2010: nieve para el mejor
Aunque el resfriado sea una patología común sus síntomas alejan notablemente el mundo exterior y achican los personajes. A la mente convaleciente, humedecida por el sudor y resentida por el incendio de los ojos y el trazo de la fiebre en las sienes, le llega una imagen de la realidad muy amortiguada. La gente sigue hablando allí con glotonería, ocupándose con entusiasmo de sus asuntos o gobernando el mundo con conciencia mesiánica mas, para el ser aturdido por las mucosidades y las toses, el universo exterior está formado por grupos de insectos laboriosos y mudos que habitan brumosas casas de muñecas y que se mueven con un afán exagerado como si les importara menos el verdadero alcance de su empresas que recorrer con esmero exagerado el mismo camino entre la oficina y el hormiguero.
La marcha a un hotel de Madrid de los componentes de la candidatura de Sierra Nevada a los Juegos de Invierno del 2010 no necesita de la mediación de un resfriado para que nos parezca una expedición remota. Por sí misma tiene algo de empresa aventurera decimonónica. Pero si entre nuestros ojos y el valeroso grupo se interpone la lente convexa de la fiebre y la congestión nasal, uno tiene la sensación de que la expedición, compuesta por individuos de aspecto familiar, pero de esa familiaridad deformadora de los sueños, ha viajado a un Madrid fuera de la galaxia en busca de un futuro propio de la ficción científica. Leo en los diarios que el alcalde de Granada, José Moratalla, una vez aterrizado en Madrid, ha reunido a los periodistas y ha pedido 'respeto' por la candidatura de Sierra Nevada. No alcanzo a entender la razón de pedir respeto si no ha habido menoscabo, pero me conformo con la seguridad de la palabra y, como estoy resfriado, no me importa. Lo que sea será.
Desde que Barcelona fue elegida sede de los JJ OO de 1992 en aquella memorable escena en la que los representantes de la candidatura, al reconocer el nombre de la ciudad, saltan de sus asientos, elevan las manos, brincan y se abrazan entre el estrépito de las sillas que caen a causa de la alegría, todas las ciudades aspiran a representar antes o después una función de locura semejante. Esta mañana el Comité Olímpico Español decidirá si Granada o Jaca representan a España ante el comité internacional como sede oficial para la competición deportiva. No sé qué pasará, pero confío en que la última neblina del constipado me haga todo más llevadero. Tanto la alegría excesiva como el abatimiento desmesurado.
En realidad, todo es tan confuso, que no sé qué es más perjudicial: el no de entrada, o un sí rotundo que introduzca a Granada en un laberinto de ilusiones, proyectos y edificaciones que en la práctica no sirvan sino para avivar, mientras duren, una ilusión de éxito condenado a extinguirse de cualquier modo. Los diarios locales ya han comenzado a adelantar donde estará la villa olímpica y cuales serán sus lujos, y aunque por el momento tales pabellones sólo sean modestos tarugos de una maqueta un buen vendedor los puede convertir en palacios de cuento. En fin, que gane el mejor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.