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El Museo de Málaga acoge una retrospectiva de Díaz-Oliva

La obra de José Díaz-Oliva (Huelva, 1938) ha pasado, como la de todos los grandes artistas, por numerosas etapas, desde la figuración con tintes realistas, al surrealismo de los años 70 y la abstracción posterior. Pero uno de los períodos más significativos fue el que dedicó a los clásicos y la reinterpretación de las obras clave del Renacimiento.

El Ayuntamiento de Málaga, la Diputación Provincial, la Universidad malagueña y la Fundación Unicaja han colaborado en este proyecto común y han recopilado unas 110 obras del artista, desde su primera pintura cuando tenía 9 años hasta el último cuadro que pintó justo antes de fallecer, en 2001. Hasta el 17 de febrero se podrá visitar en el Museo Municipal de Málaga esta muestra, titulada El ojo en el espejo.

José Díaz-Oliva fue onubense de nacimiento pero malagueño de adopción. En Málaga, ciudad a la que se trasladó siendo muy niño, se crió y se hizo artista. Fue fundador del Colectivo Palmo junto a pintores tan representativos de la vanguardia andaluza de los años setenta como Brinkmann, Barbadillo, Jiménez, Ruano o Lindell. Con ellos formó parte de la vanguardia artística más importante de Málaga, que hizo que la ciudad fuera considerada como la cabeza de la modernidad en Andalucía. 'Díaz-Oliva contribuyó, desde el impulso que supuso la constitución del Colectivo Palmo, a la renovación del lenguaje plástico en la Málaga a finales de la década de los setenta', dice Ana Rico, concejala de Cultura.

Iconografía propia

La obra de Díaz-Oliva estuvo adscrita al expresionismo figurativo y desarrolló una iconografía propia que se vincula al clasicismo. Este artista supo reinterpretar en sus óleos el Renacimiento, extraer la esencia de las pinturas de Da Vinci, Boticelli, Durero o, posteriormente, Velásquez, y dotarlas de un significado propio en una serie titulada Espejos, que pintó desde finales de los ochenta hasta finales de los noventa.

'Pepe se reflejaba en la obra de los clásicos. Lo que perseguía era una confluencia de lo figurativo y lo abstracto, como casi todo artista. Él se mira en los clásicos como Picasso lo hizo en Velázquez o Tàpies en El Bosco', afirma el comisario de la muestra, Antonio Abad, amigo personal del pintor. 'Algunos detractores lo tacharon de imitador y eso es una confusión injusta', añade.

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La muestra del Museo Municipal de Málaga es un recorrido cronológico por la obra de este artista que también tuvo su incursión en el surrealismo, por los años setenta. 'No le convenció demasiado ese camino y lo terminó dejando', dice Abad. De su última época, nació su serie Azogues, óleos sobre tabla en los que 'emborrona' la figuración con pinceladas y líneas en tonos ocres y marrones. 'Esta última etapa, cuando empieza a manchar la obra, fue la definitiva y la más definitoria de su creación', afirma el comisario de la muestra.

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