Con la mirada en América
Armstrong, Gasol y Jordan, los grandes protagonistas del año según los resultados de la encuesta de EL PAÍS
El deporte español ha girado en 2001 su mirada hacia América, según los resultados de la encuesta de este periódico sobre los protagonistas de un año que ha desmentido a quienes pensaban en Tiger Woods como un jerarca perpetuo. Tiger tuvo sus momentos, pero no arrolló. Le salió el lado humano y hasta cayó en lo más parecido a una crisis. Otro estadounidense, Lance Armstrong, ha sido designado el mejor deportista mundial. Su tercer triunfo sucesivo en al Tour fue el más rotundo. Esta vez no dio una sola muestra de debilidad. Dominó con puño de hierro y algunos alardes dignos de leyenda. La tenaz resistencia de Jan Ullrich sólo sirvió para engrandecer la gesta de un ciclista extraordinario con una dramática peripecia vital. Todo apunta a una larga saga de victorias en la carrera más prestigiosa, pues su desafío ya no se relaciona con sus adversarios, sino con la historia. Es decir, con el panteón integrado por Merckx, Hinault, Induráin, Anquetil y Coppi.
En España ha sido el año de Pau Gasol. Ha sido designado el mejor deportista español y la revelación. En apenas 12 meses ha dado un salto gigantesco. No hace mucho no era titular en el Barça ni figuraba en la selección. Integrante, pero no titular, del equipo júnior que ganó el Mundial en 1999, no fue convocado para los Juegos de Sydney, al contrario que Raúl López y Navarro, las otras estrellas de su generación. Con la perspectiva actual, causa perplejidad que el puesto del mejor baloncestista español de todos los tiempos -hacia esa meta va a velocidad supersónica- fuera ocupado en la cita olímpica por Johnny Rogers, de 35 años y enrolado en un equipo griego. Pocas veces se han visto errores de este calibre, pero el baloncesto español no se ha distinguido en los últimos 15 años por su sensatez.
Con apenas 21 años, a Gasol se le quedaba muy pequeño el escenario español. Sus contundentes actuaciones en la Copa y la final de la Liga tuvieron dos efectos: la NBA tomó nota de sus cualidades y él comprendió que su destino estaba en América. Su aventura es excepcional. A pesar de que algunas voces trataron de persuadirle de que siguiera dos o tres temporadas en España -hubo expertos que le pronosticaron un fracaso-, tuvo el coraje de aceptar un dificilísimo reto. Ahí reside la característica que le define. Más que su indiscutible talento, ha evidenciado en los dos últimos años su firmeza como competidor. También eran unos cuantos los críticos norteamericanos que dudaban de sus condiciones para la Liga más selecta y dura. A todos ha contestado Gasol con unas actuaciones y unos números que le anuncian como jugador para los próximos diez o quince años en la NBA. Y puede que con la etiqueta de estrella, con el tremendo efecto que eso tendrá sobre el baloncesto en España.
Raúl y Óscar Freire han seguido a Gasol en las votaciones. Ambos son dos genios singulares. Raúl tiene todo el derecho a pensar que ha sido el futbolista del año en Europa. Segundo en el Balón de Oro y tercero en la elección de la FIFA, el delantero del Madrid es un caso clínico en el área, donde pocos pueden competir con él. Hay muchos jugadores más rápidos, fuertes o habilidosos, pero Raúl pone de manifiesto cada año lo mismo que Gasol: la importancia decisiva del carácter para competir, el factor mental que les traslada al primer escalón del deporte. Lo mismo se puede decir de Freire, un fabuloso talento natural limitado por las lesiones que le han machacado desde su llegada al ciclismo profesional. Eso no le ha impedido ganar dos Mundiales con la autoridad reservada a los más grandes.
Si se habla de grandeza confirmada, ninguno como Michael Jordan. Desde 1982 su carrera ha sido tan elocuente en éxitos que resulta casi imposible no pensar en él como el mejor baloncestista de la historia. En una pirueta que levantó una polémica planetaria, decidió regresar a las canchas al filo de los 39 años, suceso que ha merecido la consideración de acontecimiento del año. Por si acaso, Jordan lo ha hecho más que razonablemente bien. No es el acróbata de sus mejores tiempos, pero su impacto aún es muy considerable.
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