La noche transfigurada
Se mascaba en el ambiente la expectación, lo que desembocó en una cálida ovación de recepción a Lorin Maazel. Sí, era él, bajando por primera vez al foso de un teatro lírico español y con una orquesta española. Maazel dejó para otras ocasiones el éxito fácil con una orquesta de campanillas y se puso el mono de trabajar para una orquesta joven e ilusionada. ¡Qué admirable gesto el de Maazel, qué tanto se apunta un teatro modesto capaz de conseguir algo que el Real o el Liceo no han logrado para sus conjuntos habituales! Maazel compareció además con La Fura dels Baus, por primera vez en Madrid con un espectáculo de corte operístico. Y con una obra de difícil clasificación, El martirio de san Sebastián, que alguien como Heinrich Strobel ha llegado a definir como 'revista mística'.
EL MARTIRIO DE SAN SEBASTIÁN
De Claude Debussy, con libreto de Gabriele d'Annunzio. Versión y dirección escénica de La Fura dels Baus (Álex Ollé y Carlos Padrissa). Director musical: Lorin Maazel. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Con Abraham Hurtado, Ferrán Terraza, Ewa Malas-Godlewska, Elsa Maurus y Nora Gubisch. Narrador: Miguel Bosé. Imagen: Manuel Huerga y Franc Aleu. Figurines: Jaume Plensa. Coreografía: Erre que Erre. Teatro de la Zarzuela, 25 de enero.
En fin, ¿a qué llevó esta apuesta tan insólita? Digámoslo sin tardanza: a un triunfo apoteósico, sobre todo de Lorin Maazel, que no quiso acapararlo para él solo. Otro gesto de los de quitarse el sombrero. Maazel galvanizó a la orquesta de la Comunidad de Madrid. La hipnotizó. La transfiguró. Tocaron maravillosamente, ante el estímulo de una dirección genial. Los climas, los matices, las dinámicas, la sensación de madurez. La Orquesta de la Comunidad de Madrid vivió así sus horas más hermosas. Y el coro. Dando lo mejor de sí mismo vocal y teatralmente. Con las limitaciones de color que se quieran, pero con una actitud verdaderamente ejemplar, heroica.
La propuesta de La Fura dels Baus consiguió atrapar a los espectadores. Entre la extraña mezcla de paganismo y cristianismo imperante en la obra, La Fura optó por secularizar el espectáculo, por situarlo inteligentemente a unos niveles de normalidad carnal y existencial, mediante la corporización, con lección de anatomía a lo Rembrandt incluida, y el refuerzo de unas imágenes escénicas poderosas (el coro con la tabla, por ejemplo) y unas proyecciones tan sugerentes en el tono apocalíptico como en el conceptual. Miguel Bosé llevó la narración con solvencia y eficacia. Los cantantes estuvieron correctos.
Debussy se ha instalado este mes en Madrid con unas cotas asombrosas de calidad artística. Es un tema para reflexionar. Otro tema es la importancia determinante del director de orquesta en el resultado final de una representación de ópera o en la vida de un teatro. Y un último es el de la reacción del público ante espectáculos inteligentes y difíciles, pero bien realizados. La respuesta del madrileño en El martirio ha sido sencillamente ejemplar. El teatro de la Zarzuela ha vivido, en todos los sentidos, unas jornadas históricas.
Babelia
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