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Columna
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Más calendario

Después de escribir hace dos semanas sobre calendarios, he recibido algunos nuevos ejemplares de instituciones y libreros, apuntando el valor de sus ediciones. Indudablemente todos son dignos de aprecio aunque solo sea por su funcionalidad, pero hablar de su originalidad o valor artístico -llámenlo si quieren decorativo- es harina de otro costal. Dejando tacos con hojas volanderas y grandes pósters a parte -insisto, sin desconsiderar sus aportaciones-, hay dos que destacan por su impacto plástico. Uno publicado por la Secretaría General de Pesca Marítima y repartido por numerosas localidades portuarias. Está dedicado a los faros de España. Son doce magnificas fotografías aéreas de autor anónimo. Vistas cenitales que realzan la belleza de los lugares de tal forma que cuesta reconocer en su grandiosidad faros tan próximos como el de Castro Urdiales o el de la Plata, en Pasajes.

Otro es el que ha puesto en circulación el Ayuntamiento de Sestao. Primero en euskera y luego en castellano, lo presenta acertadamente su alcalde, Segundo Calleja, deseando lo mejor para su municipio, es decir paz, armonía, solidaridad y tolerancia, que bien falta hace en estos tiempos que corren. Pero el acierto no solo está en sus aspiraciones para convecinos y visitantes, también en el artista elegido para realizar las imágenes. Se trata de Javier de las Heras (Sestao, 1953). Aferrado a su localidad con uñas y dientes, conoce todos los rincones que ponen sello de identidad al pueblo que le vio nacer. Trabaja fundamentalmente la pintura, pero es capaz de resolver sus inquietudes en otras disciplinas plásticas.

Su trayectoria arranca desde niño cuando, jugando con sus amigos, en lugar de cambiar cromos por cromos cambiaba cromos por dibujos. Sin soltar el lapicero y pensando en los pinceles, estudia en el Patronato de Sestao. Terminado el bachillerato, asiste durante el verano a la academia Leonardo de Vinci y prepara su ingreso en la Facultad de Bellas Artes. Las aulas de la antigua escuela de la UPV en Sarriko no le vieron pasar mucho tiempo por sus pupitres. Dificultades económicos hicieron que su vida cubriera otros derroteros. Sin perder el rumbo del arte, la ilustración de libros le procuró sus primeros ingresos. Para la empresa D. Brouwer preparó manuales de primera y segunda enseñanza. Su dibujo encajaba a la perfección con las pretensiones pedagógicas que buscaban los editores. Los Pasionistas de Euba le tuvieron durante un año comiendo y viviendo en su convento para ilustrar los primeros libros de texto publicados en euskera. Este retiro místico-laboral forjó aun más su vocación artística, no religiosa. Siguieron exposiciones en casa y en el extranjero. En 1995 llegó la Medalla de Honor en la muestra del The Florida Museum of Hispanic and Latin American Art, en Miami.

Su trayectoria continúa aferrada a la pintura y a unas clases de dibujo en su estudio. Ahora se ha descolgado con este calendario donde siete imágenes, unas vistas desde dentro otras desde fuera, plasman el Sestao que marcha y el que llega. Son trazos donde los espacios se envuelven con tonos de mineral de hierro. Una clara figuración se apoya en curiosas pinceladas para insinuar derivas expresionistas e incluso abstractas. Pero no dudan los críticos que recorren los bares de Sestao (la localidad hizo huelga de chiquitos cuando ¡aquellos años! subió a una peseta) en reconocer los lugares y aplaudir esta nueva forma de presentarlos.

Sin fisura alguna, el calendario trasciende cuando enseña el viejo Barrio del Sol con el alto horno de sombrero, cuando la dársena de la Benedicta se mira desde Lamiako o cuando las nuevas vías del Metro, coronadas por el Asilo de Rebonza, atraviesan el olvidado enclave de Simondrogas. El heptágono lo completan el Parque de Markonzaga, el Ayuntamiento junto a la Iglesia, las Camporras y haciendo portada el monumento a la clase trabajadora en el Casco. El artista ha invertido en ello honestidad, imaginación, madurez y un excelente saber hacer. Un buen hito de creación.

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