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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El mundo tras los cristales

Tres poetas de su generación fueron quienes mejor conocieron a Vicente Aleixandre (1898-1984). El primero, Emilio Prados, con quien había compartido pupitre escolar en Málaga; el segundo, Dámaso Alonso, amigo durante más de 60 años, mentor y editor suyo, y uno de sus más constantes corresponsales; el último, Luis Cernuda, quizá el poeta del 27 de trato más difícil, exigente, y crítico literario de una inteligencia y precisión sólo equiparables a las de Juan Ramón Jiménez. Cernuda escribiría dos largos artículos sobre Aleixandre, uno en 1950, para la revista cubana Orígenes, y el otro cinco años después en México, texto que se recoge en sus Estudios sobre poesía española contemporánea (1957). Cernuda dio en ellos, respectivamente, la dimensión humana y la dimensión poética de Aleixandre: respecto de la primera, le reconocía al también sevillano su 'predilección por suscitar y atender a la confidencia ajena'; de la segunda diría que 'su obra es el resultado de una sublimación del instinto posesivo de origen sexual', que se trata de una poesía 'afectada por lo religioso' y que, al igual que les ocurre a muchos poetas románticos españoles, 'no le detiene la necesidad de precisión en el vocabulario' (de hecho, si para Bécquer la pupila de la amada era azul, para Aleixandre es verde). Si el lector se adentra ahora en estos dos volúmenes, las Poesías completas (editadas por Alejandro Duque Amusco), y la Correspondencia a la Generación del 27 (reunida por Irma Emiliozzi), será de necesidad y justicia otorgarle toda la razón al punzante -e incómodo tantas veces- crítico literario que fue Luis Cernuda.

POESÍAS COMPLETAS

Vicente Aleixandre. Edición de Alejandro Duque Amusco Visor. Madrid, 2001 1.603 páginas. 36,06 euros

CORRESPONDENCIA A LA GENERACIÓN DEL 27 (1928-1984)

Vicente Aleixandre Edición de Irma Emiliozzi Castalia. Madrid, 2001 381 páginas. 27,05 euros

Al regresar ahora sobre la primorosa edición de Duque Amusco, que incluye un interesante apéndice de poemas sueltos, inéditos y no publicados en libro, al leer la poesía de Aleixandre, sus 12 libros, desde Ámbito (1928) hasta Diálogos del conocimiento (1974), pueden palparse en sus versos la misma evolución estética de una parte -significativa, pero una parte- de la poesía española del siglo XX, y que va desde los ecos de Rubén Darío, el inexcusable magisterio de Juan Ramón o las experiencias vanguardistas y surrealistas hasta cierta poesía humana de posguerra, versicular, con acentos clásicos en ocasiones o que se adentra en el dramatismo del monólogo o del diálogo líricos. Aleixandre, desde su atalaya de la calle de Velintonia, desde la colección Adonais, que dirigía su amigo José Luis Cano, o gracias al fraternal trato con Dámaso, vio pasar libros, poetas y generaciones tras sus cristales. Hay en los primeros libros de Aleixandre, los anteriores a 1936, un pulso con la realidad (física, metafísica o lírica); después, y sobre todo a partir de Historia del corazón (1954), su poesía busca abiertamente interlocutores: es otro camino el que entonces se inicia, y en el que no resulta ya tan sencillo encontrarnos con la pureza y la claridad de formas de un poema tan espléndido como nos parece el titulado Como el vilano.

Necesaria es esta cuidada

edición de las Poesías completas de Aleixandre, veinticinco años después de recibido el Premio Nobel, y que constituye el primer volumen de un ambicioso proyecto de obras completas; distinto es el juicio que pueda merecer el epistolario reunido por Irma Emiliozzi: algo más de 200 cartas y tarjetas cuyos destinatarios fueron Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Pedro Salinas, Carles Riba y Federico García Lorca. Es indudable el valor testimonial, biográfico o cronológico que aportan los epistolarios. Sin embargo, la cuestión sigue siendo que, a diferencia de los diarios y memorias, obras en las que pueden detectarse guiños de su autor hacia un posible lector, aun cuando aquél asegure no desear que sus páginas se hagan públicas, la correspondencia -de carácter privado aunque trate de cuestiones literarias- puede aportar más informaciones que las estrictamente exigibles en muchos ámbitos de estudio. No obstante, si el autor -como es el caso- adquiere pronto conciencia de que es alta la probabilidad de que su literatura le trascienda, las epístolas se tornan más cautas en sus juicios, más selectas en la elección de sus destinatarios y hasta más esporádicas.

Por este epistolario se fijan las fechas en las que Aleixandre conoció a Cernuda o Huidobro, por ejemplo, se sigue bien a las claras el proceso que dio como resultado que la concesión del Premio Nacional a La destrucción o el amor, se advierten algunos de los ecos suscitados por la antología en la que Gerardo Diego reunió a muchos de sus compañeros de generación, etcétera. También -parece tópico de los epistolarios de aquellos tiempos- se deslizan algunas maldades contra Juan Ramón Jiménez y contra Luis Cernuda, tan distintos y tan iguales. Cabría advertir de que a pesar de las dificultades que ha debido de superar su editora y la ingente documentación que se aporta, la edición adolece de algún apresuramiento en sus notas a pie de página: no puede ser Rafael Morales el Morales que en 1934 proyecta presentarse a una oposición de literatura, pues el poeta de Talavera tenía entonces 15 años; veinte páginas después se cita a Luis Morales Oliver, amigo de Aleixandre y quizá a quien se refiere en su carta de 1934. En otro lugar se habla del envío de una antología, y la editora duda entre una de Dámaso Alonso o la segunda edición de la de Gerardo Diego: dos páginas después no cabe duda de que se trata de esta última, que agradece Aleixandre a Diego, pero la nota ni se enmienda ni lo recoge; en una carta se copia al pie la acepción que el DRAE da de 'arrechucho'...

De todo el corpus epistolar editado, y entre una ingente cantidad de vida doméstica del poeta y de la poesía, las cartas de mayor interés son la remitida a Federico García Lorca, en 1928, como acuse de recibo y de lectura del Romancero gitano, y la enviada, en 1943, a Dámaso Alonso, en la que Aleixandre comenta Oscura noticia. Deberá seguir haciéndose la pregunta: ¿es preciso editar todos los epistolarios, exhaustivamente?

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