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Reportaje:

Los Reyes Magos vienen del reformatorio

Los niños de una residencia para menores desamparados reciben juguetes fabricados por adolescentes autores de delitos graves

Los Reyes Magos no siempre vienen directos desde Oriente. A veces su estrella les obliga a detenerse en otros lugares. Y esto fue lo que ocurrió ayer cuando los tres monarcas hicieron una parada en el reformatorio El Madroño, de Carabanchel. Allí recogieron juguetes de madera, fabricados por los 15 adolescentes internados en este centro por cometer delitos graves, y se los llevaron después a los niños que viven en la residencia Rosa (Chamartín) para menores desamparados.

Los Reyes, como también son magos, pueden asumir los rasgos faciales de otras personas; por ejemplo, los de los internos del reformatorio que han hecho los juguetes. Por eso, cuando ayer se presentaron ante los ilusionados críos de la residencia, Baltasar se parecía mucho a Farid, un marroquí de 17 años que lleva tres meses interno en El Madroño acusado de un robo; Gaspar era igualito a Mustafá, que, con la misma edad, permanece desde hace 13 meses en el reformatorio por un delito que no quiere desvelar, y Melchor recordaba mucho a Nuria, de 15 años, sentenciada a un año de privación de libertad 'por cosas', como ella dice. Los nombres de los menores son ficticios para preservar su intimidad.

Los tres Reyes llegaron al centro Rosa en coche y acompañados de dos educadores de El Madroño. Nada de caballos ni de pajes. Se les veía nerviosos, pero también ilusionados por el momento que iban a vivir. Uno de ellos incluso se despojó de la corona, que le daba calor, y bajó del vehículo tocado con un sombrero de jipijapa.

Su entrada en la residencia causó una pequeña conmoción a los 12 niños de entre dos y seis años que han tenido que permanecer allí durante la Navidad. Los chavales, sentados en unas colchonetas, observaron a los Reyes sentados en tres tronos con los ojos bien abiertos, pero sin decir ni pío. Aunque alguno, más emocionado, rompió a llorar. 'Caramba, qué formalitos estáis', comentaba asombrada una de sus cuidadoras al ver a los chiquillos tan pétreos.

Entonces comenzó la entrega de regalos. Gaspar saludó a los niños con un fuerte acento marroquí: 'Buenos días, chicos. Nos han dicho que este año os habéis portado muy bien y por eso os hemos traído estos regalos'. Sus compañeros de trono asintieron.

'A ver, ¿quién es Sara?', preguntó, agarrando un voluminoso paquete. Pero la interesada, una niña muy pequeña, no se enteraba de que era a ella a quien llamaban. Al final, una de las educadoras tuvo que cogerla en brazos y llevarla hasta el regazo del rey. Pero a la cría se le desbordaron los nervios y rompió a llorar cuando el monarca quiso darle un beso.

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Cuando le tocó el turno a Juan la situación fue bien distinta. El chaval se aproximó al trono con mucho garbo, sin dudas ni lágrimas, y nada más recoger su regalo -una motocicleta de madera- comenzó a recorrer con ella la habitación. '¡Menudo es él!, quería bajar a esta recepción real cargado con los otros regalos que ha tenido esta noche por si acaso alguien se los quitaba', explicaba divertida una educadora.

Unos minutos después, el silencio expectante se transformó en bullicio. Todos los críos estrenaban sus nuevos juguetes de madera con un bonito acabado, construidos para ellos por los internos del reformatorio. Había cunitas, carritos de bebé, correpasillos en forma de camión, motocicletas, caballitos... Incluso un balancín en el que cuatro niños se mecían con un ímpetu tal que parecía que iban a salir disparados en cualquier momento.

Los Reyes intentaban saber si a los pequeños les habían gustado sus obsequios. Pero era inútil. La atención infantil no estaba ya concentrada en sus regias majestades, sino en los juguetes. Por eso los magos se retiraron a beber unos refrescos y a comer turrón y roscón.

'Merece la pena el esfuerzo'

Baltasar, en su papel de Farid, se mostraba satisfecho. 'Merece la pena todo el esfuerzo que cuesta construir estos juguetes sólo por ver a los chavales tan contentos. No es que sea difícil hacerlos, pero llevan mucho tiempo', subrayaba. Él sabe que los 12 niños que ayer les esperaban con ilusión provienen de hogares con situaciones muy difíciles. Son chavales que no han podido pasar las navidades con su familia, aunque otros 13, de la misma residencia, han tenido más suerte y están en sus casas en estas fiestas.

'Los pequeños no se dan mucha cuenta, pero a los mayores se les ve tristes porque saben que otros chicos están con su familia en estos días y se preguntan por qué ellos no', asegura Victoria del Río, subdirectora de esta residencia de la Comunidad.

Eduardo, de dos años y medio, fue el único de los niños presentes en la entrega de regalos de ayer que pudo salir a celebrar el día de Reyes con su madre, Sara, de 21 años, que le tenía preparados unos regalos en una habitación con globos. 'Le tengo aquí internado desde hace seis meses, muy a mi pesar, por una serie de problemas que hubo, pero espero que todo se resuelva y que me lo pueda llevar a casa pronto. Ayer estuvimos juntos en la cabalgata', señalaba esta joven mientras intentaba convencer a su hijo de que era mejor dejar en el centro el caballito de madera que le habían traído los Reyes, algo a lo que el pequeño se resistía.

Poco después sus majestades abandonaron la residencia y se encaminaron de nuevo al reformatorio, donde tenían otra fiesta de Reyes. Pero ya habían cambiado sus coronas y túnicas por camisetas, vaqueros y playeras.

Los Reyes Magos, en la residencia Rosa para menores desamparados.
Los Reyes Magos, en la residencia Rosa para menores desamparados.RICARDO GUTIÉRREZ

Taller de madera y granja escuela

El taller de carpintería del reformatorio El Madroño no sólo produce juguetes. En él se fabrican también cabeceros y otros muebles sencillos, que, como los juguetes, se destinan a las residencias de niños desamparados de la Comunidad. Con este taller se pretende que los internos realicen una actividad formativa y que, además, sientan que su trabajo tiene una utilidad para los chavales que usan después sus juguetes y muebles. Este año se ha abierto un aula de carpintería similar en otro reformatorio, El Pinar, en Fuencarral, con 40 plazas, el único de los cuatro de la región gestionado por una empresa privada. El Madroño tiene 15 plazas para menores autores de delitos graves privados de libertad por decisión judicial. La mayoría de los internos han sido condenados por robos, aunque también hay dos chavales imputados en delitos de terrorimo urbano o kale borroka (lucha callejera, en euskera). El 60% de los jóvenes son marroquíes y hay una sola chica. El centro dispone también de una granja escuela, con huerto, ovejas y gallinas, que recibe visitas de colegios. Los propios internos cuidan de plantas y animales y hacen de monitores cuando acuden los escolares.

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