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Reportaje:

Lo mejor de la Edad Media

La Plaza de la Corredera de Córdoba celebra sus cuatro siglos con un festejo medieval

Miles de cordobeses han pasado este fin de semana en el siglo XIII. Han probado pócimas benéficas, se han llevado a casa jabones de romero, rosas de Jericó, mirra, velas de las abejas más laboriosas, collares de ámbar y zapatillas de la piel más fina. Han bebido y comido al estilo del medievo, han oído la música de dulzainas y zambombas, hasta han sido testigos de una subasta de esclavos (el género era bueno, según los entendidos). Y para comprender este despliegue histórico no hace falta recurrir a la máquina del tiempo: nada de ciencia ficción, era la fiesta organizada por el Ayuntamiento de Córdoba para celebrar los cuatro siglos de vida de la Plaza de la Corredera, que incorporó, además de la música de Vicente Amigo y la danza de Javier Latorre, un fastuoso mercado medieval.

Desde el viernes por la mañana, el centro de la ciudad hervía. Era fácil cruzarse con jóvenes ataviados con saya y calzas, cargando cestos enormes que rebosaban hogazas de pan, o con muchachas de larga melena que arrastraban varias sobrefaldas por el suelo. La plaza estaba llena. Al sol, junto al Arco Alto, un hombre tallaba minuciosamente cruces, palabras, flores, números y animales heráldicos sobre piedra gris. Mientras el artesano trazaba caracteres árabes sobre una lasca de roca, un curioso le preguntó '¿Y qué escribe usted ahí?'. 'Algo muy importante para los musulmanes: Alá es el único Dios, y Mahoma su profeta', tradujo el escultor. 'Bueno, sí, pero ya verá cuando venga Bush', respondió el curioso con aire de duda.

El pasado y el presente se entrecruzaban por todos lados. Los visitantes del mercado tocaban el papel antiguo con reverencia, hacían ademán de obedecer las instrucciones del pregonero (entre ellas, ceder la vez al obispo o a cualquier duque, conde o marqués que quisiese comprar), probaban las infusiones de hierbas medicinales en vasitos de barro y tomaban sidra elaborada igual que hace siete siglos... pero pagaban en euros y quedaban con sus amigos en la taberna a través del teléfono móvil.

Para maravilla de niños y adultos, por el cielo de la Corredera volaban águilas, halcones y otras aves, entre ellas dos enormes búhos reales con unas cejas dignas del mismo demonio. Un equipo de cetreros se encargaba de cuidarlos y de contar a los interesados todo lo que quisiesen saber sobre rapaces. Había mucho que aprender en el mercado, y no sólo sobre zoología; al lado del puesto de los animales estaba el scriptorium, un lugar en el que un amanuense vestido de monje benedictino, además de escribir lo que se le pidiese en caracteres latinos o árabes, enseñaba caligrafía gratis a quien lo pidiese.

Pero ayer se acabó todo. Tras un almuerzo multitudinario que hizo las veces de fin de fiesta, los mercaderes medievales volvieron a sus lugares de origen y la plaza regresó a la normalidad... hasta el siglo que viene.

Negocios nuevos, tiempos antiguos

El montaje de un gran mercado como éste debe requerir grandes dotes de organización. En la Plaza de la Corredera, recién inaugurada y con la cara bien lavada, se reunieron de un día para otro vendedores de queso de Tarragona, tratantes de embutidos de León, un herrero de Albacete, guarnicioneros de Castellón, músicos de Girona, actores aragoneses, cetreros castellanos, taberneros asturianos, chocolateros catalanes, confiteros valencianos... Todos muy creíbles, cada cual en su papel, y con todos los detalles históricos bajo control, incluyendo, por ejemplo, la decoración de los puestos, con colgaduras y motivos heráldicos, y los carteles que especificaban que los cinturones eran indistintamente 'para doncel y doncella', o los que ofrecían 'filtros y brebajes', cuando lo que se servían eran tés aromáticos. La empresa que agrupa a estos artesanos y mercaderes y los hace viajar por todo el país, a modo de comitiva varada en el tiempo, se llama Corda i Nuc. Su representante, Magda Durá, disfrazada de Melibea con un precioso vestido de terciopelo verde, contaba que la idea de la feria medieval ya ha pasado 'con mucho éxito' por otras localidades andaluzas: por Sevilla, por Jaén, por Huércal Overa, en Almería, y por Cortegana, en Huelva. También se ha probado en muchos pueblos de la Comunidad Valenciana, que sirvieron de área de rodaje para un proyecto que va creciendo a medida que gira. La idea ha funcionado estupendamente y se ha extendido como un reguero de pólvora. Andrés Ocaña, teniente de alcalde de Presidencia del Ayuntamiento de Córdoba, relataba ayer orgulloso que una delegación procedente de Alcalá de Henares, en Madrid, se había presentado en la ciudad para ver cómo se festejaba la recuperación del patrimonio monumental y tomar buena nota, a lo largo del fin de semana, de las actividades programadas en torno a la Corredera, que contaron con un presupuesto de unos siete millones de pesetas, unos 42.070 euros. A la plaza, además, le quedará un recuerdo musical de este bullicioso fin de semana: la melodía del reloj del mercado Sánchez Peña, compuesta especialmente para la ocasión por el guitarrista flamenco Vicente Amigo.

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