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Columna
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Veto

Miquel Alberola

La fricción de intereses citrícolas entre los Estados Unidos y los exportadores valencianos se produce en un marco muy complejo. No se le escapa a casi nadie. No es que las exportaciones de las empresas valencianas a Estados Unidos sean determinantes en la suma global (apenas un 8% y alrededor de los 1.100 millones de euros), pero tienen su importancia y, aparte de clementinas, los industriales valencianos también colocan zapatos y otros bienes de consumo en ese enorme contenedor de naciones y razas. Es evidente que, a partir del pulso proteccionista planteado de modo muy mafioso por el clan citrícola norteamericano, esta diversidad de productos corre el riesgo de quedar afectada ante una radicalización de posturas entre las partes. Por no mentar el riesgo que proyecta sobre los intereses de esa gran potencia en nuestro breve territorio, como Ford o las distintas franquicias, que tanto jugo económico repercuten entre el inquieto vecindario indígena. Bien está que un gobierno tenga que ser consciente de esa complejidad y deba cuidar de que esos equilibrios no se alteren. Pero entre actuar con diligencia y reflejos en defensa de esos intereses y no mover ficha, que es lo que el Consell, en combinación y comandita con el Gobierno de España, casi ha venido haciendo desde que se cerraron las fronteras por haberse detectado una larva muerta en un supermercado, hay un trecho demasiado grande. En este asunto no es que no haya salido una iniciativa efectiva del Consell, es que no se han rozado ni los rebotes. Por una parte, el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete -¿por qué se inhibe Aznar en este asunto de Estado?- ha esperado demasiado a llevar el caso ante la Unión Europea. Y por la otra, el presidente de la Generalitat ha cubierto un brillante trayecto político pasando de encontrar 'lógico' el veto a amenazar con tener un 'conflicto' -¿armado?- con los Estados Unidos si persiste. Cómo será de patético y de desesperante para el campo que hasta sindicatos tan dispares como AVA y la Unió funden su lamento para acusarles de que o no hacen nada al respecto o le siguen el juego a los Estados Unidos para dilatar el veto hasta el final de la campaña y más allá.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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