Aquel 26 de enero

Hay días que se deben subrayar en rojo en el calendario para que no se olviden. Los aficionados madrileños a la ópera, o al teatro musical, anotarán con toda seguridad el pasado 26 de enero, un día en el que, operísticamente hablando, Madrid no tenía que envidiar a Berlín o París. Dos obras de Debussy -Pelleas y Melisande y El martirio de San Sebastián- se representaban en el Real y en La Zarzuela. En el auditorio se escuchaba por primera vez en España una ópera extraordinaria de Wolfgang Rihm, con una dirección electrizante de Arturo Tamayo. ¿Qué conjunción astral ha posibilitado esta combinación mágica? ¿Será un signo de normalización o tendremos que contar a los nietos las maravillas de aquel 26 de enero?

El ciclo Música de hoy. La escena imaginaria ha arrancado fuerte, con un triple homenaje a Wolfgang Rihm, con motivo de su 50º cumpleaños el próximo 13 de marzo. En el apartado orquestal se ha podido escuchar la recientísima Jagden und Formen; en el operístico se ha recurrido a un título que el autor empezó a componer a los 25 años. Jacob Lenz está basada en la única novela corta de Büchner. La narración literaria es inquietante y hermosa, la ópera no se queda a la zaga. Sobre todo si goza de una interpretación tan colosal como la del sábado pasado. La ópera de Rihm posee, entre otras, tres cualidades fundamentales: una permanente tensión dramática, una gran variedad de recursos instrumentales para definir las diferentes situaciones teatrales y un fértil diálogo entre palabra y música.

Arturo Tamayo lo explicó con claridad y profundidad desde la dirección musical. Qué inmenso director. No decayó un solo segundo el hechizo. Los 11 músicos del Proyecto Guerrero, y el sexteto de voces procedentes del Coro Nacional, con la supervisión de Rainer Steubing-Negenborn, y las voces de cuatro niños del colegio Alemán de Madrid, comprendieron que estaban ante una noche especial, integrándose con enorme acierto en el esfuerzo común y alcanzando un nivel musical conjunto de muchos quilates.

Empuje expresivo

El personaje que da título a la obra fue encarnado con precisión poética y teatral por Johannes M. Kösters, y con muchas más virtudes: sutil sentido dramático, empuje expresivo, meticulosidad en los contenidos textuales. La actuación de Kösters justifica con creces los elogios que le ha dirigido el compositor: 'Uno de los más destacados intérpretes de la música actual en Alemania', ha dicho Rihm. El resto del reparto vocal desarrolló asimismo con holgura en sus cometidos. El público reaccionó al final con un gran entusiasmo. Había sido testigo de una interpretación de postín para una música emocional y magníficamente construida.