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Crítica:LA MEMORIA Y EL OLVIDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una obra feliz y desgarrada

Pocas veces un premio institucional sirve para difundir entre un público no minoritario el nombre y la obra de un autor prácticamente ignorado. Una de esas contadas, y felices, excepciones fue la concesión del Premio Nacional de Poesía del año 1998, otorgado a Objetos perdidos (Pre-Textos, 1997), de José Antonio Muñoz Rojas. Dicho premio no sólo recayó en uno de los poemarios más hermosos de las últimas décadas, sino que rescataba del casi anonimato a un autor de, entonces, 89 años que es uno de los mejores poetas y prosistas de la actual literatura escrita en castellano. Nacido en 1909, publicó su primer libro de poemas, Versos del retorno, en 1929. En su juventud, fue amigo de Rafael Alberti, de Vicente Aleixandre y de otros poetas de la generación del 27 (grupo con el que, a mi entender, tiene Muñoz Rojas más parentesco estético que con el del 36, entre cuyos poetas se le suele encasillar); en Málaga, se relacionó estrechamente con Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa, impulsores de la revista Litoral, y, en 1950, con Alfonso Canales, fundó y dirigió A quien conmigo va. Tras su regreso de Cambridge alternó su vida entre Antequera y Madrid, apartado de la vida literaria pero no de la literatura, ya que, sin premios, sin aparecer en antologías y sin apenas ser objeto de atención crítica, fue elaborando una obra compuesta, hasta la fecha por 13 títulos que, afortunadamente, editorial Pre-Textos va reeditando y que abarcan, además de la poesía (Ardiente jinete, 1931, de marcada impronta surrealista; Abril del alma, 1942, y, entre otros, el espléndido Cantos a Rosa), el ensayo (Ensayos angloandaluces, volumen de textos críticos sobre literatura inglesa y andaluza) y la prosa: Las cosas del campo (1953), Las musarañas (1957), memorias de infancia; La gran musaraña (1994), también de carácter autobiográfico; Cuentos surrealistas, escrito en los años treinta y publicado en 1979; Amigos y maestros (1992), Dejado ir (1995), diario escrito entre los 50 y los 70 años del autor, con sugerentes anotaciones acerca de los viajes realizados en este periodo de su vida, e Historias de familia (2000), cuyas páginas conforman un desfile de personajes, escenarios y paisajes surgidos del pasado familiar, de la realidad rural vivida por el autor y de la fantasía literaria, fuente, esta última, de las quiméricas presencias de Gustavo Adolfo Bécquer y de lord Byron, dos poetas muy próximos a la sensibilidad de Muñoz Rojas.

ENTRE OTROS OLVIDOS

José Antonio Muñoz Rojas Pre-Textos. Madrid, 2001 68 páginas. 11 euros

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'Volvió muy pocos años después, el mismo, fino y conocedor, con más gusto por los verdes y las sombras y las penumbras. Algo más embarnecido de figura, con plenitud de ademán, señor de humanidades y un trasunto de niebla buena en los ojos', escribió Vicente Aleixandre en el retrato que, en Los encuentros, dedicó a Muñoz Rojas a su regreso de Inglaterra. Traductor al castellano de obras de John Donne, de William Wordsworth, de G. M. Hopkins y de T. S. Eliot, entre otros, la poesía anglosajona es un referente esencial en la poética de José Antonio Muñoz Rojas. De ahí uno de los elementos que lo acercan más a algunos poetas del 27 que a los del 36. Otros apuntarían a su cosmopolitismo, a las vetas surrealistas que aparecen en la escritura de su primera etapa, a la incompatibilidad de su verso grácil y desencorsetado con las formas garcilasistas; a su ironía y ludismo, y, en grado máximo, a su luminosidad y sentido festivo de todo cuanto implica la esencia de lo humano, contenga el germen del gozo o del dolor. Y, en este sentido, ahí está -también a diferencia de los poetas entre los que se le sitúan- la desgarrada euforia del Juan Ramón Jiménez que exclama: '¡Muerte, quiéreme, abrázame!'.

Si Objetos perdidos, el penúltimo libro de Muñoz Rojas, era una suerte de inventario de las pérdidas (las gafas, la cabeza, la memoria, el paraguas, el tiempo, algunas ocasiones desaprovechadas que pudieron dar pie a momentos memorables) que, en el ámbito del cotidiano vivir, preludian la definitiva e irremediable que es la de la existencia, en Entre otros olvidos el poeta se enfrenta a la fragilidad de lo existente, huyendo del lamento y aceptando, con ese senequismo casi celebrador que alienta toda su obra, la temporalidad que es condena de lo humano y la inutilidad de intentar la aventura de perpetuar lo fugaz, intento en el que fracasa incluso la palabra poética. Divido en tres partes, (Cuestiones, Cuánto abril y Olvidos), reaparece -sobre todo en la segunda sección del poemario- el jubiloso sentimiento lírico de la naturaleza, con la identificación entre la rosa y el amor, eje del citado Cantos a Rosa. Con su grata ironía y discreta melancolía, los versos de Muñoz Rojas otorgan grandeza a lo nimio y logran aprehender lo destinado a pasar, arrancándole, antes, el vivo temblor de la vida.

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