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Privatización y libre competencia

La avalancha de protestas causada por la inoperancia de las compañías eléctricas ante la ola de frío padecida por nuestro país nos hace reflexionar de nuevo acerca de los límites de la política de privatizaciones. La problemática no es nueva. En California una errónea política de liberalización del sector eléctrico ha llevado a consecuencias catastróficas para la economía del Estado. La privatización sólo tiene sentido si va unida a la competencia. Ante una situación de monopolio el Estado debe intervenir, bien provocando de nuevo la competencia o bien nacionalizando. Sé que este último vocablo resulta cacofónico hoy en día y suena a populismo caudillista, pero es preciso que abordemos los temas con valentía y sin apriorismos.

La lucha contra el monopolio tiene una tradición larga y llena de episodios notorios en Estados Unidos

La lucha contra el monopolio tiene una tradición larga y llena de episodios notorios en Estados Unidos. Las primeras normas antitrust datan de finales del siglo XIX. Desde entonces las autoridades federales se han opuesto de forma decidida y valiente a todo intento de una empresa de romper las reglas de la libre competencia. Casos tan notorios como la lucha entre el banquero Morgan y el presidente Roosevelt en la década de 1930 han salpicado la historia del desarrollo del capitalismo americano. Los fundadores de la CEE tuvieron muy claro que la defensa de la libre competencia se hallaba entre los elementos claves para la formación de un mercado único europeo. Los artículos 85 y 86 del Tratado de Roma establecieron las bases para la acción decidida de la Comisión Europea en este sentido. No obstante, la lucha contra el monopolio topa ahora con dos poderosísimos enemigos: los monopolios naturales y la internacionalización de los mercados.

Los llamados monopolios naturales no son un fenómeno nuevo, pero las privatizaciones llevadas a cabo en Europa han evidenciado la problemática que plantean. Se dan cuando, debido a circunstancias tecnológicas, la competencia no es posible en un determinado sector. La telefonía era un monopolio natural hasta que se posibilitó el acceso a las redes de diferentes operadores. Los sectores energéticos siguen presentando hoy trazas de monopolios naturales. En el sector eléctrico, aunque se ha procedido a separar las redes de transporte eléctrico de las compañías productoras y distribuidoras, para los consumidores no se presenta alternativa. La liberalización prevé una progresiva apertura. Pero no resulta claro que el final del recorrido consista en un sistema de competencia real, por lo menos en lo que toca a los consumidores no industriales. Algo parecido pasa con el gas. Mientras la tecnología no ofrezca mejores sistemas de distribución, la competencia será una meta más que una realidad. Ante estos obstáculos tecnológicos a la libre competancia, sólo cabe una regulación muy atenta o la nacionalización. Y esta última opción no debe descartarse, toda vez que en otros sectores estratégicos, como el ferrocarril, parece la única opción viable. No obstante, el peligro más grave para la competencia no está aquí.

La lucha contra el monopolio en Estados Unidos ha tenido la gran virtud de no dejarse llevar por tentaciones nacionalistas. El liderazgo mundial de la economía americana era tan claro y el peso del sector exterior en ese país tan escaso, queno había lugar para titubeos. No obstante, en la actualidad todos somos conscientes, incluso los reguladores norteamericanos, de que el mercado no tiene fronteras nacionales. En ese marco, la lucha antimonopolio se ve contrarrestada por las tendencias nacionalistas. Puestos a que haya una empresa que domine la escena mundial, más vale que sea la nuestra. Así vemos como, por primera vez en la historia económica de Estados Unidos, un monopolio tan claro como el de Microsoft parece que se va a salir con la suya. Y es que aquí nos topamos con un problema mayor. En el ámbito de la economía global hacen falta instituciones globales. De otra forma, la escena será dominada por empresas multinacionales que, como marcan los cánones de la dinámica empresarial, tendrán tendencia a concentrarse hasta eliminar la competencia.

Miguel Trias Sagnier es catedrático de Derecho Mercantil de ESADE-URL

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