equivocarte como pedir el plato más caro o el que tenga el enunciado menos metafórico.

Las dos más jóvenes, Sandra Estrella y Sandra Sánchez, no suelen ir a las discotecas 'de talla 36', donde nadie les hace caso, y siempre acaban yendo a otro tipo de locales, como el Tango de Barcelona. Se ve que a algunos hombres les gustan las mujeres con kilos, pero sólo en casa, no para pasear por la calle. Es decir, que no han salido del armario. En ellas dos siempre se fijan los señores muy mayores o los muy traumatizados. 'Si ligas, es con los que han tenido algun trauma con una flaca, y creen que tú serás más comprensiva, simpática y buena'. Para solidarizarme, les digo que yo no las veo tan simpáticas ni tan buenas. Luego, empiezo a sufrir por si no se entiende que es un chiste.

Hay una web llamada gordos.com en la que puedes saber tu peso en todos los planetas del sistema solar. Si pesas 100 kilos en la Tierra, en la Luna pesarías 16,6; en Plutón, 6,7, y en cambio, en Júpiter, 253,3.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

No crean que es algo banal. Sandra está cansada de que al ir a sentarse en el metro o en el autobús la miren con cara de que no va a caber en el asiento. Cansada de la talla pequeña de los aviones. Y cansada también de preguntar en una tienda cuánto vale el vestido del escaparate y de que la dependienta le diga con cara de desde luego: 'No será para ti...'. Sandra sabe que la dependienta de 55 kilos que la afrenta diciéndole eso (a la que llamaremos la dependienta afrentona) en la Luna pesaría sólo 9,1 (lo que seguramente la haría salir volando); en Plutón, 3,6 (Sandra podría lanzarla al espacio como una pelotita), y en Júpiter, 139,3. Hay que invertir en nuevas tecnologías para que en un futuro próximo no sólo vayan a la Luna los millonarios, sino también todas las dependientas afrentonas de la Tierra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_