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DON DE GENTES
Columna
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Yo soy así

Elvira Lindo

CREO QUE hay intelectuales que no tienen televisión. Así mismo se lo dije a Bicoca. 'Pero, ¿por qué, porque no tienen dinero para comprársela?', me preguntó ella bajando la voz. Es que Bicoca, cuando habla de alguien que no tiene dinero, baja la voz, porque le parece lo peor. 'No, Bicoca, le dije, no se la compran para no perder su pureza'. 'Ah, su pureza...'. La dejé sumamente impactada. Todo esto lo hablábamos en El Corte Inglés donde me mandó mi santo a preguntar precios de teles, porque mi santo, a pesar de que es un intelectual más evolucionado, de los que logran mantener su pureza aun viendo la televisión, es todavía de ese tipo de intelectuales a los que les gusta comparar el precio de los productos. 'Son ganas de tenerme dando paseos', le digo a Bicoca, y Bicoca me dice: 'Y como yo digo, al final, lo barato sale caro'.

Total, que le pedimos a un amable dependiente de El Corte Inglés que nos hiciera una demostración en una tele que era más grande que las pantallas de los Renoir. El señor nos acercó unas butacas, empieza a hacernos un zapping y en esto que vemos que comienza Betty la Fea, y Bicoca y yo, como un solo hombre, nos cantamos la canción entera (nos gusta bastante). Bicoca le dijo al dependiente, el señor Vázquez (aprovecho para saludarle), que por favor se apartara un poquito porque seguíamos la serie, y después de informarle de que 'soy amiga de Isidoro de toda la vida', que es una cosa que Bicoca le dice a cualquier dependiente del Corte, añadió: 'Aproveche usted para atender a otros clientes'. Pero el señor Vázquez se quedó como perdido en la planta, porque a esas horas de la tarde, o bien la gente está viendo Betty la Fea, o bien está trabajando (hay gente pa tó), o en su defecto son intelectuales sin televisión y están manteniendo su pureza muertos de aburrimiento, porque ya me dirás tú.

Ya saben que no me gusta airear asuntos de mi vida privada, pero haciendo una excepción les confesaré que me gusta tanto Betty la Fea que el otro día vino a mi casa a comer la editora Amaya Elezcano y su director de comunicación, Miguel Munárriz, que me gustaría que lo vieran las lectoras, porque es un director de comunicación del tipo que a mí me gusta, bastante guapo (como que las cosas que te comunica las entiendes mejor que si te las comunicara un mostrenco), y resulta que acaban de comer un arroz que hizo mi santo en la Thermomix, que si no hubiera sido porque somos muy mirados hubiéramos acabado lamiendo el plato, y en esto que pasamos al segundo ambiente (el salón), y sería porque habían repetido dos veces de plato o porque se habían bebido dos botellas de vino que, oye, se apoltronaron en el sofá y no decían de marcharse. Y yo mirando el reloj porque veía que se me echaba encima el momento en que empieza a sonar la mítica canción (Yo soy así) y ahí estábamos los cuatro, pelando la pava, chismorreando sobre esos programas literarios en los que dicen que tienes que ir después de hacer unos cursillos de defensa personal. O sea, lo peor. Me consolé leyendo un artículo en el TLS sobre Peggy Guggenheim, que era como la Betty la Fea del mundo artístico. Ha salido una biografía sobre Peggy la Fea y la cosa es que la pobre estaba tan acomplejada por su fealdad que, no encontrando consuelo en el dinero (hay gente extraña), se benefició a más de mil hombres. Encuentro que es una manera positiva de encarar un trauma. Decía Pollock que para tirarte a Peggy tenías antes que cubrirle la cara con la sábana, y contaba ella misma que siendo jovencita le pidió a su novio que le arrebatara eso tan molesto que es la virginidad, pero antes se lo llevó a Pompeya y le rogó que le perpetrara todas las posturas que aparecían en los frescos eróticos pompeyanos. Un ejemplo para todas nosotras.

Con el tiempo he llegado a esta conclusión: para ser gracioso hay que ser un poco feo. Hay excepciones, claro, y son extraordinarias, como Marilyn Monroe. El otro día decía nuestra Rosa Montero que Marilyn en Con faldas y a lo loco tenía barriga. Desde aquí te lo digo, Rosa: 'Mataría por tener esa barriga gloriosa'. Incluso dejaría de escribir. Aún más: escribir es una manera de consolarme por no tener esa barriga. Pero ya digo, en general, todos los graciosos son un poco feos: el tío más gracioso que hay ahora mismo en el panorama teatral es Millán Salcedo haciendo de Teniente Mochila en Los sobrinos del capitán Grant, él y todo lo demás, empezando por los coros, siguiendo por las cantantes, que son tan cómicas, y terminando por los decorados y esos diálogos que van de Arniches a Valle-Inclán. El teatro a rebosar y todos infantilizados por esa maravillosa pieza popular: los niños, que había muchos, las abuelas (una decía: ¡que me meo!). Esa alegría del espectador que tan pocas veces se ve en España, y aunque haya lectores que me llamen esnob lo diré a gritos: ¡Y tantas veces se ve en Broadway! Por cierto que el acierto en gran parte se le debe a Paco Mir, el de Tricicle, que ha dirigido la cosa. El otro día, Rose, mi chica de oro favorita y referente intelectual, informaba a sus amigas: 'Creo que en Nueva York hay directores de escena que son homosexuales'. Y yo le he puesto un e-mail a Paco a ver qué sabe de esto, porque me inquieta.

Milán Salcedo representa al teniente Mochila en <i>Los sobrinos del capitán Grant</i>.
Milán Salcedo representa al teniente Mochila en Los sobrinos del capitán Grant.SANTI BURGOS

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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