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Columna
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Mi música es tu 'spot'

Coincidiendo con su mejor semana de share, Operación Triunfo sufre una crisis de contenidos. Adorado por una audiencia cuyo potencial consumista es el sueño de los anunciantes, el programa a la fuerza tenía que caer en la tentación de morir de éxito. Pese a todo, aún quedan valores a los que agarrarse. La gala de esta noche, por ejemplo, en la que se decidirán cinco de los seis finalistas. Entre los profes se confirma el carisma de Ángel Llàcer, que, por lo leído en chats y otros antros de debate, responde al perfil de chico mono (para ser mono hay que ser atractivo sin ser guapo, sensible sin ser plasta, original sin ser extravagante, inteligente sin ser pedante y tener el sentido del humor suficiente para no ser borde).

Pero el impacto de la semana se produjo con la visita de Cristian. 'Es importante no eyacular unos días antes de cantar para no perder un tono', dijo el cantante, y su consejo sirvió para que uno de los muchos presentadores de La corriente alterna comentara que eso explica el tono en el que cantan los monjes de Silos. También se abrió la veda del contagio de OT a otros programas. El informal rescató imágenes de Nuria en Karaoke y la serie Paraíso. El pasado, que tanto fastidió a los chicos de Gran Hermano, empieza a ser escarbado, aunque, por ahora, no pasa de deslices audiovisuales.

Vimos a Álex en Ésta es mi historia y, doble ración, en Tiempo al tiempo, junto a Lozano, Alejandro, dos profes y Naím. Allí supimos que existe una segunda academia, más heroica y cutre que la primera, que prepara a los eliminados para bolos de bajo presupuesto en los que justifican su eliminación y/o consolidan su vocación. En los próximos meses, la gorra de Alejandro viajará más que las maletas de la Piquer.

Televisión Española sigue renunciando a hacer una lectura irreverente de OT como la que hizo Crónicas marcianas de Gran Hermano, y nos bombardea con publirreportajes que pueden convertir la simpatía en costumbre, la costumbre en hartazgo y el hartazgo en náusea. Sólo El informal se curra un sano seguimiento del fenómeno compatible con la no menos sana adicción convencional: propuso que Carlos Lozano represente a España en Eurovisión y que Pilar Tabares y olé sea presidenta del Gobierno. Para esta noche, el reparto de canciones perjudica a ambas nominadas, y puede que Rosa recupere la credibilidad con el Adaggio de Albinoni. Ojo a Bustamante: el viernes se mareó. Verónica, que se ha hartado de hacer abdominales, lo tiene todo para salir, pero no descarten una eliminación injusta de Gisela.

El inglés y el castellano siguen siendo los únicos idiomas de las galas, renunciando así a nuestro plurilingüismo patrio y, pese a la presidencia comunitaria, a cualquier otra lengua eurovisiva. Lástima: me encantaría escuchar a Chenoa cantar Paraules d'amor y a Tenorio bordar un Azzurro por soleá. Pero el patriotismo constitucional lava más blanco y potencia ubicuos anuncios de telefonía como el que desvirtuó el resumen del jueves. Para poder ser artistas, los chicos tendrán que hacerse representantes de comercio, un hecho que alimenta las críticas más radicales de opciones musicales que nunca veremos actuar (¿por qué no invitan a raperas como Nona o Mala Rodríguez?). Puede que la música sea la voz de los concursantes, pero su imagen es un filón comercial que devalúa los muchos aciertos de este gran, ya clásico, espectáculo televisivo.

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