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COYUNTURA INTERNACIONAL
Columna
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'Efectivamente', en euros

El euro es nuestra moneda (la de alrededor de 300 millones de europeos) desde el 1 de enero de 1999 (dos años después para Grecia). Así, la mayor parte del impacto macroeconómico del euro, con sus inconvenientes y, sobre todo, sus ventajas -en forma de mayor estabilidad, integración y potencial de crecimiento para las economías que integran la UEM-, ya se ha materializado.

La puesta en circulación del euro pasado mañana constituye un hito para el gran público en general. Su utilización como moneda física ha levantado, cómo no, algunos temores. Según algunas encuestas, a los ciudadanos europeos les preocupa especialmente el tema del redondeo. En algunos productos de consumo, los precios expresados en moneda nacional, pesetas, francos, etcétera, ya han experimentado subidas para que su conversión a euros resulte más 'redonda'. No obstante, la competencia debería impedir que se produzcan subidas generalizadas de precios. Incluso algunos bajarán a lo largo del nuevo año.

La utilización física del euro es una cuestión que tiene mayor relevancia microeconómica que macroeconómica

El cambio de moneda también parece haber alterado, aunque sea puntualmente, las decisiones de consumo. Curiosamente, el gasto navideño de los alemanes este año ha sido mucho mayor de lo esperado, a pesar de la mala coyuntura económica. Algunos analistas lo atribuyen a la inminente desaparición del marco que habría llevado a los consumidores a anticipar compras para deshacerse de las reservas domésticas de marcos. Igualmente, se ha detectado en varios países europeos un cierto boom inmobiliario, así como un aumento relativo del consumo de bienes duraderos (vehículos, sobre todo de gama alta) y bienes de lujo.

Con todo, la mayor expectación la suscita el propio hecho de familiarizarse con la nueva moneda, aunque podremos seguir utilizando pesetas para pagos en efectivo durante los dos primeros meses del año. La enorme expectación ha llevado a que la predistribución de monedas, disponibles en forma de euromonederos en las entidades financieras (24 millones de euromonederos), haya sido algo accidentada. Inicialmente el tirón de la demanda de monedas fue tremendo y a más de uno le costó mucho o incluso tuvo que cejar en el empeño de conseguir el que podría haber sido el regalo perfecto de Navidad. Aunque pasado ese boom inicial la demanda cayó fuertemente y al final podría ocurrir que incluso sobrasen euromonederos. Con el año nuevo llegan los siete billetes. Que los más impacientes recuerden que ya podrán conseguir los de menor valor facial en los cajeros automáticos justo después de las 12 campanadas; el resto, en aquellas oficinas bancarias que abran sus puertas el día 1 (el 2%). Para los que tienen que cambiar de billetero, que tengan en cuenta que los billetes en euros son más grandes.

Sonsoles Castillo es economista del Servicio de Estudios del BBVA.

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