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CIRCUITO CIENTÍFICO
Columna
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Una agencia europea de I+D

Una obsesión de los que nos dedicamos a la política científica de ámbito europeo es comparar la prestación de la I+D europea con la de EE UU. Nos resulta sencillo decir que Europa invierte mucho menos y que ahí residen la mayor parte de nuestros males. Sin embargo, hay otras razones que contribuyen al liderazgo de EE UU. Una de ellas es la estructura y gestión de la financiación de la I+D, representadas en ese país por la National Science Foundation y el National Institutes of Health. Obviamente, no existen las agencias europeas equivalentes. ¿Deberíamos tenerlas para conseguir un sistema de financiación de la I+D más eficiente y acorde con los objetivos políticos de integración europea?

En su diseño actual es impensable que el Programa Marco de la Unión Europea, que representa un pequeño porcentaje de la inversión en I+D en Europa (entre un 5% y un 6%), sea la solución de los males que nos aquejan, incluyendo el auténtico desarrollo de un Espacio Europeo de Investigación. Sólo los socios de la UE tienen en sus manos la solución si deciden tomar el camino de la coherencia y aunar esfuerzos y capacidades. Esto resulta difícil, puesto que los sistemas nacionales fueron diseñados para satisfacer las necesidades específicas de sus comunidades científicas y los objetivos europeos no están más que empezando a aparecer tímidamente en algunos países.

En la mayor parte de países avanzados, la financiación pública se delega a instituciones más o menos independientes del entorno político. Éste no es el caso de España, donde la asumen hoy unidades directamente integradas en los ministerios y, en particular, en el Ministerio de Ciencia y Tecnología, ni tampoco es el caso de Europa, donde el Programa Marco de la UE depende directamente de la Comisión, es decir, de una institución estrictamente intergubernamental. Además, la investigación científica de largo plazo, la que genera conocimiento en el proceso de innovación, la que conocemos como investigación básica, pura o fundamental, pese a reconocérsele un papel esencial en el desarrollo y crecimiento económicos, ha recibido muy poca atención en los programas marco de la UE.

Todo ello ha resucitado el debate acerca de la necesidad de que Europa disponga, o no, de una agencia de financiación a escala federal (un European Research Council). El tema es complejo y los argumentos a favor y en contra se multiplican. Sin embargo, resulta obvio que ningún país europeo puede hoy abordar en solitario el reto de convertirse en líder mundial, sea científico, tecnológico o económico, dominios que, por cierto, van estrechamente unidos. La integración europea puede ser la solución. Ciertamente, una agencia de financiación europea de I+D aportaría mayor competición entre los grupos científicos, lo que contribuiría a mejorar los resultados y ayudaría a conseguir una Europa globalmente más competitiva.

Pocos piensan en la Comisión como gestora de la I+D de abajo a arriba, la de largo plazo, la que responde a estímulos generados por el propio progreso científico. Parece que si Europa necesita una estructura nueva, ésta debe establecerse a una distancia adecuada de los gobiernos, mantener la diversidad, usar las mejores prácticas en la gestión, ser accesible a la comunidad científica europea y ponerse a su servicio. En ningún caso debe sustituir a las agencias nacionales y regionales; y tampoco debe ser una nueva burocracia, sino una fuente de creatividad. No se me escapa que el tema levantará controversia y deberá responder a preguntas tales como ¿quién debería financiar esta agencia?, ¿las agencias nacionales y/o los gobiernos correspondientes?, ¿la Comisión?, ¿quizás todos ellos de forma conjunta?, ¿qué tipo de I+D debería financiar?, ¿qué tipo de estructura debería tener?, ¿cuál debe ser su gobernanza?

El debate no es nuevo, pero está emergiendo con fuerza en distintos foros de política científica y no puede pasar inadvertido a la comunidad científica española. La complejidad del tema merece un debate en profundidad. Por esta razón, la European Science Foundation (ESF) ha decidido liderar el debate necesario para clarificar ideas. La ESF, que representa a 70 agencias de financiación de I+D de países europeos, no está sola y la presidencia danesa de la UE, que sigue a la española durante el segundo semestre del 2002, dedicará unas jornadas a debatir, precisamente, el tema que hoy planteo.

Enric Banda es secretario general de la European Science Foundation. Estrasburgo. secgen@esf.org

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