El chivo
Intento imaginar cómo veía Harry, el hijo menor de Carlos de Inglaterra, a su familia bajo los efectos del hachís. ¿Qué pensaría de los sombreros de sus tías? ¿Asistió fumado a alguna inauguración? ¿Vio a su padre con la falda a cuadros con la que sale a veces en ¡Hola!? Vivir dentro de una familia real como la inglesa debe de proporcionar, creo yo, la impresión de estar narcotizado todo el tiempo. En esas circunstancias, lo sensato es quitarse de la monarquía o quitarse del hachís, porque las dos drogas pueden provocar un efecto acumulativo pernicioso. Vean, si no, lo que hizo el príncipe cuando se enteró de que el chico fumaba: lo llevó a un centro de desintoxicación de heroinómanos, donde lo más probable es que le proyectaran vídeos antiabortistas. Con un padre así de alucinante, ¿para qué necesita uno la marihuana?
Supongamos que tienes 17 años y que al volver del colegio encuentras en la puerta de tu casa a unos señores haciendo el cambio de guardia con esos sombreros que recuerdan el peinado de la esposa de Homer Simpson. Lo lógico es que pienses que te han metido alguna sustancia estupefaciente en la comida. He visto dos o tres veces el cambio de guardia en el palacio de Buckingham y siempre he salido diciéndome lo mismo: esto no puede ser real, esto no puede ser real. Y es real, no sólo en el sentido de que existe, sino en el de pertenecer a la realeza. ¿Cómo no va a salir corriendo el crío en dirección al bar? Un poco de comprensión.
Piensa uno que quizá Harry sea el único miembro de la familia real inglesa que está bien de la cabeza. A lo mejor hay que desintoxicar a todos los demás. No hace mucho pasaron por la tele una imagen en la que se les veía juntos, delante del palacio, alrededor de la bisabuela, y parecía una pesadilla alcohólica de Allan Poe. Y eso que no estaba Camilla, la novia de Carlos. No es raro que los miembros de familias con problemas psicológicos busquen un chivo expiatorio sobre el que descargar lo que no soportan en sí mismos. Ese miembro puede ser en este caso el pobre Harry, que sólo se ha fumado dos porros. Para inventar el cambio de guardia, en cambio, hay que haberse metido mucho éxtasis.
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