La mala leche de Emilio
Javier ya no vive solo se inicia con una concatenación de desgracias. Javier (Emilio Aragón) es un solterón mujeriego y vividor que en una semana ve peligrar su trabajo como director de guardería y su intimidad con la llegada de su mejor amigo (Fernando Guillén), que, tras un desengaño, ocupa su casa. Esta epidemia de marrones altera su independencia y sus principios, disimulados tras un cinismo y una mala leche que en el fondo esconden, además de un pasado traumático con Marina (Cristina Marcos), un corazón de alcachofa. Para salir del apuro, Javier recurre al dinero de un hermano viudo y corrupto (Emilio Gutiérrez Caba), al que detienen por chorizo de luxe, así que tiene que tragarse el sapo de aceptar la conflictiva ayuda de Marina para salvar la guardería y, además, acoger a sus desamparadas sobrinas.
Como en muchas series de éxito, hay un amplio abanico generacional que cubre el aspecto sociológico del invento. Aunque la promoción ha destacado el cambio de registro de Aragón, tengo malas noticias: no hay cambio. Por más tacos que suelte y se disfrace de secretario general de Tíos Enrollados Sin Fronteras, Javier es un buen chico en un mundo, eso sí, menos bucólico que otras veces. A diferencia de Nacho, Javier no aspira a ser santo, pero sigue teniendo esa rara habilidad para, aunque beba whisky en lugar de leche, hacer oposiciones a Frank Capra. No es ningún defecto, que conste. Eso le servirá para alcanzar altos índices de audiencia con una historia que, por ahora, tiene poco de comedia. La presencia de Nuria Roca es un acierto. Que los dos modelos de conducta y profesionalidad del país se unan para compartir otra sesión de tensión sexual no resuelta promete calidad y confianza, por utilizar el lema del anuncio de las rebajas de unos grandes almacenes que, por cierto, también interpreta Roca.
Sin salirse de un marco convencional, la serie adopta un tono artificialmente realista y se apoya en una intriga algo sosa, que recuerda algo a Todos los hombres son iguales, y en el acierto de los actores, que hacen mucho más que cumplir. Con su anterior gesta televisiva, a Aragón le fue de fábula, gustando a casi todo el mundo menos a los críticos. Ahora parece haber buscado un género más serio y comprometido, con más mensaje y menos moralina, que corre el riesgo de gustar a algún crítico y quizás a menos público. En resumen: que la serie es distinta a Médico de familia, pero que él sigue siendo Emilio Aragón. Y usted no.
[La serie Javier ya no vive solo obtuvo el domingo 4.167.000 espectadores (24,7%). Fue el segundo programa más visto, tras la película de TVE-1 Un crimen perfecto, con 5.838.000 espectadores (36,8%). El estreno de Los vigilantes de la tele congregó a 1.510.000 personas (9,2%) en Antena 3].
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