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Reportaje:

El caballero del cineclub

Manuel Gómez lleva una década ofreciendo cine de calidad en la sala de UGT en Sevilla

Ver una buena película puede convertirse a veces en una aventura imposible. Las carteleras parecen tomadas por productos destinados a un masivo público juvenil, la televisión guarda las mejores películas para horarios perdidos en la madrugada, calidad y comercialidad arrastran el peligroso tópico de ser términos antitéticos... En este panorama tan sombrío brillan iniciativas como la de la Cinemateca-Cineclub UGT de Sevilla (Blas Infante, 4). Durante una década larga su director, Manuel Gómez, ha sorteado contra viento y marea todo tipo de escollos para que el público pueda conocer el cine de Dreyer, Bresson, Fritz Lang o los directores más notables de países del Tercer Mundo.

'Creé el cineclub de Dos Hermanas en los años setenta. Se estrenó allí El acorazado Potemkin. El dinero, de Bresson, también se estrenó allí. Y alguna que otra película de Tarkovski', relata. Manuel Gómez también cursó estudios -'hasta tercero'- en la Escuela Oficial de Cine (EOC). 'Estuve allí entre 1974 y 1977. Salí diplomado. Eran cinco años', comenta. La EOC desapareció y se produjo un vacío que nunca se ha llenado.

'Hice prácticas con Pilar Miró y coincidí con Iván Zulueta. Cuando yo estudiaba allí, el director era Borau', dice. Precisamente, en 1992, el cineclub dedicó un ciclo a Iván Zulueta, el autor de la mágica Arrebato y uno de los malditos por excelencia del cine español. 'Proyectamos todo lo que rodó Zulueta. Dedicamos cuatro años a buscar todo lo que hizo. Hubo asimismo una exposición mastodóntica de los carteles, diseños y esbozos de Zulueta', agrega.

Manuel Gómez se licenció en Imagen Pura en la Universidad Sacro Cuore de Milán en 1982. 'Me vine a Sevilla. Me metí en el cine San Vicente. Pero cerró en 1986 por falta de público y por falta de subvenciones. En Sevilla había varias salas de arte y ensayo: la más pureta era el cine San Vicente', asevera. En 1991 inició su andadura en la Cinemateca-Cineclub UGT. A partir de entonces dio curso a una serie ininterrumpida de ciclos, retrospectivas y películas. La nómina de grandes directores que han sido conocidos por el público sevillano es elocuente... Tarkovski, Jean Vigo, Paul Leduc o Gutiérrez Alea son sólo algunos ejemplos espigados al azar. A veces, el público ha acompañado el empeño. 'Por ejemplo el ciclo del 50º aniversario del Festival de Cannes tuvo un gran éxito en 1996. También mereció una gran acogida de público la retrospectiva de Peter Greeneway. Ambas llenaron el salón de actos', recuerda.

El cineclub presenta un promedio de entre 150 y 175 películas anuales. La asistencia media se mueve entre las 70 y 80 personas en una sala acondicionada para 400. 'Se hace un presupuesto trimestral de entre 1,5 y 2 millones', indica. El cineclub funciona de octubre a junio, a lo largo de tres trimestres. 'La financiación corre, fundamentalmente, a cargo de UGT', añade el director. 'Hay una ausencia absoluta de apoyo institucional. Ni la Junta, ni la Diputación ni el Ayuntamiento nos apoyan. Hemos llamado a sus puertas, hemos insistido, pero, hasta ahora, nada', recalca.

Sin embargo, Manuel Gómez no se arredra. Otras instituciones sí le tienen en cuenta. El Gobierno francés le nombró el año pasado Caballero de las Artes y las Letras por su labor de difusión del cine de ese país.

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Manuel Gómez, el pasado miércoles, en Sevilla.
Manuel Gómez, el pasado miércoles, en Sevilla.ALEJANDRO RUESGA

La respuesta a una cultura oficial

Desde sus inicios el cine fascinó a los intelectuales por su potencialidad expresiva. Los poemas de Rafael Alberti a los personajes cómicos de las películas mudas son un ejemplo del interés que la Generación del 27 sintió por el cine. El trío que formaron Federico García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel -literatura, pintura y cine- no es casual. Las películas del expresionismo alemán -El gabinete del Doctor Caligari, Nosferatu, El Golem...- electrizaron a una generación. Los más inquietos se dieron cuenta de que un nuevo arte había nacido. Los cineclubes son fruto de aquella efervescencia. Asociaciones de todo tipo se lanzaron a difundir una nueva forma de cultura y apostaron por programar películas de calidad, dejando a un lado cualquier consideración comercial. A veces, tras la proyección se organizaba un cinefórum para discutir sobre lo visto. Grupos de mayor o menor calado político y organizaciones eclesiales promovieron cineclubes. Y no era raro tras la película oír una soflama política o un sermón camuflado. Los años sesenta y setenta fueron una edad de oro para los cineclubes en España. El cine soviético, el realismo poético francés, el neorrealismo italiano o los documentales de Flaherty trazaban su reino de sombras ante auditorios absortos. Luego, vino el declive de los últimos años. El director de la Cinemateca-Cineclub UGT, Manuel Gómez, cree que estas salas 'surgieron como una respuesta a una cultura oficial'. 'La decadencia de los cineclubes se produjo por falta de subvenciones y por falta de público. Además, el gigante de la Administración va asumiendo todas las actividades directamente, pero las asume mal', comenta Manuel Gómez.

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