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Entrevista:ARQUITECTURA | Arquitectos del estudio RGR

Una arquitectura que completa el usuario

Anatxu Zabalbeascoa

Dos hermanos, Ignacio (Sevilla, 1957) y Luis Rubiño (1959), y la mujer del primero, Pura García Márquez (1959), componen el estudio RGR desde que terminaran sus estudios en 1986. Tras colaborar con algunos de los arquitectos más sobresalientes de la capital hispalense (Cruz y Ortiz, y Vázquez Consuegra), han crecido profesionalmente entre los apretados presupuestos de los encargos públicos, la anquilosada normativa de las viviendas de protección oficial y el azar último de ganar algún concurso. La suya ha sido, durante años, una arquitectura de supervivencia y obstinación, de búsqueda de belleza donde el pragmatismo sólo permitiría función. Defensores de una arquitectura propositiva y no impositiva, hoy han ampliado la escala de sus encargos y buscan referencias más sofisticadas, un lenguaje más cosmopolita y una atención más amplia para desarrollar sus nuevos proyectos.

PREGUNTA. La mayoría de los arquitectos sólo se preocupa de la vivienda social durante su juventud. Lo hacen por falta de mejores encargos o por idealismo. Ustedes vienen haciéndolo durante años. ¿Por qué?

RESPUESTA. Los contextos determinan. En Andalucía faltan viviendas y se deben construir con presupuestos apretados y normativas muy estrictas. Es un campo difícil y, seguramente, un buen lugar para comenzar a trabajar. Exigente y deprimente. Con todo, de las restricciones más severas se pueden obtener las mejores ideas. Cuando comenzamos a proyectar viviendas, éstas se construían en barrios inexistentes. Además de hacer casas, estábamos diseñando una nueva parte de la ciudad. Tratamos de aprovechar esa circunstancia. Hoy, eso ha cambiado, pero la vivienda sigue siendo un buen campo de pruebas y una tipología muy necesitada de ideas.

P. Al hacer viviendas, ¿en qué es necesario innovar?

R. En todo. La vida, las familias y la sociedad han cambiado. Las viviendas de protección oficial se construyen según normativas que no reflejan esos cambios, pero las administraciones cuentan sus logros por números, nunca por la calidad de vida de sus habitantes. Por tanto cambiar la normativa sería crearse problemas, retrasar las cosas, permitir comparaciones. Para cambiar las casas hay que cambiar antes las normativas, pero éstas no se cambian porque nadie considera urgente hacerlo, sólo los arquitectos.

P. ¿Qué se aprende trabajando con presupuestos apretados?

R. A explotar posibilidades llevando las situaciones a sus límites. En las limitaciones de cualquier tipo: espaciales, presupuestarias o tecnológicas, uno acaba encontrando hallazgos que luego puede aplicar en otros proyectos. Cuando no hay más, uno tiene que ir probando con lo que tiene y a veces soluciones sencillas, como cambiar un color, varían la percepción de un edificio.

P. Durante años defendieron una arquitectura que terminaba el usuario. Hoy abogan por una que no termina nunca.

R. La experiencia nos ha enseñado que la mejor arquitectura no es la que termina el arquitecto, sino la que completa el usuario. Para nosotros los edificios no son productos cerrados sino propuestas. Como profesionales proponemos usos, maneras de vivir, de trabajar, de estar en la ciudad, pero no imponemos una única manera de hacer las cosas. Hay tan buenas ideas en las calles y en la observación de la gente como en los libros de las bibliotecas. Para diseñar el campo de fútbol del Jaén hablamos con futbolistas, jardineros y espectadores tanto como empleamos referencias y experiencias de otros estadios. Durante mucho tiempo los arquitectos hemos sido sólo emisores de ideas. Creemos que para emitir ideas antes hay que ser receptor de preocupaciones reales. Hay que escuchar al usuario.

P. ¿Creen que los arquitectos no lo hacen?

R. En general dedican poco tiempo a hacerlo. Detrás de la mejor arquitectura debe haber una invitación. Hoy todos somos capaces de hacerlo casi todo. El desarrollo de técnicas constructivas y de nuevas herramientas de diseño ha hecho posible que podamos hacer muchas cosas. Eso quiere decir que la arquitectura ya no necesita demostrar nada. Los edificios estridentes no tienen sentido, hoy es más urgente que un edificio continúe una ciudad, que una vivienda no sólo proteja al ciudadano, que también haga su vida más cómoda, más fácil. Lo que hoy es preciso demostrar es más discreto, pero más necesario que los grandes alardes formales.

P. Sus últimos proyectos apuestan por los prefabricados, por los recursos gráficos, por los elementos industriales que explota la arquitectura holandesa. ¿Están cambiando sus referencias?

R. Nuestro contexto se ha ensanchado. No es lo mismo diseñar una vivienda que un centro de transporte; y un estadio no se parece en nada a un centro cultural. Cada proyecto te enseña, y lo lógico es que la experiencia que acumules quede reflejada en la complejidad de tu trabajo. No es que antes fuéramos minimalistas y ahora modernos, es que cada proyecto requiere un tipo de respuesta y el arquitecto debe tratar de hallar la que más se ajusta a cada caso. No defendemos el cambio por el cambio, pero un edificio debe durar mucho tiempo, por eso los arquitectos no deberíamos emplear soluciones antiguas cuando pensamos el futuro.

P. Defienden la necesidad de hacer contemporánea la arquitectura. ¿Cómo?

R. Dotándola de libertad. Replanteándose las cosas. Un estadio no tiene por qué ser sólo un estadio. Puede ser también un lugar de paseo, un pulmón para la ciudad. No tiene por qué ser una jaula estridente ubicada en el extrarradio. Puede inyectar vida a la ciudad. De la misma manera que creemos necesario escuchar a los usuarios, consideramos importante repensar las tipologías, cuestionar los materiales. No se trata de innovar sino de evolucionar.

Pura García Márquez y los hermanos Luis e Ignacio Rubiño, en su estudio de Sevilla.
Pura García Márquez y los hermanos Luis e Ignacio Rubiño, en su estudio de Sevilla.FERNANDO ALDA

De la restauración al paisaje

EL CENTRO cultural en Sanlúcar de Barrameda (1992) fue la presentación oficial de estos arquitectos. Sacar partido de la cal y el sol y conseguir formas sobrias con materiales económicos, su primera vindicación. Los sucesivos proyectos andaluces despertaron su interés por limitar la autoridad del arquitecto y dar cabida a las preocupaciones del usuario. No en vano, las casas que proyectaron en la propia Sanlúcar (1994) son viviendas sociales en régimen de autoconstrucción. Esa época la culminó el barrio sevillano de Los Palacios (1996), todo un manifiesto metafísico, un ejercicio que da la vuelta a la escasez de medios y convierte ese problema en su solución; otras realizaciones recientes como las viviendas de Cantillana o las del barrio malagueño de La Trinidad han prolongado hasta el presente esa línea de trabajo. Además, la arquitectura estilizada del estudio RGR ha reflejado desde los comienzos una preocupación por el paisaje que ahora subrayan el edificio de servicios de la urbanización Costa Ballena en Rota, y el recién inaugurado campo de fútbol del Jaén. El estadio es una charca en medio de un campo infinito de olivos, que prefiere hundirse en el paisaje a anunciarse en él.

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