'Mi mujer es como de mi familia'
Con 50 años, reconoce que, tras tantos capítulos de comisario televisivo, a veces se busca la placa por la calle para intervenir en algo. Le gusta el bricolage, la huerta y jugar con sus seis perros, ninguno de los cuales es policía. 'Lo que no me importaría es que alguno fuera actor y me retirara', dice. Está encantado con su medalla al mérito policial.
Pregunta. ¿Es tan flemático como el comisario Castilla?
Respuesta. Para nada. Soy mucho más temperamental.
P. Es que matan a su novia la juez y sólo pone cara de resignación: ni jura ni nada.
R. Aunque empecé la serie con algunas palabrotas, luego el personaje nos fue gustando más así: prácticamente incorruptible, un poco utópico, tan paternal...
P. No me diga que la poli no es así.
R. Hay de todo. Pero lo importante, cuando haces algo de ficción, es que sea creíble. Y, afortunadamente, parece que se ha conseguido.
P. Dicen que la nueva etapa de El comisario tendrá sexo, violencia y rock and roll. ¿Ligará incluso usted?
R. El comisario es prácticamente célibe, parece que ha hecho un voto de castidad. Ha habido algún conato, pero ni con la secretaria, con la que había indicios. No les ha dado por ahí a los guionistas. Y yo ya me he acostumbrado a no tener sexo.
P. ¿El criminal nunca gana?
R. No debería, ¿no? Aunque muchas veces ganan, porque la judicatura está de tal manera que ganan los narcos. A la poli no se nos escapan. Se les escapan a ellos.
P. En la vida civil, ¿cundiría usted como comisario?
R. Un comisario amigo mío ha dicho que cuando se acabe la serie tendrán que pensarse muy seriamente si me dan un puesto.
P. ¿De qué es capaz con una pipa en la mano?
R. De no tenerla, porque si se tiene, igual se usa.
P. ¿Le duelen los huevos de ganar millones, según vaticinio textual de Alberto Closas?
R. Ehhhhh... Me han molestado un poquito. Como un calentoncillo. Últimamente me van mejor las cosas.
P. Dicen que es humildito y sencillo, buena gente. ¿Se pasan?
R. Hombre, comparando con el resto, a lo mejor es así. Pero mi mujer dice que no tanto, que soy un cascarrabias.
P. Creo que en Ávila le propinaron una educación religiosa estricta.
R. Yo fui a un colegio de curas y tenía muy metida la religión en la cabeza y mucho miedo al pecado mortal. No les guardo rencor, pero creo que se pasaron.
P. ¿Y ahora cómo anda de pecados mortales?
R. Cometo muy pocos, porque los que yo creía que lo eran, ya no lo son.
P. ¿De pequeño jugaba a policías y ladrones?
R. Claro. Y de mayor juego a lo mismo. Me gustaba más hacer de policía, porque es el bueno. Aunque con la reminiscencia de la policía de Franco, todo lo que olía a policía olía fatal.
P. ¿Castilla ha venido a redimir al cuerpo?
R. No, no, es mi propósito [ríe]. Está bastante redimido. Antes, siempre que se tocaba un tema de la policía o el ejército, les pedías ayuda y luego les poníamos a parir. Ahora leen los guiones, y dicen: si usted me insulta, no le dejo el helicóptero.
P. Tiene fama de no rechazar ningún personaje. ¿Le da igual ser Hamlet que soldado romano en Ben-Hur?
R. Eso hasta ahora. He vivido de lo que me iban llamando, porque si eliges, no comes. Ahora ya me gustaría hacer papeles que tengan entidad.
P. En todas las entrevistas cita a su mujer, y su relación idílica.
R. Yo conocí a mi mujer después de varias relaciones, y me di cuenta de que, tras un año o dos, son todas muy parecidas, y que lo importante es el cariño y la compenetración sin artificios. Llega un momento en que tu mujer es también tu madre, tu amiga, tu compañera. Mi mujer es como de mi familia.
P. ¿Los lunes se pone ante el televisor para ver cómo está de estupendo?
R. No, porque me gusto poco. La imagen que tengo mía es de un chaval de veintitantos tacos, guapete, majete, delgadito. Y ahora me veo con cara de ser el padre de todos.
P. Los de Operación Triunfo les van a mojar la oreja de la audiencia.
R. Que sepan que me he quedado con sus caras y que sé dónde viven.
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